Demasiada frialdad

El Teatro Central comienza el nuevo año un montaje teatral con el que Israel Elejalde ha cambiado su rol de actor por el de director con una obra de Jean-Luc Lagarce

Demasiada frialdad

Demasiada frialdad / Dolores Guerrero

Dolores Guerrero

Una puesta en escena que destila frialdad y un texto, del dramaturgo francés Jean-Luc Lagarce, que rezuma inquietud y desasosiego. Es la obra con la que el Teatro Central comienza el nuevo año, una propuesta teatral con la que Israel Elejalde se pone al otro lado del escenario como director.

Los sevillanos hemos podido disfrutar en muchas ocasiones de las excelentes dotes interpretativas de Elejalde gracias al Teatro Central, donde ha venido formando parte del elenco de obras tan exitosas como ‘Veraneantes’ o ‘La Clausura del amor’ o ‘Misántropo’ , entre otras. En esta ocasión se pone al frente de la puesta en escena con una versión bastante fiel de una obra que el dramaturgo francés, Jean-Luc Lagarce escribió tras haber sido diagnosticado de SIDA, un texto duro que gira en torno a la incapacidad para comunicarse y tiene como núcleo a la familia, a la que el protagonista recurre como último recurso para aceptar la muerte, que no tardará en llegar, dada su enfermedad.

Así, la obra comienza con el protagonista volviendo al seno familiar, donde se encontrará con una madre que le ha extrañado durante muchos años, un hermano que le niega, una cuñada que a la que no conoce y una hermana pequeña que lo idolatra y que es la única que se atreve a reprocharle su ausencia. Porque curiosamente su madre reconoce en un momento de la obra que siempre aceptó su marcha y que no volviera a interesarse por ella. Y de la misma manera su hermano no quiere hacerle ver que le afectó su prolongada y voluntaria ausencia. Pero el dolor de ese abandono está presente y se vuelca, más que en los diálogos, en los soliloquios de cada uno de ellos. Es una de las características más destacada del texto original de Lagarce, que los personajes no dialogan, sino que toman la palabra para entregarse a una verborrea psicológica que en esta versión resulta tan cansina como insustancial, ya que no acaba de explicar nada. Aunque eso sí, deja patente la incapacidad del protagonista y el resto de los personajes para comunicarse.

De esta manera, sorprendentemente ‘Tan solo el fin del mundo’ no completa la premisa de redención que comporta la parábola del hijo pródigo. Tal vez por ello Elejalde ha optado por recalcar sobremanera la incomunicación con una puesta en escena que destila frialdad, tanto por el espacio escénico que recrea la escenografía en blanco y negro Mónica Boromello, como por la iluminación de Paloma Parra o el vestuario de Sandra Espinosa, y sobre todo por la interpretación del elenco, que a pesar de contar con intérpretes de reconocido talento y maestría como María Pujalte, Irene Arcos o Eneko Sagardo no consigue dotar de humanidad a los personajes, que más que emocionar nos desesperan. Salvo en el caso de Raúl Prieto, que retrata muy bien rabia y la frustración del abandono.

De esa manera, hasta el segundo acto, que la obra señala aludiendo a un “intermedio” donde los propios intérpretes se encargan de cambiar el espacio escénico, lo único que nos libra del tedio es la música de Alberto Torres y los números de danza urbana de Gilbert Jackson, una suerte de alter ego del protagonista que va viene por algunas escenas, aunque su presencia no acaba de estar justificada.

La ficha

Obra: Tan solo el fin del mundo

Lugar: Teatro Central 12 de enero

Compañía: Coproducción de Teatro Español y Teatro Kamikaze

Autor: Jean-Luc Lagarce

Dirección: Israel Elejalde

Composición musical: Alberto Torres

Intérpretes: Irene Arcos, Yune Nogueiras, Raúl Prieto, María Pujalte, Eneko Sagardoy, Gilbert Jackson

Calificación: 3 estrellas