Las arrugas de Frankenstein

La protesta de la actriz Inma Cuesta por la deformación de su imagen vía Photoshop ha vuelto a colocar en la picota un remedio útil y eficaz, pero cómplice en la construcción de una realidad falsa y monstruosa sobre la estética

16 nov 2015 / 18:29 h - Actualizado: 16 nov 2015 / 18:30 h.
"Tecnología","Fotografía"
  • Esta fotografía se retocó con Photoshop ya que Soledad Bayón se había operado de una muela y tenía la cara hinchada. / César Gil
    Esta fotografía se retocó con Photoshop ya que Soledad Bayón se había operado de una muela y tenía la cara hinchada. / César Gil
  • Ni un solo retoque en esta foto donde la modelo sale tal cual es. / César Gil
    Ni un solo retoque en esta foto donde la modelo sale tal cual es. / César Gil

Niña, ponme un poquito de Photoshop, que salgo muy gorda». Como si fuese a granel pide mi tía Carmelita que la retoquen cada vez que sacamos una foto de familia con motivo de alguna fiesta de guardar. No es que mi tía no oculte que hace uso del programa informático: es que lo exige, claro que ella no vive de su imagen como Inma Cuesta o Kate Winslet. Ambas actrices, la española y la británica, han saltado a la palestra en los últimos días para mostrar su rechazo al editor de fotos alegando responsabilidad social, la de defender los cánones de belleza naturales, los de la mujer real. Pero entre la declaración de intenciones de una y la otra existe una ligera diferencia. La protagonista de Titanic ha introducido una cláusula anti-Photoshop en su publicidad con una conocida marca de cosmética francesa. Los retoques en sus instantáneas serán limitados. Sin embargo la valenciana airea sus quejas por las redes sociales cuando la publicación ya está en la calle, coincidiendo con el lanzamiento de una película y sin decir si tomará medidas de cara a sus futuros trabajos. ¿Estamos ante una estrategia publicitaria? Quizás. Y es en esto precisamente en lo que se asienta el debate, en la publicidad.

«Las marcas tienen que vender. No venden la imagen de una mujer, venden su producto». Muy claras tiene las ideas Samuel Sánchez, publicista de Colectivo Miga «El error no está en el diseñador, sino en la agencia o en el cliente, que necesita alterar su producto para venderlo». Porque las líneas entre realidad y ficción también son desdibujadas por estos programas. «Si un diseñador muestra fotos muy retocadas en su catálogo yo deduzco una cosa, ese traje no queda bien». Así de tajante se muestra Soledad Bayón, una joven modelo defensora acérrima de la naturalidad. «Soy muy crítica. No quiero engañar al público. Solo una vez he pedido que modificaran una foto mía y fue porque me operaron de urgencia de una muela, tenía un flemón enorme y había que sacar adelante el trabajo».

Cinturas minúscula, piernas eternas, pieles inmaculadas,... la técnica ha sido capaz de crear la imagen de un ser humano perfecto. «Se está defendiendo un canon de mujer que no existe. Las medidas 90-60-90 son medidas imposibles, para obtenerlas tienes que alimentarte de agua». Exclama Soledad con el ceño fruncido «Los diseñadores buscan una mujer recta para que la prenda se vea más lisa, no quieren arrugas. Pero la mayoría de las clientas no son como las modelos. Después, los trajes que hacen para el catálogo se les quedan colgados, no los pueden vender».

Parece que todo se resume en una cuestión de ventas, pero hay que tener en cuenta otro factor: la responsabilidad social. Trastornos alimenticios, consumo de anabolizantes, tanorexia... son consecuencias de la era del culto al cuerpo en la que vivimos. Nuestra modelo confiesa: «Yo me como mis helados, mis hamburguesas. Tengo la suerte de ser alta. No tengo un cuerpo perfecto ni lo quiero tener». Pero ese cuerpo perfecto existe, al menos en el papel e influye en los consumidores. Samuel Sánchez se ajusta las gafas y reflexiona: «Los estereotipos son la suma de retoques fotográficos durante muchísimo tiempo. Es una idealización que nace de las artes, de la pintura, del cine, la televisión... Todo lo que genere una imagen pública tiene una repercusión social, influye en nuestra manera de consumir, en la forma de hablar en nuestro ánimo». «Cómo afecta una serie de televisión a nuestra vida depende del nivel cultural de la persona. Si su círculo es más bajo, la repercusión será mayor que la que tenga sobre una persona con la cabeza más amueblada».

«El otro día, escuché por casualidad la conversación de una modelo. La chiquilla le contaba a un amigo, encantada, que en su última sesión de fotos no le habían hecho «licuar». Es un término muy técnico ¿Cómo sabe esa niña qué es eso?» El fotógrafo Ernesto Villalba me cuenta la anécdota entre sorprendido y divertido. «Es una aplicación de Photoshop que sirve para mover cosas, como un dedo. Puedo empujar para estrechar una cintura, o agrandar un pecho».

¿Un fotógrafo que retoca sus imágenes es un mal fotógrafo? «Todos los fotógrafos retocan sus fotos», sentencia Ernesto, quien establece dos categorías entre los foteros que no se dedican a la prensa informativa. «Utilizo Lightroom, es el programa básico de Adobe que sirve para corregir la luz o el color. Es como utilizar diferentes películas cuando se trabaja con carrete. La realidad no se altera. Y, por otro lado, están quienes captan la realidad para crear una nueva. Utilizan un cuerpo de base para empezar a trabajar. Con Photoshop lo modifican, añaden fondos, nuevos elementos». «Para mí la foto es cruda, la que sale de la cámara. Lo otro no es una fotografía, es una imagen creada como Frankestein, con trozos de muchas cosas. Y estas imágenes llegan a dos lugares, si están en el terreno del arte llegan a los museos, sin son para vender se llaman publicidad».

Para el fotógrafo el problema no es el uso, sino el abuso del retoque. «No soluciona una mala foto. Una expresión solo la puedes captar en la toma. Si no la has conseguido no la puedes lograr en el retoque. No serás capaz de emocionar, de transmitir». Una teoría que la modelo secunda «Yo he posado sin maquillaje. Como modelo se trabajar así, demostrando lo que valgo y para eso se necesita a un fotógrafo 10».

Pero no demonicemos al programa estrella de la marca Adobe. La edición fotográfica es necesaria para cambiar los formatos y tamaños de impresión de las imágenes, pero también puede utilizarse como una herramienta artística. Basta con mirar los trabajos de la Jane Long, embajadora de la fotomanipulación. Esta artista y fotógrafa australiana crea imágenes surrealistas alterando imágenes reales. Una tendencia que también secunda David LaChapelle, pupilo de Andy Warhol y retratista de rostros famosos con un grotesco y característico estilo.

Claro que no todo es glamour. Las pifias en los retoques fotográficos son comunes y sonadas. Todos los españoles recuerdan aquella felicitación navideña de los reyes Juan Carlos y Sofía con sus nietos recortados y pegados junto al sofá para desearnos feliz 2005. O la última metedura de pata, el ángel de Women’s Secret que este verano era objeto de burla en las redes sociales porque le habían borrado el culo (literalmente). Hay quien peca de inocente o a quien se le va la mano, y crean instantáneas que rayan el esperpento. El blog Photoshopdesastres o la cuenta de Instagram Wephooshoppedwhat se dedica a recopilarlas. Quizás eso sea lo que le falte a los gurús de la publicidad o a los grandes diseñadores, la naturalidad que guarda la risa.