«La historia completa de mis fracasos sexuales»: De la carcajada a pedir la hora

Trabajo de Chris Waitt que va de más a menos y que, partiendo de una muy buena idea, se desinfla hasta el extremo. Una pena de desperdicio

Chris Waitt en una escena del documental. / El Correo / Gabriel Ramírez

Gabriel Ramírez

Los entrenadores de un equipo de fútbol y los aficionados de ese club, cuando el partido que disputa su equipo se pone cuesta arriba, comienzan a mirar el reloj y a solicitar al árbitro, con grandes aspavientos, que dé el partido por finalizado. Porque todo lo que pase, a partir de un momento determinado, será el horror o eso suponen. Curiosamente, esto suele ocurrir cuando el partido comenzó bien y se va poniendo cuesta arriba.

Pues bien, «La historia completa de mis fracasos sexuales» comienza de forma prometedora, con golpes muy graciosos, con la intervención de un narrador más que interesante. Pero sólo hasta la mitad de la película. Luego, todo se desmorona con rapidez y sin posibilidad de mejora. El narrador se hace previsible por reiterativo; el guión no encuentra salidas en giros argumentales que aparten de la evidencia el relato; los golpes de humor dejan de hacer gracia cuando te los muestran por tercera vez consecutiva. Y es una pena porque el documental (que no tiene ningún ánimo de parecer verosímil y encierra desde el principio la duda de lo real) es una idea más que atractiva.

Chris Waitt, el director, se presenta como un auténtico desastre en todos los aspectos. Pero lo que le preocupa es la gran cantidad de novias que han pasado por su vida sin éxito de ninguna clase. Se suma un problema de disfunción eréctil que hace de su vida un pequeño mar de dudas a las que es incapaz de contestar.

Divertidas, muy divertidas, son las reacciones de las que fueron novias de este sujeto; las contestaciones en las entrevistas que les hace el director no tienen desperdicio. Aparece en pantalla la madre de Waitt haciendo de madre y aportando una visión femenina al problema (del lado más próximo al desastroso director). Pero llegado el momento de la verdad, cuando el trabajo tiene que definirse, todo se ancla en un lugar cómodo e irrelevante. La inteligencia, la ironía, el ingenio o lo original se queda en los primeros cuarenta minutos a la espera de un aprovechamiento que no llega nunca.

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El documental se puede ver y pasar un rato aceptable. Pero si el espectador busca seriedad en las respuestas, profundidad en la investigación o algo que se le parezca, mejor que dedique su tiempo a otra cosa. Aquí, lo que encontrará es a un rubio con cara de colgado que intenta materializar una idea transgresora y original sin demasiado éxito.

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