La Junta apuesta por limitar los móviles en las aulas, pero sin mojarse

El Gobierno andaluz enviará el lunes una circular a los centros, pero Juanma Moreno ya ha advertido de que irá “de la mano de la comunidad educativa”, que es dejar las cosas como están

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, en un acto reciente. EFE/ Mariscal

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, en un acto reciente. EFE/ Mariscal / Álvaro Romero

Álvaro Romero

En pleno debate social sobre la conveniencia o no de que los estudiantes de Secundaria y Bachillerato tengan que usar sus móviles en clase, el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno (PP), por fin tocó el asunto ayer, en la primera sesión del debate sobre el estado de la comunidad. Algunos medios de comunicación no tardaron en anunciar la inminente prohibición o el uso limitado de los teléfonos móviles en las aulas. Pero es que entre una cosa u otra es exactamente donde se sitúa el debate en las comunidades españolas como Andalucía que dejan la decisión en manos de cada centro. Otras comunidades autónomas de nuestro país, como Castilla La Mancha –desde 2014- y últimamente Galicia y Madrid sí han señalado claramente, desde la administración, cuáles son los límites del móvil en los institutos. Pero a la luz de lo dicho por el presidente del Gobierno andaluz, la situación no parece que vaya a cambiar aquí, porque aunque el próximo lunes llegue a los institutos una circular de obligado cumplimiento, como se ha anunciado, habrá que esperar a leer lo que exprese literalmente esa carta. De momento, lo que sí ha dicho Moreno es que los teléfonos móviles como tales no se prohibirán dentro de las aulas, sino que la comunidad educativa decidirá qué uso se le da en el interior de las mismas con un respaldo normativo. El Gobierno andaluz piensa aprobar un plan de prevención de adicciones para menores y adolescentes, con especial atención a los móviles, pero también al cannabis, a las bebidas energéticas y a las vapeadores.

En definitiva, el temor político a los móviles –generado tras el debate de los propios padres, tan candente- sigue siendo un asunto relacionado con la salud y con la violencia; con el ciberbullying y con la pornografía, pues el debate no gira en torno a las ventajas o inconvenientes del uso del móvil en el ámbito académico y con criterios pedagógicos, sino sobre todos esos problemas que estos dispositivos tecnológicos generan en la vida –no necesariamente en las aulas, aunque también- de los menores. Los móviles se incluyen, por tanto, en el mismo paquete de las bebidas energéticas y los vapeadores, en el plan de prevención de las adicciones en la infancia y adolescencia que se pondrá en marcha previsiblemente el próximo año. El presidente de la Junta ha defendido su “máxima implicación” con todo lo que “impulse el desarrollo pleno y el bienestar de niños y jóvenes” y ha insistido en que irá “siempre de la mano de la comunidad educativa”, máxime en un contexto de “incremento de la violencia entre jóvenes y adolescentes”, por lo que se ha felicitado por la creación de un grupo de trabajo en el Parlamento andaluz sobre la protección de los menores ante el acceso a la pornografía en Internet.

Hoy por hoy, la preocupación de los docentes, aunque incluye estos extremos, no solo va por tales derroteros, sino por las ventajas o desventajas que a los estudiantes les reporta el uso de los móviles durante su horario escolar, sobre si el móvil es realmente una imprescindible ventana informativa en este mundo globalizado o una distracción. Hace años que esta cuestión se ha dejado en manos de los centros educativos, que a través de sus planes de centro regulan –siempre en la teoría- toda una serie de excepciones en las que sí se puede usar el móvil en clase: prácticamente cuando así lo exija la materia y así lo decida el profesor de turno. En la práctica, por tanto, la mayoría de los institutos andaluces tienen prohibido el móvil, pero resulta que son tantas las excepciones –en asignaturas de todo tipo- que la inmensa mayoría de su alumnado convive a diario en clase con el móvil en el bolsillo. Sindicatos, asociaciones de profesores y equipos directivos llevan años reivindicado que la decisión venga de arriba.

