Enemigos íntimos del PSOE

Los socialistas andaluces, que abominan del fichaje de Irene Lozano por sus «insultos» a la Junta, dan por zanjada la crisis. Años antes a otros socialistas también les dolió el fichaje de Rosa Aguilar

20 oct 2015 / 08:02 h - Actualizado: 20 oct 2015 / 08:48 h.
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El PSOE es un partido de vocación federal, con pretensiones de tener el mismo objetivo y discurso en todo el país, pero en un país donde abundan los localismos. El PSOE andaluz de Susana Díaz, tras ganar cuatro elecciones seguidas y discutir el liderazgo de Pedro Sánchez, es el más localista de todos los PSOE andaluces que han existido, y ahora está molesto porque el secretario general del partido ha fichado a Irene Lozano como número cuatro de la lista por Madrid. En su labor de oposición en el Congreso, la exdiputada de UPyD «insultó» a los socialistas andaluces, dicen. «Cuando uno está en el poder demasiado tiempo, se acostumbra a unas prácticas muy semejantes de política corrupta. El PP considera que Madrid es su cortijo y el PSOE cree que Andalucía es su cortijo», había dicho Lozano. El diario de sesiones del Congreso está lleno de dardos de Lozano contra el PSOE. A Díaz no le gusta nada. Pero es que años antes, a otros socialistas andaluces les gustó mucho menos que el entonces presidente de la Junta, José Antonio Griñán, metiera en su gobierno a un referente de IU como Rosa Aguilar, que también había «insultado» al PSOE. Y poco después, a otros veteranos socialistas les gustó menos aún ver a Aguilar convertida en ministra del último Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

La historia socialista de la cordobesa —hoy consejera de Cultura del Ejecutivo de Díaz— puede servir de faro a Irene Lozano. Hay claras similitudes y grandes diferencias.

En 2009, Aguilar dejó la Alcaldía de Córdoba, donde llevaba 10 años gobernando, y abandonó el partido en el que había militado desde los 17 años para convertirse en miembro de un Gobierno socialista. Fue un terremoto político tanto para muchos socialistas de la vieja guardia como para muchos comunistas. Los primeros enseguida recordaron las duras críticas que Aguilar había vertido en los noventa, siendo portavoz de su grupo en el Congreso, contra el PSOE y Felipe González, a quien vinculó insistentemente con el GAL y la guerra sucia contra ETA. «No olvido que Rosa fue a sangre y fuego contra el PSOE», dijo la exministra de Cultura Carmen Calvo, que en 2011 se negó a compartir con ella la lista electoral por Córdoba en las generales.

Tampoco sus excompañeros en IU reprimieron las críticas. El entonces coordinador andaluz de IU, Diego Valderas, dijo que no le había sorprendido que Aguilar «cambiara de chaqueta», «porque hacía muchos años ya que actuaba más próxima al PSOE que a IU». En efecto, a diferencia de Lozano, que hasta hace dos días arremetía contra Manuel Chaves en el Congreso por su vinculación en el fraude de los ERE, Aguilar había emprendido un lento acercamiento al PSOE: moduló sus ataques, relativizó sus críticas, incluso llegó a votar a una senadora socialista en las generales de 2008, y poco a poco fue dejándose querer por el eterno rival de la izquierda, lo cual le valió el apodo de «pastelera» por parte de sus compañeros comunistas. Aguilar se fue de IU o la echaron, según con quién se hable, pero cuando llegó al PSOE ya no era enemiga acérrima.

Más allá de las diferencias políticas, Rosa Aguilar era amiga de Griñán, y éste la tenía en muy alta estima personal y profesional. Fue, igual que Lozano para Sánchez, una apuesta personal del presidente, que también intentó captar a otra destacada comunista y amiga, Concha Caballero, exportavoz parlamentaria de IU. Aquella fue la breve etapa de Griñán como adalid de la meritocracia, cuando compuso un primer Gobierno de tecnócratas e independientes, al margen de la poderosa influencia del aparato orgánico del PSOE.

Rosa Aguilar entró en el Ejecutivo socialista de Griñán como independiente, igual que Lozano. No fue hasta años después que la exalcaldesa de Córdoba se hizo el carné del PSOE, lo cual le sirvió para ir en las listas del partido por Córdoba en 2011, cuando se produjo aquel desencuentro con Carmen Calvo. «No me afiliaré nunca al PSOE y creo que los compañeros socialistas lo entienden», había dicho dos años antes.

En política, todo tiene matices, pero cuando alguien cambia de camiseta, la lectura no es muy distinta a la que se hace en el fútbol: a nadie le gusta, ni al equipo que ve cómo uno de los suyos se pasa al rival, ni al que recibe como «fichaje estrella» a uno de sus rivales. Suele ocurrir, además, que el nuevo huye de un barco que se hunde (UPyD) o que lleva años a la deriva (IU), y se engancha a un partido más estable, poniéndose por delante de muchos de sus militantes y cargos medios, para enseguida ocupar un puesto de relevancia: la consejería de Obras Públicas, el Ministerio de Medio Ambiente, el número cuatro en las listas por Madrid... Todos los análisis terminan hablando de «deslealtad», cuando no de «transfuguismo».

El malestar de algunos socialistas con el fichaje andaluz de Rosa Aguilar hizo que, al final, ésta acabara anunciando que pediría «disculpas» a Felipe González por haberle vinculado a los GAL. A Lozano también le han exigido que se retracte de lo dicho, que pida perdón. Pero de momento la exdiputada de UPyD evita disculparse, e insiste en que ha llegado al PSOE como independiente y no piensa afiliarse. El número dos del PSOE-A, Juan Cornejo, dio ayer por zanjada la polémica. La federación andaluza ha protestado, luego ha votado diligentemente la lista de Pedro Sánchez y «ahora toca mirar al frente», dijo Cornejo. Las elecciones son en dos meses.