Ese punto de tensión

Hasta el 1 de abril pudo verse en el Teatro Galileo de Madrid la obra de teatro La distancia, de Pablo Messiez, basada en la novela Distancia de rescate de la escritora argentina que reside en Berlín, Samanta Schweblin. Una obra que mantiene al espectador en constante tensión.

04 abr 2016 / 14:42 h - Actualizado: 04 abr 2016 / 15:11 h.
"Teatro Aladar"
  • La distancia es la adaptación de la nouvelle Distancia de rescate. / El Correo
    La distancia es la adaptación de la nouvelle Distancia de rescate. / El Correo
  • Un momento del ensayo de La distancia. / El Correo
    Un momento del ensayo de La distancia. / El Correo
  • En La distancia se intercalan los tiempos y el resultado es perturbador por su profundidad. / El Correo
    En La distancia se intercalan los tiempos y el resultado es perturbador por su profundidad. / El Correo

Empieza la historia. Habla un niño. Luego, cuando hablan dos mujeres, el niño, que montado en una tabla con ruedas va de acá para allá, no deja de estar en escena a pesar de que hablan en un lugar donde no hay un niño. ¿Ya no hay tal niño, entonces? Sí, hay tal niño. ¿Está o no está? ¿Qué clase de niño es? ¿Es un fantasma? Su voz existe, sí, eso seguro existe. Es un narrador fundamental. Es el que guía la historia. Es el que lo sabe todo, pero todo lo va a repasar, como querer saber otra vez. Tal vez ni siquiera lo haga por sí mismo. Sí, su cuerpo está en escena, pero su voz también está. Habla. Si no fuera por su voz, las demás voces tal vez tampoco existirían. ¿Está en otro tiempo? Va a ser eso. El niño nos lleva al pasado para que Amanda (María Morales) pueda contar la historia. Pero hay un presente en el que el niño también está.

El niño es David, el hijo de Carla (Luz Valdenebro). La autora es Samanta Schweblin, cuentista argentina que en Distancia de rescate se anima con el género nouvelle. La dirección de la obra, que se llama La distancia, es de Pablo Messiez.

La apuesta es arriesgada y sin embargo acertada. La versión teatral de la novela corta es muy fiel a su texto original. La escenografía no se modifica en ninguna escena y con sencillez funciona en todo momento. La interpretación de las tres actrices, que junto con Fernando Delgado hacen a todo el elenco, es magnífica y brutal. La actuación de María Morales en el papel de Amanda sale ilesa e impecable a pesar de cierta complejidad a la hora del ritmo y de cambiar el tiempo de la enunciación.

Presente: David le pide a Amanda que cuente la historia, que no se distraiga, que narre lo importante. David le señala permanentemente a Amanda qué cosas son importantes y cuáles no, pero siempre dentro de las que ella ofrece. David no revela, solo guía la enunciación ajena y clasifica en importancia esas palabras. David está por fuera de todo cuerpo y edad; su voz es la voz de un niño, pero de cualquier otra cosa que no sea un niño también; hay algo de su ser que está mucho más allá del realismo y de las posibilidades de la verdad.

Pasado: Carla le cuenta a Amanda, en el coche, la historia de la transformación de David. Amanda se asusta, es una madre normal que solo quiere proteger a su hija Nina (Estefanía de los Santos). Para protegerla, su método es eso que ella llama «distancia de rescate», esa distancia justa y necesaria que debe haber entre las dos para que ambas existan independientemente pero que a la vez permita que si algo pasa, esté a tiempo de llegar y rescatarla. Amanda se enfada con Carla y quiere huir del campo, regresar a la ciudad, pero ya no hay tiempo: Amanda no puede abandonar a Carla. Se siente atraída por ella. Hay seducción, hay amor, tal vez. Amanda vuelve a Carla y en este volver quizá esté la imposibilidad de irse, pero también, como diría David, lo importante. Amanda y Nina caen enfermas, envenenadas, como lo están casi todos los habitantes de ese pueblo, y empieza lo irremediable. O lo irremediable ya empezó hace mucho y esto es solo una de sus consecuencias.

Pasado del pasado: David cae enfermo cuando su madre, por salvar a un caballo que representa el estatus económico de familia, lo descuida. En la desesperación, lo lleva a una curandera del pueblo, porque médicos no hay ni tampoco tiempo para llegar a la ciudad. La curandera le salva la vida a cambio de transmigrar su alma a otro cuerpo. David queda junto a su madre pero ella ya no lo reconoce: David ya no es David o por lo menos es algo raro y siniestro.

Los tres tiempos se intercalan permanentemente. Amanda va a hablar en presente, en pasado, y va a ser oyente del pasado del pasado. Estefanía de los Santos va a interpreter a esa Nina que solo ve llegar el horror, y a la curandera, un personaje que está entre la frescura y lo cómico. La iluminación habrá dado foco en un drama que mantiene ese punto de tensión entre la incertidumbre, el terror y lo siniestro.