Ponerle “puertas al campo”

Para colmo, en el debate sobre los móviles en clase también intervienen las miradas o los intereses políticos por diferenciarse del adversario. La ministra de Educación, Formación Profesional y Deportes, Pilar Alegría (PSOE), descartó la semana pasada, prohibir los móviles a los adolescentes al afirmar que eso sería como querer “ponerle puertas al campo” y abogó, en una entrevista en la cadena SER en la que se le preguntaba por la iniciativa de un grupo creciente de padres que piden la prohibición de los móviles a los adolescentes en clase, por educar en el uso racional de las nuevas tecnologías. “Más que prohibir, hay que educar en el uso racional de las nuevas tecnologías”, insistió la ministra, al señalar asimismo la necesidad de que se establezca “un ejercicio de cogobernanza y de colaboración del sistema educativo, pero también con las familias” para ver “cómo mejorar o cómo establecer que esa relación de los jóvenes con esas nuevas tecnologías sea mucho más prudente, mucho más segura”, lo cual es como subrayar que la decisión de móvil sí o móvil no no debe ser competencia exclusiva de los gobernantes. Además, Alegría recordó que desde el Ministerio ya se están dedicando fondos europeos para mejorar la formación y la competencia del profesorado en nuevas tecnologías. “Creo que lo importante no es única y exclusivamente eliminar o imponer medidas coercitivas, porque además mi hija me ve demasiado tiempo con el móvil en la mano, sino hacer también un ejercicio de prevención y de educación y de responsabilidad”, concluyó.

Por su parte, la semana anterior fue la propia consejera de Desarrollo Educativo y Formación Profesional de la Junta de Andalucía, Patricia del Pozo (PP), la que dijo que su Consejería estaba “dialogando” y “analizando la cuestión del uso de móviles en las aulas andaluzas por parte de los alumnos “por si hubiera que tomar alguna otra decisión”, aunque, al mismo tiempo, insistió en que los centros “tienen autonomía para decidir el uso de los móviles” y que confiaba “en su buen hacer”. Del Pozo subrayó que “por regla general, en el ámbito de la autonomía de los centros, la decisión es la de no usar los móviles dentro del centro educativo” e insistió en que confiaba “plenamente en la autonomía de los centros y en su buen hacer y toma de decisiones en torno a este tema”.

En Europa sí es un tema educativo

Aunque el debate de los móviles aquí es, pues, un tema más bien de salud, en muchos países europeos sí es un tema educativo. Los países escandinavos, por ejemplo, después de haber abanderado las vanguardias tecnológicas en las clases, han vuelto a apostar por la escritura a mano y los libros de texto. Holanda, por su parte, ha decidido prohibir el uso de móviles, tabletas y relojes inteligentes en clase a partir del próximo 1 de enero de 2024, según anunció este verano el ministro de Educación holandés, Robbert Dijkgraaf, para evitar distracciones en clase. “Aunque forman parte de nuestras vidas, las clases no son su lugar”, explicó el ministro holandés.

La prohibición del uso del móvil en clase se extiende cada vez más por otros países europeos, como Italia, que fue pionera en esa prohibición hace bastante más de una década. También Francia terminó prohibiendo los móviles en clase al incorporarse esta medida, en 2018, al Código de Educación. En el Reino Unido no hay un bloqueo en sí, pero casi todas las escuelas lo tienen prohibido.

En 2015, la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres concluyó que el uso del móvil afectaba de manera especial a los alumnos con bajo rendimiento. Y también la Universidad de Harvard se ha mostrado a favor del bloqueo, si bien deben ir acompañados de políticas de ayuda a los alumnos.

Un reciente estudio del Instituto Nacional de Estadística (INE) asegura que uno de cada cuatro niños de 10 años dispone ya de un teléfono móvil y, al cumplir los 11, ya lo tiene la mitad. En estos últimos años, en muchos municipios de Sevilla y provincia se ha extendido la costumbre de que el regalo estrella más habitual para quienes hacen la Primera Comunión (9-10 años) sea precisamente un móvil.