Una Traviata alternativa y envolvente

En única función, el reparto alternativo de este emblemático título operístico logró un espectáculo teatral sobresaliente y de alto nivel musical

Una Traviata alternativa y envolvente / Juan José Roldán

Juan José Roldán

Más que de un segundo reparto, la función de ayer en el Maestranza podríamos calificarla de alternativa, en una doble acepción, literal por contar con voces y batuta diferentes a la del estreno y resto de funciones, y en sentido figurado por constituir más una oportunidad para voces y dirección con menos rodaje y más frágil currículo, que el clásico segundo elenco que se alterna con el principal ante un generoso número de funciones programadas. No era el caso, solo cinco, y no tan seguidas como exige un doble reparto con la intención de permitir descansar las voces, y sin necesidad de cambiar la dirección musical. Tanto el sevillano Manuel Busto como las tres voces principales merecían esa alternativa, esa oportunidad para lucir talento y aptitudes, como de hecho así hicieron. Y lo lograron no solo en el más estricto sentido musical, sino muy especialmente en el teatral, logrando eso que a menudo se pasa por alto y que tanto contribuye al éxito de un espectáculo total como pretende ser la ópera, una conexión con el público que le haga vivir en primera persona las emociones y los sentimientos que entran en juego, y que tienen justamente en La traviata uno de sus mayores alicientes.

Aunque empezó en el coro de niños del Metropolitan, Ashley Galvani Bell no ha cantado todavía en los grandes escenarios operísticos. En su breve periplo destaca una aclamada interpretación de La voz humana de Poulenc, mientras esta no es la primera vez que encarna a Violetta, la trágica protagonista de La traviata. Curiosamente arrancó su intervención con defectos muy similares a los que apuntamos en Nino Machaidze, cierto exceso de vibrato y, en su caso, una voz un pelín estridente. Pero poco a poco fue afianzando su participación con una línea de canto flexible, ganando en presencia y convenciendo conforme su personaje va acumulando emociones y experiencia, y eso que evidenció cierta preocupación por no resbalar en el inclinado escenario del primer acto. Se aclimató perfectamente a la exigente coloratura del primer acto, abordó con tanta emoción como precisión, así como una voz ahora más gruesa y aquilatada, el dramático acto segundo, donde exhibió además una extraordinaria química con su antagonista, Giorgio Germont, incorporado por el joven barítono mexicano Carlos Arámbula con un soberbio maquillaje, cuyo demostrado talento y curtida perfección le permiten ahora pasearse por los teatros europeos. Arámbula clavó su personaje con una actuación teatralmente impecable y una voz de considerable brillo, elegante fraseo y competente proyección, mereciendo la aclamación del público en Pura siccome un angelo y logrando de nuevo convencernos con un Di Provenza il mar de enorme calado sentimental. El final del acto segundo resultó altamente satisfactorio, con los tres protagonistas dando el máximo para lograr una apoteosis canora y transmitir al público toda la fuerza de esta irrepetible partitura.

Tampoco es la primera vez que el tenor mallorquín Antoni Lliteres se mete en la piel de Alfredo Germont, pero su relación con el personaje todavía es muy frágil y por eso resulta sorprendente que lograra unos resultados tan estimulantes como los de la pasada noche. Como Violetta, su Alfredo estuvo también contenido, lo suficiente para no resultar estridente ni sobreactuado, consiguiendo una identificación con su atormentado y caprichoso personaje que saltó fácilmente a las gradas del teatro. A nivel canoro exhibió una generosa proyección, una voz de hermoso timbre y solventes agudos, si bien apreciamos puntualmente alguna incómoda tirantez. De cualquier forma su dúo final con su amada Violetta tuvo el suficiente calado sentimental como para dejar una honda huella en el corazón del público asistente. Aprovechamos aquí para destacar también el trabajo de la joven soprano cubano-puertorriqueña Megan Barrera, cuyo primer premio en el Certamen Nuevas Voces de Sevilla de 2018 le permitió formar parte de este elenco, demostrando con sus breves apariciones poseer una bella voz, con mucho cuerpo y precisión.

Aunque hemos disfrutado en varias ocasiones del talento del joven sevillano Manuel Busto en el Maestranza, fuera como responsable de la Escolanía de Los Palacios o encargándose de la dirección de eventos puntuales confiados generalmente a la orquesta de cámara de la ROSS, e incluso de su trabajo compositivo, la pasada primavera con La mujer tigre, esta es la primera vez que el coliseo le confía la dirección de una ópera, y ha aprovechado la alternativa con muy buena nota. Su trabajo contribuyó también sobremanera a la perfección teatral del espectáculo, procurando en todo momento combinar el respeto a las voces con las inflexiones dramáticas típicas del lenguaje verdiano, a menudo sujetas a subidas y bajadas rotundas de tonos y acentos. A veces no logró su cometido, ahogando las voces en momentos puntuales, pero en general su trabajo fue meritorio y meditado, tan impropio de una batuta todavía novel que hace presagiar de él muy buenas cosas en un futuro inmediato. Todo el resto funcionó al mismo nivel ya apuntado en la reseña de la noche de estreno.

LA TRAVIATA (2º reparto) ****

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2º reparto de la ópera de Giuseppe Verdi en coproducción de Scottish Opera, Welsh National Opera, Grand Teatre del Liceu y Teatro Real, con dirección escénica de David McVicar y musical de Manuel Busto. Con Ashley Galvani Bell, Antoni Lliteres y Carlos Arámbula. Teatro de la Maestranza, viernes 22 de julio de 2022

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