Autoras andaluzas del XIX, pioneras en un mundo de hombres
Un siglo y cuarto después de su fundación, la SGAE tiene ya 132.000 asociados de los cuales menos del 20% son mujeres
Araceli R. Arjona
Esta es la historia de unas cuantas autoras andaluzas de finales del XIX, pioneras en un mundo de hombres, que gracias a su educación y posición social, hicieron posible su sueño de crear. De la mayoría, no habrán oído hablar. Seguro que hubo más cuya memoria se borró por el camino y otras muchas que podrían haber brillado de haber sabido que podían soñar. Cuánto talento desperdiciado. La Sociedad General de Autores de España (SGAE) celebra este año su 125 aniversario, una efemérides redonda que ha llevado a la entidad a ahondar en sus orígenes. Fundada en 1899 por once hombres, entre ellos el granadino Eugenio Sellés, fueron las autoras andaluzas, feministas convencidas del poder de la educación y las artes, las primeras mujeres en incorporarse a sus filas para defender sus derechos en igualdad de condiciones. Las obras con firma de mujer más antiguas que se conservan en los archivos del modernista Palacio de Longoria de Madrid, sede central de la SGAE, datan de finales del XIX, y constatan el papel pujante de las andaluzas, aunque a menudo lo hicieran instaladas en la capital. Si aquellas madres de la sociedad de autores levantaran la cabeza, se llevarían una decepción. Un siglo y cuarto después, de los 132.000 socios de la SGAE, entre músicos y profesionales del audiovisual y las artes escénicas, menos del 20% son mujeres.
Pero volviendo al pasado, según los datos recopilados por la archivera Mariluz González, la gran mayoría de las primeras autoras inscritas con nombres y apellidos en la SGAE son andaluzas. Fue la dramaturga onubense Casilda Antón del Olmet, la primera socia de la SGAE, admitida dos años después de su creación, en 1901. Nacida en una familia culta y acomodada, hermana del diplomático y poeta Fernando Antón del Olmet, pudo viajar y cultivar su afición a la lectura y se relacionó con los círculos intelectuales y políticos. Logró estrenar su primera y única comedia dramática, En conciencia, que no gozó del aplauso del público, en su opinión, por «los prejuicios contra una autora y por la competencia de la Electra de Galdós, representada justo antes que la suya». Aquel fracaso no evitó que siguiera escribiendo obras de ensayo y poesía como Cancionero de mi tierra o Feminismo cristiano, hasta 1942, cuando publicó su último poemario, titulado Cien sonetos.
La almeriense Carmen de Burgos, primera periodista profesional de España, fue otra de las primeras socias de la SGAE, con tres obras teatrales hoy perdidas, ya que tras la Guerra Civil se convirtió en una autora prohibida. Conocida como Colombine, fue educada con los mismos mimbres que sus hermanos varones y empezó a escribir en distintos periódicos siendo muy joven. Se convirtió en la primera corresponsal de guerra de España cuando cubrió el desastre del Rif para El Heraldo de Málaga, abogando más tarde en favor de los objetores de conciencia. En sus artículos defendió la legalización del divorcio, el sufragio femenino y el matrimonio civil, viendo sus demandas cumplidas al llegar la Segunda República. Fue elegida vicepresidenta primera de la Izquierda Republicana Anticlerical y en 1931 ingresó en la masonería, donde fundó la logia Amor, de la que era gran maestre. Falleció en 1932, pero tras la Guerra Civil, se convirtió en autora prohibida por el régimen.
Fueron quizás las mujeres malagueñas y sevillanas las más avanzadas en esta incipiente lucha por la igualdad desde su posición ilustrada, que las acercó al entorno más cultivado de Madrid y les permitió expresar su opinión en los periódicos y publicaciones de la época. En los archivos de la SGAE, no hay constancia de cordobesas autoras de esa época, según Mariluz González, aunque bien podría haber alguna oculta bajo algún seudónimo o tras la firma de un hombre de la familia, como ocurrió con la riojana María Lejárraga, prolífica autora de teatro, libretos musicales principalmente, cuyas obras firmó casi toda su vida con el nombre de su marido, Gregorio Martínez Sierra. Su historia ha sido rescatada recientemente en un documental producido por el cordobés Guillermo Rojas que lleva el título de A las mujeres de España. Como otras muchas, acabó muriendo en el exilio tras escapar del franquismo después de la Guerra Civil. También es conocido el caso de una compositora fascinante y desconocida hasta hace poco, Adela Pérez Méndez, de Cuenca, más conocida como Adela Mascarade y Emilio Mascaraque, seudónimo con el que firmó muchas de sus canciones.
