¿Quién dijo que la ópera era aburrida?

El Teatro Lope de Vega acogió la representación de ‘Je suis narcissiste’, la divertida ópera bufa estrenada en 2019 que ha coronado a Raquel García-Tomás como una de las grandes compositoras de nuestro país

¿Quién dijo que la ópera era aburrida?

¿Quién dijo que la ópera era aburrida? / Antonio Puente Mayor

Antonio Puente Mayor

Clotilde tiene un problema. O dos. O tres. Un mal día lo tiene cualquiera, pero cuando los acontecimientos se precipitan fatalmente, dramáticamente, hiperbólicamente, uno puede acabar preguntándose por los dioses, el destino, el precio de la fruta y otros elementos inquietantemente imprevisibles.

Esta es la premisa de ‘Je suis narcissiste’, la producción de Òpera de Butxaca en coproduccción con el Teatro Real y el Teatro Español que tuvimos ocasión de disfrutar anoche sobre las tablas del Teatro Lope de Vega de Sevilla. Una ópera bufa contemporánea «ma non troppo» cuya explosión de energía sorprendió a los espectadores desde sus primeros compases. Su autora es la barcelonesa Raquel García-Tomás, cuya imparable trayectoria le ha permitido mostrar su talento en el Festival Grec, la Neuköllner Oper Berlin o el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, convertirse en la primera compositora del siglo XXI en estrenar en el Liceo de Barcelona o ser reconocida con el Premio Nacional de Música en la modalidad de Composición. Un currículum que, merced a ‘Je suis narcissiste’ (2019), se ha visto incrementado con el Premio Interdisciplina concedido por la Acadèmia Catalana de la Música.

Fresca, divertida y sobre todo perspicaz, la mayor virtud de esta propuesta, extravagante en las formas pero agudísima en el fondo, reside en su valentía de exponer durante ochenta minutos algunos de los muchos problemas que atañen a nuestra sociedad a través de la mirada de tres creadoras excelentes. Y es que basta con echar un vistazo a los referentes de los que beben Helena Tornero —autora del libreto—, Marta Pazos —directora de escena— y la propia Raquel García-Tomás, para confirmar que ‘Je suis narcissiste’ es un espectáculo cuyo mensaje puede entenderse en Madrid, Pekín o Ciudad del Cabo, independientemente del nivel de los espectadores. Buena parte de culpa la tienen sus guiños al mundo audiovisual, comenzando por el vestuario de Pier Paolo Álvaro —que parece coquetear con el universo burtoniano—, y continuando con la escenografía de Fernando Ribeiro y la iluminación de Nuno Meira, cuya sencillez, lejos de restarle mérito al montaje, permite abrirlo a auditorios de toda índole y a dejarnos jugar con la imaginación.

Pero la cosa no queda ahí, ya que además de al cine y la televisión, ‘Je suis narcissiste’ recurre al mundo de los musicales, el teatro gestual e incluso el videoclip, y todo merced a una puesta en escena tan arriesgada como ecléctica donde no faltan referencias al cabaret, la máscara contemporánea o el teatro negro de Praga, y en el que el trabajo coreográfico de Amaya Galeote resulta fundamental para darle cohesión al proyecto.

En los aspectos puramente melódicos, hay que agradecer a Raquel García-Tomás su esfuerzo por combinar música clásica y ritmos actuales en una partitura que en ningún momento pierde el equilibrio. Y es que además de recoger toda la tradición de la ópera buffa —desgraciadamente poco frecuentada en nuestro país—, ‘Je suis narcissiste’ introduce en su coctelera piezas electrónicas, de raíces orientales o ragtime, una maravillosa locura que asimismo se permite parodiar a genios como Wagner, apelar al mundo de la zarzuela o festejar a formaciones catalanas como Dagoll Dagom, La Cubana o Tricicle.

Lógicamente nada de esto sería posible sin la absoluta complicidad de sus intérpretes, la soprano Elena Copons —extraordinaria como Clotilde—, el barítono Toni Marsol —su Giovanni es uno de los triunfos ‘esdrújulos’ del montaje—, y por supuesto María Hinojosa y Joan Ribalta, cuyas notables voces, sumadas a un admirable trabajo corporal, brillaron en la representación del resto de personajes. Ellos y solo ellos son los responsables de dar vida a una brillante propuesta que únicamente se deslució por la ausencia de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla a causa de la huelga —la partitura fue ejecutada enteramente al piano—.

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