El coronavirus ha provocado la suspensión, entre otras cosas, de los actos presenciales de celebración del 150 aniversario de la muerte de Gustavo Adolfo Bécquer, pero no ha matado la curiosidad por este personaje y todo lo que le rodea de Pilar Alcalá, quizá una de las personas que más sabe sobre él.
Que Bécquer era un apasionado por el sexo femenino no es algo desconocido, pero solo una mujer le puso un anillo, Casta Esteban, con la que se casó el 19 de mayo de 1861. No es que ambos tuvieran una relación idílica, pero cuando ella enviudó por segunda vez siguió usando el apellido del poeta para firmar sus escritos.
Alcalá ha publicado una parte de lo que se sabe sobre ella en la revista Proverso, donde recuerda que en la vida y en la obra de Bécquer hubo mujeres, “a algunas les podemos poner nombre, a otras no: la joven de la calle Santa Clara, Lenona, Julia Cabrera, Elisa Rodríguez Palacios, Josefina y Julia Espín, Casta Esteban, la monja toledana, Alejandra, y hasta una mujer de piedra”.
Con Casta (Casta Nicolasa Esteban Navarro) se casó en la iglesia de San Sebastián de Madrid. Llevaban prometidos un año.
Cartas a Rodríguez Correa
“Por las cartas de Gustavo a Rodríguez Correa podemos suponer que las Rimas y la boda con Casta parecen responder a un movimiento de desesperación tras la ruptura con Julia Espín”, dice Pilar Alcalá.
Casta era la hija de Antonia Navarro y del doctor Francisco Esteban, médico de enfermedades venéreas, a cuya consulta había acudido Gustavo en torno a 1858, según afirma Julia Bécquer que también dice que “los padres de Casta tenían buena posición, por lo que debieron darle al casarse lo suficiente para empezar a vivir con holgura”. Tenía dos hermanos: uno coronel, que casó en Cuba con una nativa, con la que vino a instalarse en una casa de su propiedad, en la calle de las Hileras, y un marino”.
La única esposa del poeta nació en el pequeño pueblo de Torrubia, en Soria, el 10 de septiembre de 1841. Actualmente su casa natal es un museo gracias a la donación que sus propietarios hicieron al Ayuntamiento, con la particularidad de que se llama ‘Casa Museo Mujer de Bécquer’, y no lleve su propio nombre.
Sus hijos
Un año después del matrimonio nació, en Noviercas, Gregorio Gustavo Adolfo; en 1865 nacería Jorge Luis Isidoro, en Madrid, y Emilio Eusebio nació en 1868, también en Noviercas, pueblo de Soria donde la familia de Casta tenía una casa que, recientemente, ha sido comprada por el Ayuntamiento de dicha localidad y ha sido, además, restaurada.
“Podemos saber algo sobre cómo era Casta por las declaraciones hechas a la escritora Carmen de Burgos por Julia Bécquer, hija de Valeriano y sobrina y ahijada de Gustavo: Casta era guapa, pero antipática; tenía en la cara algo trágico y desagradable; pertenecía a una familia rica, y tacaña. Mi padre, mi hermano y yo estábamos allí con mi tío, pero el matrimonio no fue feliz, se separaron y él se llevó consigo a sus dos hijos.
Sin ser alguien que influyera en la obra del poeta, se sabe que escribió ‘Cartas literarias a una mujer’ durante el noviazgo con Casta, y que después de casarse no publicó más cartas. A ella le dedicó Gustavo una rima, “una de las peores. Se trata de dos estrofas aconsonantadas, hechas a sangre fría y de manera convencional, que no aportan nada a la obra de Bécquer”.
Una relación difícil
Sobre cómo se conocieron y se reconciliaron, así como sobre algunas escenas de celos, “corren historias dispares y confusas, que tienen origen en la tradición oral y otras en el más puro estilo folletinesco, como la que describe a Casta entrando de la calle envuelta en un mantón negro para reconciliarse con Gustavo ya moribundo, o el hecho de asegurar que Valeriano -hermano del escritor- fue el culpable de todos los males entre Casta y Gustavo”, recuerda Alcalá.
Crisis más o menos, con el nacimiento del último de sus hijos “se desencadenó una profunda crisis en la pareja que acabó en separación. Hay sospechas de que el tercer hijo de Casta no era de Gustavo, no obstante ella volvió con su marido poco antes de su muerte”.
Una de las frases que Pilar Alcalá destaca de Casta es que “en vida de Gustavo decía que en su casa había mucha poesía y poco cocido y la publicación póstuma de las obras de su marido no remedió las necesidades de la familia”.
Segundo matrimonio
Casta se volvió a casar el 22 de mayo de 1872 en Noviercas, con Manuel Rodríguez Bernardo, recaudador de impuestos. Este matrimonio dura poco tiempo. Según cuenta Heliodoro Carpintero, “el martes de Carnaval intentan asesinar a su marido, cosa que sucede días después. A partir de quedar viuda, por segunda vez, su vida y la de sus hijos se convirtió en una constante petición de ayuda, y así, acude enferma al presidente de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles en demanda de ayuda que le es concedida”.
En 1884 publicó el libro ‘Mi primer ensayo’, “que fue maltratado por la crítica y olvidado. El título completo era ‘Mi primer ensayo, colección de cuentos con pretensiones de artículos’. Se trata de un volumen de 352 páginas. Su precio de venta al público fue de cinco pesetas. Dedicado a la Marquesa del Salar, lleva, tras la sentida y confidencial dedicatoria, unas ‘Dos palabras a mi sexo’ que ocupan diez páginas y seguidamente doce relatos de extensión muy desigual. Su misma aparición debió pasar casi desapercibida pues no se halla en las publicaciones periódicas de la época la menor recensión de él, cosa que resulta bastante extraña, ya que habiendo sido Bécquer periodista contaba con numerosos amigos en este ámbito”.
Sus sacrificios para publicar
Casta declara haber escrito el libro “a fuerza de inmensos sacrificios, privándome hasta de lo más preciso de la vida para atender a los gastos de su impresión”, y confiesa que “cansada de luchar contra mi destino,... se me ocurrió escribir estas mal trazadas líneas como último recurso para defenderme de la miseria y el hambre”. Entre los estudiosos surgió el debate de si el libro había sido realmente escrito por ella.
Casta Esteban murió en el hospital de San Juan de Dios de Madrid, el 30 de Marzo de 1885, con 43 años, de una encefalitis crónica, según el certificado de defunción.
Como dijo Rafael Montesinos, “para todo biógrafo de Bécquer es muy difícil poner en orden el corazón del poeta”. Lo que importa es el nombre de mujer que perdura en la vida de un poeta y Bécquer no lo tuvo. Desde la joven de la Calle Santa Clara hasta Alejandra no hay un nombre de mujer que le acompañe. Sí, amores, enamoramientos, un matrimonio fallido y sueños”.