El nuevo eje ya ha movido ficha

Simón Casas y Ramón Valencia han estrenado su alianza contratando en bloque a José María Manzanares para su parque de plazas. El nombre del alicantino ya se considera fijo en la tarde rutilante de Resurrección que dará inicio al abono sevillano

23 ene 2018 / 10:02 h - Actualizado: 23 ene 2018 / 10:05 h.
"Toros"
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La plataforma Sevilla-Madrid está en marcha

La contratación de José María Manzanares ha revelado una de las claves del sorprendente acuerdo que une en un mismo empeño empresarial al combo de plazas que gestionan Ramón Valencia y Simón Casas. El alicantino ya estaría puesto, previsiblemente, en los puentes de mando de Sevilla y Madrid además de Valencia, Alicante, Málaga, Mont de Marsan o Nimes. Esa contratación en bloque, orquestada por dos empresarios que han recalcado que abarca “todas” sus plazas en un brevísimo comunicado, supone la primera contestación a los interrogantes que planteábamos la semana pasada en torno a esta inesperada alianza. El binomio alinea en el mismo frente a dos personas y personalidades opuestas aunque no sabemos si complementarias. La tercera pata de la contratación del alicantino -y de unos cuantos toreros más propios o en su órbita- son los hermanos Matilla, discretísimos y discutidos fontaneros de las entrañas del toreo. Los apoderados charros controlan directa o indirectamente la confección de gran parte de los carteles que se cuecen en la piel de toro y ya deben estar tejiendo la primera urdimbre de los carteles abrileños que, en mayor sigilo que otras ocasiones, ya se encuentran en plena cocción. Cabe pensar que esta nueva forma de operar en el mercado también tendrá su reflejo en la contabilidad de las empresas. En el horizonte -lo repetimos una vez más- sigue dibujándose una polarización de la patronal taurina de la que aún desconocemos las consecuencias.

¿Qué se puede contar de la Feria de Abril?

Y ya que hablamos de Manzanares y su encaje sevillano hay que destacar que su nombre podría ser ya fijo en la tarde del Domingo de Resurrección, ese brillante mascarón de proa de la temporada baratillera que obliga a echar toda la carne en el asador. El tercer espada de la terna, dicen, es Andrés Roca Rey, figura precoz, torero de la casa y único matador que desorejó a un toro por partida doble en la pasada campaña maestrante. Las complicaciones podrían llegar a la cabecera del cartel. Debía ser el sitio natural de Antonio Ferrera, triunfador de la última Feria de Abril e indiscutible torero del año. No sabemos en qué quedará la cosa si, tal y como siguen contando, el puesto cuenta con otros novios como Enrique Ponce o El Juli, que quiere celebrar su vigésimo aniversario de alternativa con gestos y acontecimientos puntuales. Los carteles no tardarán en salir del horno.

Barcelona: en la muerte de Pedro Balañá

El fallecimiento del propietario de la Monumental de la Barcelona ocupó la primera línea de actualidad taurina de la pasada semana. La muerte de Pedro Balañá Forts es también la de la ¿última? esperanza de volver a contemplar la lidia de un toro bravo en el histórico coso barcelonés, último bastión taurino de Cataluña que, al menos hasta ahora, estaba perfectamente dispuesto, preparado y cuidado para celebrar un espectáculo taurino. Era una resistencia pasiva a la traída y llevada abolición que, en el terreno teórico, había quedado revocada por la sentencia del Tribunal Constitucional. El actual panorama sociopolítico que vive la región no es el mejor caldo de cultivo para cocinar la recuperación de la fiesta. Pedro y María José Balañá Mombrú, tercera generación de esta casa empresarial diversificada en otros negocios de la industria del ocio no moverán un dedo por ello. Y tampoco tienen demasiado radio de acción, ésa es la verdad. Don Pedro se ha muerto con ganas de abrir la plaza. “Oye tú, ¿podemos ya dar toros?”. Ésa fue su pregunta cuando el alto tribunal se pronunció sobre la inconstitucionalidad de la abolición. Ya no podrá hacerlo. No sabemos si pudo hacer más por el toro en Cataluña pero su responsabilidad sería exactamente la misma que la de todo un sector que nunca movió un dedo mientras veía desmontarse piedra a piedra la arquitectura taurina de la región que más toros daba de España. Cuando llegó la abolición legal sólo había tierra quemada.