Análisis

Juanma Moreno marca su territorio y avisa en Génova: “Lo primero, Andalucía”

El presidente de Andalucía tiene por delante un año y medio hasta las elecciones andaluzas con el viento de cara si el agravio frente a Cataluña se apodera del discurso público y hará lo imposible por abanderar el debate, sin que Feijóo ni Ayuso le marquen el paso

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, bailando con Sara Baras en el último 4 de diciembre. / María José López / Europa Press

Isabel Morillo

Ni argumentarios ni indicaciones desde Génova. Mucho menos, desde otras comunidades autónomas. El presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno, dejó claro este viernes, en una intervención breve pero muy clarita tras la cumbre convocada por el PP con sus barones, que no van a escribirle el guion en un tema, el de la reforma del modelo de financiación autonómica, en el que considera que Andalucía tiene más que decir que nadie.

Coincidió Moreno hablando en simultáneo con la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en una coreografía mal pensada que desde luego no le gustó nada al andaluz. “Esto parece la Feria”, dijo. Las televisiones nacionales y todos los periódicos con señal en directo de las intervenciones optaron por Ayuso. “No vamos a aceptar la bilateralidad”, sentenció Moreno, Andalucía sí que va a actuar “con respeto institucional”. Después llegó el recado a Ayuso, que un día antes se había adelantado a Alberto Núñez Feijóo para dar a los barones del PP la directriz de que no acudan a la Moncloa cuando los llame Pedro Sánchez. “Vamos a hablar. Andalucía está dispuesta a dialogar con todo el mundo y por supuesto con el presidente del Gobierno”, subrayó Moreno, “sin subastas” y sin “blanquear las cesiones”. Moreno se ha fabricado un traje de presidente moderado que no pega nada, avisan los suyos, con actitudes de "gamberrismo" institucional. Eso, dicen, se lo dejan a otros.

El frente común

Las comunidades del PP sellaron un frente común contra la financiación singular de Cataluña. La estrategia del PSOE es la de “divide y vencerás”. Desde el Gobierno de Sánchez se muestran convencidos de que cuando lleguen las quitas de deudas y los cheques para las comunidades, las del PP no podrán negarse. Desde el Gobierno andaluz dejan muy claro que no aceptarán “migajas”. Andalucía no tiene un problema en estos momentos con su deuda pública. La coloca en el mercado con intereses a bajo precio que puede asumir perfectamente en su Presupuesto. No hay asfixia económica por estar endeudados, aclaran, pero sí un déficit crónico por un sistema de financiación aprobado en 2009 que resta cada año más de 1.000 millones a la comunidad.

Los datos del sistema están evaluados por los técnicos. Son Murcia, la Comunidad Valenciana, Andalucía y Castilla La Mancha las que quedan por debajo de la media en financiación por habitante. La Junta peleará por un modelo donde Cataluña en ningún caso salga del sistema, eso podría detraer hasta 30.000 millones de la caja común, y donde se corrijan los desequilibrios. Andalucía no puede permitirse un concierto como el catalán.

Mientras, Moreno exige, como Carlos Mazón desde la Comunidad Valenciana, un fondo transitorio que equilibre las cuentas y permita resarcir a las más perjudicadas en el actual modelo. Un fondo que, por cierto, estuvo sobre la mesa del Consejo de Política Fiscal y Financiera y se rechazó porque Madrid se opuso. A eso se aferró el Ministerio de Hacienda para dar carpetazo a esa inyección extra que corrija los desequilibrios hasta que se reforme el modelo.

Viento de cara

En este debate, a Moreno le sopla el viento de cara. No piensa dejar que haya interferencias de terceros. Para el presidente andaluz, la posición tibia y difícil del PSOE de Andalucía pone bajo sus ruedas una autopista electoral. Además descabalga a la candidata que más preocupa al PP como rival, la vicepresidenta María Jesús Montero. Así lo leen en las filas populares, mientras recuerdan que "nadie tiene más que decir en este debate que Andalucía".