La primera mujer en estrenar una zarzuela, en 1865, fue Natividad Rojas, de Antequera, autora de música y letra de Una apuesta en la velada de San Juan. Poetisa, dramaturga y compositora, recibió una educación poco habitual en la época y años después de la primera escribiría otra zarzuela, Las mujeres del siglo, que no se conserva, aunque fue aclamada por el público. Una característica de las mujeres ilustradas del momento, según Mariluz González, era la ayuda mutua que se prestaban unas a otras y la complicidad que existía entre ellas, lo que ahora se llamaría sororidad.
También malagueña, Dolores (Lola) Ramos de la Vega, fue una soprano, actriz, dramaturga, cantante, intérprete de piano, guitarra y cítara; colaboró en periódicos de la época defendiendo los derechos de la mujer. Estudió Magisterio, creó La tertulia modernista con escritores, periodistas, músicos, poetas y artistas y fue pareja de Ramón Gómez de la Serna, veinte años menor que ella, con quien creó la Revista crítica. Estrenó en 1905 su primera zarzuela ¡La estocá de la tarde!, que ella misma protagonizó, travestida como hombre, igual que en su siguiente obra, ¡Del valle... al monte! A estas, seguirían ¡Un cordobés!, con música de Pedro Córdoba, ¡Cariñito ciego!, La buñolá, El caserón de las flores, ¡El Califa! y Málaga tiene la fama. Autora también de obras como El triunfo de la República, al acabar la Guerra Civil, desapareció del mapa y nunca más se supo de ella. Otra malagueña pionera fue Adelaida Muñiz, poetisa, dramaturga, periodista y pianista, autora de una obra teatral muy aclamada en su día, Cambio de cartas, que se estrenó en 1877, a las que seguirían otras como Mancha heredada, la comedia La herencia del Tenorio, el monólogo Pajaritas de papel o El pilluelo de Madrid. Colaboradora de revistas teatrales y esposa del periodista Jaime Tur y May, estuvo vinculada a escritores prestigiosos como Jacinto Benavente o Sinesio Delgado, fundador de la SGAE.
Entre las sevillanas, destaca la figura de Carolina de Soto, preocupada como el resto por impulsar contra viento y marea la educación de la mujer como vía para alcanzar la igualdad. Fundadora de la revista Asta Regia, fue pionera de la literatura infantil y colaboró con diversas publicaciones a finales del siglo XIX y principios del XX, entre ellas Diario de Córdoba, Diario de Cádiz, El Noticiero Sevillano o El Heraldo Andaluz. Entre su producción literaria, figuran seis tomos de teatro, principalmente zarzuelas moralizantes para niños y para niñas. Otra de las sevillanas inscritas en la SGAE en sus primeros años fue Blanca de los Ríos, que se incorporó a la sociedad al escribir el drama Farse. Hija del arquitecto y arqueólogo baenense Demetrio de los Ríos y de la pintora María Teresa Nostench, fue amiga de Emilia Pardo Bazán, con quien compartió su lucha por el feminismo y trabajó como crítica literaria. Cuando se instaló en Madrid, escribió novelas, poemarios, colaboró en periódicos y fundó la revista Raza Española, siendo además pionera en los estudios sobre Tirso de Molina.
Aunque las peripecias que algunas mujeres tuvieron que realizar para dar luz a sus obras ya no son necesarias, la igualdad en las artes aún está lejos. Según uno de los últimos informes de la SGAE, actualmente, solo un 25% de las nuevas incorporaciones son mujeres. Y eso en un país del primer mundo.
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