Son y están

«Participo en el reto genómico de hallar más rápido las dianas terapéuticas de las enfermedades»

Elena Navarro Guerrero. Jefa de Genómica Funcional de la Universidad de Oxford y en la empresa Exscientia. Tras su formación en Biotecnología desde la Olavide y su tesis sobre células madre desde el Instituto de Biomedicina de Sevilla, ha progresado durante seis años en Oxford y ha sido elegida para impulsar el programa Xcellomics en pos de de hallar más rápidamente dianas terapéuticas en el glioblastoma, un cáncer que se genera en el cerebro o la médula espinal.

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
12 jun 2022 / 04:00 h - Actualizado: 12 jun 2022 / 04:00 h.
"Son y están"
  • Elena Navarro Guerrero, en el laboratorio de la Universidad de Oxford donde investiga. / EL CORREO
    Elena Navarro Guerrero, en el laboratorio de la Universidad de Oxford donde investiga. / EL CORREO

De Sevilla a Oxford. Y desde Oxford participando muy activamente en un ambicioso proyecto de investigación, Xcellomics, merced a la alianza entre la famosa universidad y la empresa biotecnológica Exscientia. Abierto a la comunidad científica internacional para explorar, identificar y avanzar rápidamente en nuevas dianas farmacológicas, aunando los ensayos de cribado predictivos en laboratorio mediante la secuenciación genómica del funcionamiento celular, y las nuevas capacidades en el diseño de medicina personalizada con el uso de herramientas de inteligencia artificial. En ese reto está implicada la almeriense Elena Navarro Guerrero, que lleva seis años en Oxford al igual que su pareja, el sevillano Manuel García Moreno, quien consiguió una beca del programa Marie Curie de la Comisión Europea para proseguir en dicha universidad británica sus investigaciones sobre virología. Tienen una niña de dos años de edad.

¿Cuáles son sus raíces?

Nací en Almería hace 35 años. Mis padres son maestros, trabajaron en ello desde que ganaron las oposiciones, se han jubilado a los 60 años de edad. Somos dos hermanos, él tiene 16 meses más que yo, hizo la carrera de Ingeniería de Caminos y trabaja en Canadá. Toda mi infancia y adolescencia la viví en Almería, hasta que en el 2005 me fui a Sevilla a estudiar la carrera de Biotecnología, entonces era la única ciudad andaluza donde se podía cursar.

¿Qué le impulsó a dedicarse a esta temática?

Cuando era adolescente ya me gustaban mucho la biología, la genética, la química, eran materias que me apasionaban. En segundo de Bachillerato, descubrí que que la Biotecnología era una carrera nueva, con muchas salidas profesionales. Y me esforcé por obtener en selectividad una nota de corte muy alta, porque es de las carreras con mayor dificultad para conseguir una plaza. Una vez comencé en la Olavide, me reafirmé en el acierto de la elección. Más de la mitad de los profesores además hacían investigación, te enseñaban sus experimentos, te transmitían la pasión por dedicarte a la ciencia.

¿Aprovechaba los veranos para iniciarse en laboratorios?

Sí, en el verano de 2008 estuve en la Universidad de California – San Francisco, en el departamento de Ciencias Reproductivas, Ginecología y Obstetricia, con el investigador español José A. Horcajadas. Y en el verano de 2009 estuve en el Centro Andaluz de Biología y Medicina Regenerativa (Cabimer), en Sevilla, en el laboratorio de terapia celular en neuropatologías, con el investigador Manuel Álvarez Dolado. Además, aprendí mucho en la Olavide como alumna interna durante el curso 2008-2009 en el laboratorio de Neurociencia Celular y Plasticidad, con el investigador Antonio Rodríguez Moreno.

¿Cómo le dio continuidad a su vocación investigadora tras concluir la carrera?

Logré una beca de formación de personal investigador que aunaba máster y doctorado, y entré en el Instituto de Biomedicina de Sevilla, donde el investigador Ricardo Pardal me dirigió la tesis, que presenté en 2015, dedicada a las células madre del cuerpo carotídeo adulto, un órgano quimiosensor derivado de la cresta neural, que permite la adaptación a la hipoxia crónica mediante neurogénesis y angiogénesis. Ambos procesos son resultado de la actividad de una población de células madre neurales que residen en este nicho germinal.

¿Fue muy difícil dar el salto a Oxford?

Durante el periodo de elaboración de la tesis ya sufrí la precariedad de la ciencia en España, porque no llegaba financiación al grupo de investigación donde estaba empezando, y solo podía tener contrato de seis meses sin muchos visos de continuidad. Cuando terminé la tesis, y como sabía que mi pareja quería entrar en Oxford, gestioné hacer el posdoctorado en Oxford. Pasé varias entrevistas y me aceptaron, empecé en Medicina, con un puesto de asistente a la investigación. En junio de 2022 se cumplen seis años de mi llegada a Oxford, estoy muy contenta, y he ido subiendo de posición como investigadora.

¿En qué está especializado el laboratorio del que forma parte?

