Rufus Wainwright, un renacentista del siglo XXI

Con solo el piano y una guitarra como acompañamiento, el ecléctico artista recorrió su icónica carrera y se metió con ella al público en el bolsillo

Rufus Wainwright, un renacentista del siglo XXI / Juan José Roldán

Juan José Roldán

En julio cumplirá medio siglo, toda una vida acompañado de música, desde su infancia en una familia tan poética y musical como McGarrigle Sisters and Family, a una carrera dominada por la coherencia derivada de una voz prodigiosa y una rotunda facilidad para comunicar sentimientos y compartir vivencias, que le ha convertido en el más icónico cantautor canadiense de este siglo, un testigo que recoge nada más y nada menos que del irrepetible Leonard Cohen, pero que él ha hecho propio con un sello tan personal como a estas alturas absolutamente inconfundible. Rufus Wainwright es un moderno hombre del Renacimiento, no porque practique todas las artes sino porque la que practica, la música, lo hace desde todos los estilos y géneros, atreviéndose desde el folk al musical de Broadway, los cásicos americanos, la lírica, el pop y hasta la música antigua, ya sea con sus propias composiciones o versionando a otros, como esa idolatrada Judy Garland a quien dedicó un registro en vivo en 2007 y otro en estudio hace apenas un año. A Sevilla, y todas las demás plazas que visita en esta gira, nos ha llegado antes de embarcarse en otra nueva justo cuando salga al mercado su nuevo disco, Folkocrazy, algo así como folcracía en referencia a una especie de sistema político, y no folk loco como lo han entendido según él algunos medios españoles. Arrancará el 2 de junio en Los Angeles y llegará a nuestro país, concretamente a Madrid y Ciutadella en julio, y con él repasará las raíces folk de su infancia a fuerza de dúos y colaboraciones de auténtico lujo, ahora que alcanza los cincuenta años disfrutando de una madurez tranquila y sosegada junto a su marido, Jörn Weisbrodt y la hija que ha tenido mediante la polémica inseminación artificial con la a su vez hija de Leonard Cohen.

Aquí vino con la excusa de presentar su último disco de estudio con composiciones propias, Unfollow the Rules, que aunque tiene ya casi tres años, la pandemia malogró la gira correspondiente ahora retomada. Claro que como pasa siempre, no fue este el trabajo más frecuentado en el programa, que sí contó con labores comerciales de un desvergonzado Wainwright que no dudó en recomendar una y otra vez al público que se hiciera con una copia de cualquiera de sus discos en la tienda del Maestranza, especialmente dos que según él sólo se pueden adquirir en gira, ni streaming ni tiendas especializadas. En uno de ellos, Northern Stars, glosa la música folk de su país de acogida, Canadá (nació en Nueva York), y de ahí extrajo una versión poderosa de So Long, Marianne,otra vez Cohen. Por cierto, que en las propinas aprovechó para entonar uno de los himnos más representativos de éste, el mítico Hallelujah que curiosamente surgió de una película de animación tan gamberra como Shrek. Su relación con las bandas sonoras estuvo representada en el concierto también en forma de propina, con ese Complaint de la Butte incluido en Moulin Rouge!, aunque sin rastro de Brokeback Mountain (The Maker Makes) ni esa festiva marcha que es Another Believer de Descubriendo a los Robinson.

Desnudo de artificios

Rufus Wainwright llegó al Maestranza desnudo de todo artificio, apenas unos juegos lumínicos elegantes y discretos, sin banda, sólo con el piano, que domina a veces de forma tan extraordinaria que no añoramos la colaboración de Randy Kerber al instrumento, y una guitarra que apenas rasga para mantener el ritmo y que tanto le cuesta afinar. Un buen rato le costó hacerlo para cantar el emocionante He Loved, de su segunda ópera, Hadrian; la primera, Prima Donna, refleja su particular interés por la ópera francesa y el estilo romántico melódico de Puccini. Esta segundase estrenó en Toronto en 2018 y se pudo disfrutar en el Teatro Real de Madrid en única función en julio del año pasado. Cuenta el amor de Adriano por el joven y apolíneo Antinoo siguiendo el clásico de Marguerite Youcenar. Sabía bien que el emperador procedía de Itálica, y demostró también su insaciable inquietud por la cultura celebrando el par de días que llevaba en la ciudad disfrutando junto a unos amigos locales de su gastronomía, el flamenco y las playas cercanas. Su pasión por la lírica también se refleja en el imponente disco Take All My Loves: 9 Shakespeare Sonnets, donde destaca la soprano austriaca Anna Prohaska, pero del que este concierto no se hizo ningún eco... no tocaba.

En el de ayer hizo varias paradas en su disco Want One, del que ahora se cumplen veinte años (cuánto lamentaba el paso de los años cada vez que lo recordaba), como ese melancólico Dinner at Eight. Presentó además casi en primicia, sólo la había interpretado junto a la Sinfonietta de Amsterdam en un concierto especial del pasado año, Westside Waltz, una puesta al día del estilo de los grandes clásicos americanos, desde George Gershwin a Cole Porter, tan elegante como sentida. La amplificación, en un teatro que se disfruta mejor sin ella, llegó a resultar algo estridente al comienzo del concierto, pero pronto lo olvidamos subyugados por la voz rutilante y extraordinaria fuerza de un cantante con tesitura de tenor y un timbre brillante y metálico, de dicción clara y una extraordinaria flexibilidad para llegar a generar un auténtico drama en piezas como Early Morning Madness (ésta sí de Unfollow the Rules), precedida de una introducción de nueva cosecha, Old Song, y con unas inflexiones y modulaciones de la voz que generaron auténtica sensación.

Con su productor Mitchell Froom siempre en mente, atacó el imprescindible y emocionante Going to a Town, original del disco Release the Stars de 2007, candidato indiscutible para incluirse como única composición propia en Folkocrazy, por tratarse según Froom de un título por el que a buen seguro nunca pasarán los años. Y así pudimos disfrutar con su talento y contagioso entusiasmo en canciones como Peaceful Afternoon, de inconfundible regusto folk, el intimista Poses, uno de tantos temas con los que pudimos acercarnos a los sentimientos y las experiencias personales de alguien que vive tan intensamente y tan pegado a sus emociones, o ese Cigarrettes and Chocolate Milk de ambiente decadente y misterioso. También en Go or Go Ahead afloraron sus radicales cambios de registro y portentosas inflexiones en un Maestranza entregado y a rebosar, donde sólo nos quedó rendirle a tan ecléctico y personal artista toda la pleitesía que merece.

RUFUS WAINWRIGHT ****

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Cita en Maestranza. Rufus Wainwright, voz, piano y guitarra. Programa: Unfollow the Rules. Teatro de la Maestranza, lunes 17 de abril de 2023

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