Balance político

Juanma Moreno no tiene quien le ponga el paraguas

Las últimas polémicas que acechan a su Gobierno, desde el fichaje del exviceconsejero de Salud hasta las investigaciones judiciales en las obras del Estadio de La Cartuja, han vuelto a evidenciar que el presidente no tiene una guardia pretoriana que proteja su figura política

Juanma Moreno llega protegido por un paraguas al Parlamento / Julio Muñoz (EFE)

Isabel Morillo

El presidente andaluz ha encajado de nuevo en primera personas los golpes de la oposición por las polémicas que enfrenta su Gobierno. Tras semanas de respuestas a la defensiva de su Ejecutivo, fue Juan Manuel Moreno quien zanjó con más rotundidad las dudas sobre las adjudicaciones de obras en el Estadio de la Cartuja, inmersas en la investigación judicial por corrupción en la Real Federación de Fútbol (RFEF). Ante cualquier duda o indicio de desvío de dinero público a mordidas para Luis Rubiales, la Junta de Andalucía “se personará en la causa”. Sin perder el temple, “máxima tranquilidad” y “colaboración total con la Guardia Civil”.

Tampoco ha rehuido Moreno la polémica por el fichaje del exconsejero de Salud por parte de la aseguradora privada Asisa. Cuando muchos otros en su Gobierno se han puesto de perfil o han esquivado el enredo, Moreno entró de frente, asegurando que la ley de incompatibilidades hay que modificarla para reducir el tiempo de prohibición de trabajar en la privada, dos años, o alargando el tiempo con derecho a cobrar una cesantía, cuatro meses.

Gestión directa

La gestión de las crisis del Gobierno andaluz se sigue centrado en el despacho del presidente. Fue él quien entonó el mea culpa, ha pedido perdón hasta en tres ocasiones, por la gestión del bono joven del alquiler, admitiendo una “equivocación” y “un error” por una gestión deficitaria de estas ayudas, que muchos jóvenes andaluces siguen sin recibir y amenazan con llevar a los tribunales. No lo ha hecho, por ejemplo, de esa forma directa la consejera de Fomento, Rocío Díaz. Tampoco ha respondido con la misma calma a las investigaciones judiciales sobre el Estadio de la Cartuja el consejero de Turismo, Arturo Bernal. Ni se ha fajado como cortafuegos el portavoz del Gobierno, Ramón Fernández-Pacheco.

Que Moreno asuma el cuerpo a cuerpo con Pedro Sánchez es lógico. Que lo haga con la vicepresidenta María Jesús Montero, que en ocasiones actúa como líder de la oposición en Andalucía, también. Además Moreno sabe poner nervioso a Juan Espadas con el papel de la vicepresidenta: “No viene a por mí”, le espetó en el pleno. "El señor Sánchez tiene la enorme capacidad de dividir a la sociedad. Allá donde vayas con él hay dos Españas", reflexionó en un coloquio en la Fundación Cajasol organizado por el grupo Prisa, tras los abucheos en el acto de primera piedra de la línea 3 del metro. Los pitos fueron contra el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, de un grupo de vecinos capitaneados por militantes socialistas, dijo el PP, y contra el presidente del Gobierno, en otro grupo al otro lado de las vallas, pero también le tocaron a Moreno, que no está nada acostumbrado a esas muestras de rechazo del público.

Un arma de doble filo

Lo que es más llamativo es que sea el presidente de la Junta quien dé la cara siempre y el único en zanjar las crisis que afectan a su Ejecutivo. Es, sin duda, un arma de doble filo. Él asegura que está contento con los perfiles y la gestión de sus consejeros. Hay quien, en el PP de Andalucía y entre sus colaboradores directos, no tiene tan claro que no falten en su guardia de corps consejeros que actúen como pretorianos y cortafuegos ante las polémicas de más difícil comprensión para los ciudadanos.

Moreno ha abierto la puerta, en el ecuador de la legislatura, a un baile de competencias y a ajustes en el seno de su Ejecutivo. El más demandando es sacar Cultura de Turismo. La ha cerrado a una crisis de Gobierno para mover perfiles y reforzar algún área con una apuesta fallida. La lista de las europeas sería una oportunidad de oro para darle a algún consejero o consejera un empujón hacia Bruselas. De momento, Moreno niega que vaya a ocurrir.

El equipo de San Telmo sigue presumiendo de olfato ante lo que respira la sociedad andaluza y aseguran que en la imagen del presidente de la mayoría absoluta aún no hay muescas ni rasguños. Los cualitativos que cocinan en el Centro de Estudios Andaluces no dan ningún síntoma de alarma, dicen. A Moreno en el último pleno del Parlamento andaluz se le vio torear sin perder la calma pero si salen muchos miuras más, el presidente acusará el cansancio y, desde luego, solo al que se pone en primera línea de capote hay riesgo de que el toro lo empitone. Por eso ya se oye en su retaguardia que harían falta menos fotos amables en redes de los consejeros y más colmillo para proteger al presidente. Menos Gobierno naif y más colmillo político.

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Contaminación

El presidente andaluz pilota la confrontación, cada vez con más decibelios, con el Ejecutivo de la nación. Ha anunciado que habrá medidas judiciales si Sánchez no convoca, como manda la ley, la Conferencia de Presidentes. El intento de “encapsular” la política andaluza del ruido de Madrid, de evitar que la amnistía se coma toda la agenda en Andalucía, de rebajar el tono en la comunidad, ha funcionado, hasta ahora. Ya no. Tiene su lógica. Si el PP de Alberto Núñez Feijóo arma una confrontación con guante de hierro contra el Gobierno de Pedro Sánchez, esa estrategia acaba contaminándolo todo, dice el PSOE, que asegura que nadie puede dedicarse a dar patadas en las espinillas y confiar en que en Andalucía se use guante de seda. Así explican la estrategia de llevar a Moreno a la comisión de investigación de las mascarillas en el Congreso. Es la ley del talión en política, el ojo por ojo que tanta diversión está llevando a las cámaras nacionales y que genera, eso sí, una erosión incalculable para la imagen de la política ante los ciudadanos. El 'y tú más' elevado a la máxima potencia. Andalucía ha dejado de ser una isla, un oasis cómodo donde Moreno navegaba sin olas ni turbulencias. No se sabe como funcionará la tripulación de su gabinete con marejada.

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