Estoy en el High Throughput Screening Lab, es un laboratorio de análisis genético, dirigido por el norteamericano Daniel Ebner. Para encontrar dianas terapéuticas, hacemos dos tipos de análisis de alto rendimiento: análisis genéticos y análisis de compuestos químicos para fármacos. Por ejemplo, de todo el genoma, o de 80.000 compuestos. Me dedico a la línea de análisis genético. La herramienta que usamos para analizar el genoma es la conocida por las siglas Crispr. Son fragmentos de ADN repetitivos que las bacterias usan para defenderse de los virus invasores. Son como una memoria inmunológica que guardan la huella molecular de los virus en el ADN de las bacterias. Con ella estudiamos qué función tienen los genes del genoma. Hacemos un análisis de todo el genoma en diferentes modelos, para encontrar dianas terapéuticas o qué genes están implicados en una enfermedad, o qué genes están implicados en la respuesta a los compuestos de un fármaco.

¿Qué ventaja aporta Crispr, de la que cada vez se habla más?

Está revolucionado la investigación, tanto en la biomedicina como en otros campos, y forma parte de la revolución de la biomedicina. Es una herramienta de edición genética que se puede utilizar en cualquier laboratorio con conocimientos básicos de biología molecular. Con la proteína Cas9 es más fácil cortar la secuencia del ADN, y con menor coste. Unos 50 euros por muestra, mientras que con otras herramientas cuesta 200 euros por muestra. El Crispr aún está en evolución, lleva diez años en los laboratorios y tiene errores de inespecificidad. Por eso no es totalmente segura aún para usarla en enfermedades. Porque también tiene la opción de cortar una secuencia y pegarle la que quieras en aras de arreglar la mutación que haya en un gen que esté produciendo una enfermedad. Lo que hacemos con el Crispr en laboratorio es intentar encontrar qué genes son los responsables de la enfermedades, para intentar hallar un fármaco que consiga tratar esa enfermedad.

Resuma lo que hace en su laboratorio mediante Crispr.

Tenemos una librería de aproximadamente 70.000 guías de ARN para hacer inactivación o activación de todos los genes de humano. Esa guía dirige al lugar exacto en el que se produjo el cambio en el ADN. Cada célula tiene una mutación distinta. Hacemos secuenciación genómica, extraemos el genoma de la célula, analizamos qué tipo de guías hay en cada célula para saber qué genes han sido mutados. A través de eso, podemos saber qué genes intervienen en el modelo que estamos estudiando. Ya sean en respuestas del sistema inmune, qué genes intervienen en esas respuestas, qué genes intervienen en la producción de insulina para diabetes, qué genes intervienen en la acumulación de lípidos en obesidad, etc.

¿Eso permite establecer las dianas terapéuticas?

En cada experimento, a lo mejor tienes 500 genes. Todos son validados, y se ve qué están regulando esos genes, qué proteínas están produciendo, en qué rutas intervienen... A través de todo eso, se buscan compuestos que regulen esos genes. Una vez que se sabe la diana, ya puedes buscar una terapia.

¿Sus investigaciones ya se aplican en alguna terapia?

Aún no. Nuestros trabajos han de publicar resultados en artículos científicos, y ya tenemos varios. Desde que hacemos los análisis hasta que se publican, hacen falta tres o cuatro años de trabajo para culminar el proceso. Y para que después se materialicen en una terapia, son necesarios hasta diez años.

¿Está centrada en aplicar su investigación a alguna enfermedad en concreto?

Sí, estamos empezando con la empresa Exscientia, especializada en inteligencia artificial, el proyecto Xcellomics, centrado en el gliobastoma, un tipo de cáncer agresivo que se genera en el cerebro o la médula espinal. Estamos trabajando en una investigación sobre adipocitos, en el tejido adiposo, genes implicados en la obesidad. Analizamos la acumulación de lípidos en la célula, que pudiera ser, a través de la obesidad como síntoma, influencia solo en la diabetes sino también en cáncer. En años anteriores he estado dedicada a varios proyectos relacionados con el cáncer. Estudiando proteínas que intervienen en la reparación del daño del ADN, son las que, en un proceso cancerígeno, necesitan ser moduladas para impedir que las células cancerígenas proliferen.

¿De qué modo está vertebrado el programa Xcellomics?

Es una colaboración entre Exscientia, enfocada hacia las dianas terapéuticas, y el Target Discovery Institute, de la Universidad de Oxford. La finalidad es llevar a cabo cribados genéticos (librerías Crispr) o farmacológicos (librerías de compuestos) para descubrir dianas terapéuticas en enfermedades. La primera parte de la colaboración se centra en las áreas de oncología, inmuno-oncología e inmunología. Posteriormente se estudiarán otras patologías. Cualquier investigador puede enviar su proyecto, ya sea de la Universidad de Oxford o de la de Hong Kong, y será evaluado por el comité científico, del cual formo parte. El comité evalúa propuestas cada tres meses. Si el proyecto es aprobado, se financiará y se realizará en mi laboratorio, en el que estamos implicados cinco investigadores. Los resultados y patentes serán propiedad del investigador que propuso el proyecto y también lo serán de Exscientia.

¿Cómo se articula la vinculación profesional a la vez con la universidad y con la empresa?

