Patrimonio
La fascinación por la Alhambra ilumina América
El arte andalusí cautivó a Latinoamérica y Estados Unidos a finales del XIX y principios del XX y dejó su exótica huella en más de 170 edificios
En San Juan de Puerto Rico, la comunidad hispana fundó en 1934 la Casa de España, un señorial edificio situado en la Avenida de la Constitución, número 9. El inmueble fue diseñado por el arquitecto Pedro Adolfo de Castro con un inconfundible estilo neoárabe y mudéjar sobre una planta rectangular de 36 metros de ancho por 48 de largo. En la puerta, los españoles puertorriqueños erigieron una réplica casi exacta de la Fuente del Patio de los Leones, levantado unos cuantos siglos antes por los nazaríes en la Alhambra.
No es la única copia que existe en América del soberbio icono granadino. La primera Fuente de los Leones que se alzó en el continente americano data de 1862 y fue construida por la Sociedad de Bellas Artes en Santiago de Chile. Más adelante se reprodujo otra en Camagüey (Cuba) y finalmente la del Viejo San Juan, que tiene dos platos, en lugar de uno característico del original.
Una fiebre 'alhambrista' se propagó a lo largo y ancho de toda América a finales del XIX y principios del XX cuando España empezó a venderse al mundo y eligió su marca más universal: el tesoro que legó Al Andalus
Las réplicas de la Fuente de los Leones son solo una pequeña muestra de la fiebre alhambrista que se propagó a lo largo y ancho de toda América a finales del XIX y principios del XX. La belleza arrebatadora del arte andalusí traspasó la frontera peninsular y cautivó en los despachos de arquitectura latinoamericanos y estadounidenses. España empezó a venderse al mundo y eligió su marca más universal: el extraordinario tesoro patrimonial que nos legó Al Andalus.
"La arquitectura andalusí es lo que distinguía a España del resto de Europa”, argumenta Rodrigo Gutiérrez Viñuales, catedrático de Arte Latinoamericano por la Universidad de Granada y autor de un prolijo trabajo de investigación sobre la huella neoárabe y alhambrista en América. Gracias a su laborioso rastreo académico y personal, el experto ha logrado catalogar más de 170 edificios de estilo andalusí en el continente americano y así lo acreditó en una obra monográfica publicada en 2017 bajo el título de Alhambras. Arquitectura neoárabe en América, firmada junto a Rafael López Guzmán.
La moda también conocida como neomorisca prendió inicialmente en el mundo anglosajón en el siglo XIX, pero pronto se extendió por Sudamérica como un reguero de pólvora. De hecho, en Inglaterra hay más arquitectura neoárabe que en la propia España. Así lo atestigua Tonia Raquejo en un trabajo de investigación titulado El palacio encantado: la Alhambra en el arte británico. Posteriormente, la fiebre alhambrista pasó de Inglaterra a los gabinetes estadounidenses de arquitectura, donde se formaron decenas de profesionales latinoamericanos.
En Inglaterra hay más arquitectura neoárabe que en la propia España, según la investigadora Tonia Raquejo
El Caribe fue una de las áreas donde germinó con mayor intensidad y entusiasmo. Edificios públicos y privados, conjuntos residenciales y de ocio, iglesias, mezquitas, kioscos, panteones funerarios y pabellones expositivos se contaminaron de una tendencia arquitectónica que buscaba recrear “vuelos de fantasía y distinción social para sus propietarios”, según señala el historiador del arte de la Universidad de Granada.
El arte neoárabe de raíz española encontró su mejor escaparate en las exposiciones universales, donde se convirtió en la seña de identidad de España en numerosas ediciones. Tal fue la reiteración abusiva del estilo andalusí por parte del pabellón español que en la Exposición de París de 1900, Madrid optó esa vez por un diseño neoplateresco creado por José Urioste. Cuál fue la sorpresa que la gran atracción de aquel año resultó ser el montaje escenográfico L’Andalousie au temps des maures, proyectado por el arquitecto francés Dernaz.
Los edificios de aire andalusí se sucedían por todo el continente. La comunidad española se decantó por el estilo neoárabe en sus clubes y casas nacionales como signo identitario del país que habían dejado atrás. El Club Español de Iquique (Chile) fue concebido y construido en 1904 por el arquitecto Miguel Retornano en estilo morisco. El Centro Español de Panamá eligió un edificio ecléctico que integraba rasgos góticos con ornamentos islámicos, donde destacaban los arcos polilobulados, típicos del arte omeya cordobés. Todo presidido, por supuesto, por el escudo español. También en Argentina, el Club Español de Buenos Aires, edificado en 1912 por el arquitecto Enrique Faulkers, incluyó un Salón Alhambra, para fiestas y banquetes, cuyas paredes reproducían una panorámica de Granada desde el mirador de San Nicolás.
El Club Español de Buenos Aires, edificado en 1912 por el arquitecto Enrique Faulkers, incluyó un Salón Alhambra cuyas paredes reproducían una panorámica desde el mirador de San Nicolás
Cuba, Puerto Rico, Barranquilla, Maracaibo, Puebla, Costa Rica y decenas de localizaciones americanas se llenaron de edificaciones neoárabes, que reproducían ensoñaciones exóticas, ejecutadas no siempre con rigor, que mezclaban motivos ornamentales andalusíes con turcos, persas o saudíes. La burguesía se rodeó de aderezos neoárabes como signo de lujo y prestigio social. Dos de los primeros palacetes familiares catalogados por Rodrigo Gutiérrez imitan la Alhambra. El primero fue construido en 1862 en la calle Compañía de Santiago de Chile y el salón de fumadores del Palacio de Catete se inauguró en Río de Janeiro en 1858.
Uno de los últimos descubrimientos registrados por el especialista de la UGR es un panteón familiar del cementerio de Resistencia (Argentina), de donde es oriundo el propio investigador. El mausoleo pertenece a la familia Moselli Erut Arab, de procedencia árabe, e incorpora tres arcos polilobulados con una cúpula de estilo islámico. El propio Patronato de la Alhambra organizó en 2017 una exposición en Granada que recogía una docena de imitaciones sudamericanas del gran palacio nazarí.
Cuba, Puerto Rico, Barranquilla, Maracaibo, Puebla, Costa Rica y decenas de localizaciones americanas se llenaron de edificaciones neoárabes, que reproducían ensoñaciones exóticas
Aunque la moda de arquitectura andalusí decayó considerablemente a partir del primer tercio del siglo XX, aún hoy se siguen erigiendo edificios de estilo neoárabe, principalmente mezquitas promovidas por la comunidad musulmana americana. “Entonces se denominaba Alhambra a cualquier rasgo islámico, ya fuera perteneciente a la Mezquita de Córdoba o a la Giralda de Sevilla”, precisa Gutiérrez Viñuales. El estilo se popularizó como alhambrismo y nombraba no únicamente al arte andalusí sino también al oriental o simplemente, y de forma genérica, al islámico.
La Giralda tuvo una réplica en Nueva York y fue durante años una de las torres más altas de la ciudad, hasta que en la primera década del siglo XX fue demolida. De su existencia aún queda una profusa huella gráfica en internet. No fue la única copia del alminar almohade hispalense. En América se irguieron una decena de Giraldas, principalmente en EEUU, según ha estudiado detalladamente el profesor de Historia del Arte Francisco Javier Recio.
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