Moreno explica que se ganó manos libres hace ya tiempo. Cuando en 2018 se impuso al Gobierno de Mariano Rajoy, se enfrentó a Cristobal Montero y firmó el documento de financiación que le puso por delante Susana Díaz como presidenta de la Junta y Montero como consejera andaluza de Hacienda. Nunca una jugada política ha sido tan rentable. En ese momento de debilidad política, desde la oposición en Andalucía y con su partido afilando los cuchillos para defenestrarlo como líder andaluz, Moreno decidió seguir su propio camino aferrado a dos premisas que le han funcionado y que son su credo político: para gobernar hay que anteponer los intereses de la comunidad a las siglas del partido y solo desde el centro político se puede ganar elecciones.

Una jugada muy rentable

La jugada le salió redonda. Un año después perdió las elecciones pero ganó el Gobierno andaluz. En esa legislatura no se olvidó de la financiación autonómica. Abrió una ronda de reuniones en el Palacio de San Telmo y recibió a presidentes del PP y del PSOE, al socialista Ximo Puig y al murciano Fernando López Miras. Moreno se ha hecho fotos con Javier Lambán o con Emiliano García-Page, en este caso el pasado abril en Sevilla. El presidente andaluz invitó a Page a una cumbre autonómica con López Miras y Carlos Mazón, dejando claro que la posición en el debate de la financiación no los debe marcar el partido político sino los intereses de cada comunidad.

Fríos con Génova

La relación de Moreno con Feijóo sigue siendo muy buena pero menos cálida que en abril de 2022, cuando el gallego llegó a la presidencia del partido por petición expresa de Moreno y ambos exhibieron en el congreso de Sevilla el famoso tándem gallego-andaluz. El desembarco del núcleo duro de Feijóo en Génova, la desconfianza del presidente del PP hacia todo aquel que no forme parte de su círculo gallego más estrecho, las diferencias expresas de los pesos pesados de Andalucía con Miguel Tellado y el orillamiento de Elías Bendodo y de Juan Bravo en el organigrama, han enfriado las relaciones. Están bien pero no es lo mismo. Los barones del PP comparten el sentimiento de que Feijóo ha adoptado un modelo de partido donde sus fieles trabajan para él y no para los territorios. Por eso desde las comunidades actúan con reciprocidad y tienen claro que tienen que trabajar por los territorios y no por Génova.

La hoja de ruta de Moreno está clara. Andalucía debe convocar elecciones en la primavera-verano de 2026. Llegar con el discurso del agravio en primer plano es un regalo electoral para el PP. A los andaluces les puede o no indignar la amnistía pero desde luego le duele más que le toquen el bolsillo o que una España a dos velocidades abra un brecha entre comunidades ricas y pobres, de primera y de segunda división. Con eso tratará Moreno de agitar la calle.

Ya se inventó Moreno la celebración del Día de la Bandera el 4 de diciembre, apoderándose de un andalucismo de nuevo cuño que indigna a los socialistas, que hasta ahora han tenido en su poder esa bandera de la conquista de la autonomía sin adversarios disputándoles el discurso. Los empresarios andaluces ya han dejado claro que rechazan frontalmente el concierto económico con Cataluña. Será más difícil sumar a este frente a los sindicatos, en un clima de máxima polarización política.

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El Gobierno quiere dejar en manos de la sociedad civil la convocatoria de movilizaciones y sumarse en la primera línea de la manifestación. Todo puede torcerse, sin duda, pero el guion político del año largo que queda hasta que se abran las urnas en Andalucía está escrito a favor de Moreno. La oposición del PSOE se aferrará a las denuncias de la mala gestión, los rotos en la sanidad o la dependencia, la política fiscal que favorece a los ricos, la privatización de servicios públicos pero el otro discurso, el del agravio, funciona y puede permitir a Moreno quedarse con mucho del voto prestado que recibió en 2022. Por eso, no piensan soltar la bandera de Andalucía. Así empieza el curso.

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