Mi contrato lo gestiona Oxford, como jefa de Genómica Funcional para Exscientia, la empresa le paga a la universidad, y ésta me paga a mí. Sigo siendo trabajadora de la universidad. Y físicamente continúo trabajando desde mi puesto, aunque la empresa también está radicada en Oxford. Se trata de aplicar los conocimientos y protocolos que ya hemos desarrollado, y hacerlo en proyectos que le interesan a Exscientia, en cuyo comité tenemos voz y voto para proponer, para determinar qué es factible, qué es más interesante. Es mi primera experiencia de trabajo con una empresa y me está permitiendo conocer ambos mundos para el común objetivo de hallar más rápido las dianas terapéuticas de las enfermedades.

¿El teletrabajo se ha normalizado en la dinámica de investigación científica?

Sí. En la actualidad, estoy la mitad del tiempo en el laboratorio, haciendo las labores que son manuales, y la otra mitad trabajando en casa desde el ordenador, analizando las imágenes obtenidas desde el microscopio, además de toda la labor de análisis de datos, videoreuniones, comunicaciones por correo electrónico, etc. Durante la pandemia, nos turnábamos para ir al laboratorio, no podían coincidir a la vez más de tres personas. Unos íbamos a las 7 de la mañana y otros a las 7 de la tarde.

¿Es muy caro vivir en Oxford?

En general, los precios son muy altos. Lo peor es el coste de la vivienda. Hemos vivido de alquiler durante cuatro años, pagando unas 1.100 libras (1.280 euros) por un apartamento de menos de 50 metros cuadrados y un solo dormitorio. Tras nacer nuestra hija, nos embarcamos en hipotecarnos y comprar una vivienda de dos dormitorios, nos mudamos hace 14 meses.

En el ecosistema de Oxford, hay universidades, empresas, centros científicos. ¿Cómo se valida el rendimiento de quien investiga, si cumple o no las expectativas, y cómo se promociona para darle más responsabilidades y recursos?

La gran finalidad académica en la Universidad de Oxford es primero formar y después la promoción de quien aprende e investiga. Quien te supervisa, quien es el jefe de tu grupo, tiene contigo reuniones periódicas, y además en el día a día va observando tu progresión. Con esa mentalidad, en muchos grupos son los jefes quienes ayudan a los que destacan para que se presenten como candidatos en otro laboratorio, consigan otro trabajo y progresen. Otra de las cualidades que me encanta de esta universidad es la gran cantidad de cursos de formación que ofrece, gratuitos o al precio simbólico de 50 libras. Los hay de todo, desde cómo usar el programa informático Power Point, al curso gratuito en el que estoy ahora, es de secuenciación genómica.

¿Es fácil cambiar de puesto de trabajo?

Cada vez más hay movilidad laboral tanto desde el ámbito académico a la industria, como desde la industria a la academia. Antiguamente, quien dejaba la universidad ya no volvía a ella. Ahora está aceptado trabajar dos, tres o cinco años en una empresa, y que después te contrate la universidad, que se beneficia de tu creciente experiencia.

¿Cómo está afectando el 'brexit' a las universidades y centros de investigación?

Tal como preveíamos, se ha reducido notablemente el número de investigadores europeos que aspira a los muchos puestos de trabajo que van surgiendo en universidades como Oxford y su entorno. Y también es llamativa la cantidad de gente europea que se ha marchado, por miedo a la incertidumbre sobre el estatus de residente para trabajar, sobre posibles restricciones a entrar y salir, por miedo a una reducción del nivel de bienestar en el país. En cambio, sigue siendo muy atractivo para personas de Asia, de Estados Unidos, de Suráfrica, etc. Son asiáticos más de la mitad de las personas que aspiran a los contratos de trabajo para investigación científica. El 'brexit' mengua la capacidad de atraer talento y generar excelencia, y obliga a universidades como Oxford a hacer un esfuerzo para mantenerse entre las cinco mejores del mundo. Mi marido y yo no hemos sufrido ningún perjuicio ni en el trabajo ni en la vida cotidiana. Como todos quienes vivíamos en el Reino Unido antes del 'brexit', si aún no llevábamos cinco años, tuvimos que pedir un permiso de pre permanencia. Cuando cumplimos cinco años de estancia, solicitamos el trámite obligatorio de pedir un permiso de residencia permanente, y nos lo dieron automáticamente.

¿Cuáles son sus objetivos a medio y largo plazo?

Quiero seguir varios años en este puesto y en esta colaboración con Exscientia. Porque son proyectos de investigación que necesitan uno o dos años para dar resultados. Después, dentro de tres años, tendré que plantearme cómo seguir progresando. Porque la estructura de la universidad es muy piramidal. Estoy muy a gusto en Oxford, y en un laboratorio donde mi función es la segunda del organigrama a las órdenes de mi jefe. Si quiero avanzar a nuevas metas, seguramente tendré que cambiar, quizá en una empresa. En mi mente siempre está volver a España. Echo mucho de menos a mi familia. Será complicado retornar porque mi marido y yo nos dedicamos a la investigación, se trataría de conseguir dos empleos.