Volar hasta Montevideo, desde que comenzó esta pandemia, no ha sido posible. Tenía planeado pasar dos meses con el estímulo de impartir un curso de poesía en la Universidad de la República, pero como tantas cosas, el proyecto ha quedado detenido. No la ciudad, nada se detiene en este fluir que es la vida, y mucho menos el ingenio de una editora que reparte los libros en su bicicleta llueva o haga sol.

Suelo hablar con María Sánchez, docente y poeta uruguaya, ahora directora de la colección de poesía «Encuentros». Su voz lejana con el whatsapp me acerca a la ciudad que tanto amo, porque son muchas las cosas de las que me quedé prendada: las calles solitarias, algunas librerías, las conversaciones de los grupos de mujeres octogenarias, hablan de política y literatura; las tormentas de otoño, alguno de sus cafés, casi todos en el recuerdo de otros tiempos, y justamente, esa melancolía que me evoca la ciudad, es la que hace que palpite. Una ciudad de contrastes. Hay barrios muy ricos y otros, detenidos en el tiempo, ocupan un espacio que cada vez se agrieta más. La mayoría de los libros que se editan en Uruguay no llegan a las librerías españolas, ni siquiera todos los de la premio Cervantes y exquisita poeta Ida Vitale, mucho menos los de Selva Casal, aunque sí hay un interés por Idea Vilariño o Delmira Agustini. No sabemos nada de Órfila Bardesio y muy poco de la poesía que se está escribiendo ahora como la de Silvia Guerra, aunque despierta mucho interés la de Circe Maia. Afortunadamente, en Barcelona vive desde hace años Cristina Peri Rossi que acaba de publicar una suerte de autobiografía titulada «La insumisa».

María va con su bicicleta repartiendo los libros. Coordinó y editó una antología de poetas uruguayas en 2018. Ese libro dio comienzo a su editorial Encuentros. ¿Cómo los reparte? ¿Con qué criterio? Bajo demanda. Los clientes se ponen en contacto con ella y siempre en su bicicleta les lleva los libros. ¿Tanta poesía se lee? Le pregunto. Me dice que sí, que está agotando ediciones. Le pregunto cómo está la ciudad y me dice que de noche es difícil pasear o simplemente moverte para quedar con amigos o llegar a casa desde el trabajo. Aunque la pandemia no ha arrasado como en otros países latinoamericanos, hay muchos jóvenes que toman droga «Pastabase» lo que está destrozando una parte de la juventud. Me dice que ahora yo no podría deambular de noche por algunos barrios, como tanto me ha gustado, al menos por los barrios del centro de los que estaba enamorada. Librerías como Puro Verso, Parisson, Scarama o Libros de la Arena no han bajado las persianas. Tampoco bajan las persianas los poetas, aunque estemos desconcertados, viviendo esta situación que todavía no tiene palabras para que la poesía la capture, aunque se produce muchísimo a través de las redes y nunca estuvo tan activo el mundo poético. Me imagino a María, atravesando las calles vacías, a las doce de la noche, con prisa para llegar a su casa. Las poetas, ellas, pertenecen a varias generaciones; desde las mayores, como Nidia di Giorgio y Teresita Costa, hasta las jóvenes Verónica Sánchez y Macarena Cardozo.