El diestro Alejandro Talavante firmó hoy en Las Ventas, en el marco de la Corrida de la Prensa, una gran faena que le valió una oreja de mucho peso, Sebastián Castella adormeció al personal con una imagen vulgar y desangelada, mientras que Javier Jiménez resultó herido a última hora por el sexto.
Como el día y la noche, y valga el tópico, se mostraron hoy Talavante y Castella en la tradicional Corrida de la Prensa. Un torerazo en mayúsculas el primero, que cortó la oreja de más peso de lo que va de serial, mientras que el otro pasó como una triste y taciturna sombra de lo que algún día llegó a ser al desaprovechar un gran lote, sobre todo un primer toro de bandera.
Pero la nota más amarga de la tarde, más allá del zoológico que asomó por toriles, fue la grave cornada que sufrió el joven Javier Jiménez por el sexto, que lo encunó entre los pitones, zarandeándolo en los aires y haciendo carne en la parte alta del muslo derecho.
Pero a vueltas a lo positivo, lo mejor de la función llevó la firma de Alejandro Talavante, que, tras no esmerarse lo más mínimo con el desclasado y desabrido segundo, hizo las delicias del respetable frente al quinto bis, un zambombo y, aparentemente, anciano sobrero de Torrealta, que, aunque le costaba un mundo desplazarse, tuvo nobleza para que el extremeño pudiera expresarse.
Y vaya si lo hizo, dentro de una faena muy medida, de catorce o quince muletazos a lo sumo, y todos al natural, pero con una naturalidad, un empaque y una prestancia que hizo que Las Ventas despertara del letargo en el que estaba sumida, rugiendo como un tigre de bengala a raíz de un maravilloso y lentísimo cambio de mano.
Qué preciosidad de labor la del ‘Tala’, aderezada de remates y adornos también muy a modo, de ahí que, tras la estocada de dudosa colocación y efecto fulminante, le concedieran una oreja de ley.
En contrarréplica con esta faena, la que llevó a cabo Castella con el primero, otro sobrero, éste de Buenavista, que, posiblemente, sea hasta la fecha el toro más completo de lo que va de feria, y con el que el francés no pasó de burdo y vulgar.
Un toro que, haciendo honor a su nombre, “Juguetón”, era para recrearse, para soñar el toreo, pero Castella acabó ahogándose con tanto mecanicismo, tanta falta de criterio, tanto sinsentido.
Porque no hubo un hilo argumental y, peor aún, faltó toreo en su acepción más grandilocuente. Todo fue una sucesión de muletazos desangelados y sin finales, aprovechando siempre la inercia de “Juguetón”, que embistió con prontitud, codicia y calidad por los dos pitones, y que terminó asfixiado en desacertado e injustificado final encimista.
Y, para ahondar más en el preocupante momento que atraviesa, el cuarto, sin ser un dechado de bravura, sin embargo, también sirvió mucho por el izquierdo; y el francés, a vueltas con lo mismo, volvió a desaprovechar la oportunidad. Con la espada, eso sí, anduvo a buen nivel, todo hay que decirlo.
Y Jiménez, por su parte, quedó prácticamente inédito con un tercero flojo y sin clase, y con un sexto también muy deslucido que lo acabó dejado K.O. a las primeras de cambio. Qué mala suerte.