Cuando la gran fiesta del fútbol esconde mucho más que eso

Rusia se agarra al Mundial más caro de la historia como arma para suavizar la tensión con Occidente mientras millones de aficionados alimentan la apuesta

15 jun 2018 / 08:00 h - Actualizado: 15 jun 2018 / 08:14 h.
"Mundial de Fútbol 2018","Arranca el Mundial"
  • Rusia ha convertido el Mundial 2018 en un gran aliado a la hora de mostrar la imagen que pretende dar al mundo. / Efe
    Rusia ha convertido el Mundial 2018 en un gran aliado a la hora de mostrar la imagen que pretende dar al mundo. / Efe

El papel que juega el deporte en el posicionamiento de los países es cada vez mayor y Rusia puede dar buena fe de ello. Su elección, el 3 de diciembre de 2010, por parte del Comité Ejecutivo de la FIFA como organizadora de la Copa del Mundo de fútbol 2018 la convirtió en el primer país de la Europa del Este que asume ese privilegio, tras imponerse a la candidatura de Inglaterra y a la conjunta de España y Portugal. Todo un reto que va mucho más allá de la celebración de un gran evento deportivo, algo que en esta zona del planeta se había limitado hasta ahora a los Juegos Olímpicos de Moscú (1980), el Mundial de fútbol sub 20 femenino (2006) y los Juegos de Invierno (2014).

La utilización del deporte como instrumento de estrategia en política tanto nacional como internacional ha sido una constante a lo largo de la historia y la Copa del Mundo de fútbol es un perfecto aliado en este sentido.

«Rusia demostrará en el Mundial que es un país abierto en el que las personas pueden venir y celebrar el fútbol. Rusia tiene mucho que ofrecer con su historia y su cultura», afirmó hace algunas fechas Gianni Infantino, presidente de la FIFA. Sus palabras, en definitiva, responden al concepto y al desarrollo de la diplomacia deportiva: la utilización del deporte como instrumento para contribuir a la consecución de objetivos que van más allá de los meramente deportivos.

«Hemos hecho todo para que deportistas, especialistas y, por supuesto, aficionados se sientan como en casa. Hemos abierto al mundo nuestro país y nuestros corazones», dijo el presidente del país, Vladimir Putin, en su mensaje de bienvenida. El aislamiento causado por las tensiones con Occidente a raíz de la anexión de Crimea, la intervención en Ucrania, el papel en Siria, las amenazas de boicot por parte de varios países tras el envenenamiento del exespía Sergei Skripal y su hija... Son muchas las razones que pueden explicar la ausencia de importantes líderes políticos en la ceremonia inaugural, aunque Putin sabe que el Mundial puede ser un excelente instrumento para suavizar esa tensión y reactivar las relaciones.

La ausencia de líderes políticos contrasta con la presencia de 700.000 aficionados rusos y de 570.000 de otros países que asistirán a los partidos en un país vestido de gala para la ocasión. No en vano, esta Copa del Mundo está considerada como la más cara de la historia.

Su presupuesto ronda los 14.000 millones de dólares, según el diario económico ruso RBC, superando los 11.600 de Brasil 2014. De ellos, 6.000 han sido destinados a infraestructuras de transporte y 3.400 a la construcción de estadios, según el Ministerio de Deportes. Un presupuesto en el que se incluye la inversión en seguridad antiterrorista.

Rusia puede lograr muchas cosas gracias a este Mundial, aunque la verdadera triunfadora es la FIFA, dueña por contrato del 95% –el 5% restante es para el país organizador– de los ingresos generados por venta de derechos de TV, patrocinio, derechos de licencia de marca y venta de entradas. Según diferentes estimaciones, Rusia 2018 reportará al organismo rector del fútbol mundial 6.400 millones de dólares (en Brasil los beneficios fueron 4.000, superando los 1.800 de Suráfrica 2010 y los 1.760 de Alemania 2016).

Rusia sólo recuperará algo más de una décima parte de su inversión en este macroevento. Los 782 millones de dólares que se recaudarán por venta de entradas irán en gran parte a un país cuyo próximo reto será optimizar el uso de todos los recursos empleados y las inversiones realizadas.

Un informe de la agencia de calificación Moody’s afirma que el beneficio económico para Rusia será «muy limitado» y «de corta duración», ya que, si bien los preparativos para ayudaron a las regiones a mejorar su infraestructura, «no son impulsores de crecimiento clave en la mayoría de las economías locales».

Pese a ello, el crecimiento del empleo, de la demanda de bienes de consumo y servicios a nivel nacional, unido a los posibles beneficios obtenidos en el ámbito de las relaciones internacionales son motivos suficientes para que todos los países sueñen con ser designados organizadores.