El Bach matizado de Amandine Beyer
La conocida y muy querida violinista francesa volvió a Sevilla para enfrentarse a una obra mastodóntica y muy comprometida, las sonatas y partitas de Bach (***)
Juan José Roldán
Todo ciclo o conjunto de Bach es de por sí una colección inigualable, un tesoro y un prodigio de la composición. Sus sonatas y partitas para violín solo no son ni mucho menos una excepción, sino más bien un punto de inflexión en la composición para el instrumento; todo lo que vino después hasta nuestros días, se inspira y se mira en este portentoso trabajo. Estos seis irrepetibles trabajos, tres partitas y tres sonatas que recogen las dos corrientes habituales en la época, las sonatas italianas y las suites de danzas francesas, a las que el autor sumó su particular universo estético, datan de su época en la corte de Cöthen, aunque todo apunta a que las compuso un poco antes, mientras estuvo en prisión en Weimar por orden de su empleador, el Duque Wilhelm Ernst, por sospechar que había aceptado un puesto en una corte rival. De cualquier manera fue en Cöthen, siendo el mismo príncipe un virtuoso y apasionado músico, donde aprendió de la tradición alemana de los instrumentos polifónicos y se familiarizó con las dobles cuerdas que tanta importancia adquirirían en su obra posterior. Allí encontró el caldo de cultivo para convertir en realidad definitiva este portentoso trabajo.
El Otoño Barroco organizado por la Asociación de Amigos de la Barroca de Sevilla se está superando con la participación de artistas de la talla de EXIT y ahora Amandine Beyer, que vuelve ahora tras más de una década que interpretara las otras tres piezas de este repertorio, algo así como una primera parte del ciclo completo. Entre tanto hemos podido disfrutar de ella en tres ocasiones, una frente a su conjunto Gli Incogniti en la Iglesia de Santa Ana y otras dos frente a la Barroca en esta misma Sala Turina y en el Maestranza. Las sonatas y partitas de Bach exigen una intensa individualidad y espiritualidad, por lo tanto una extrema sensibilidad y un virtuosismo técnico de primera envergadura. Beyer posee estas cualidades a ratos, otros parece tropezar con roces y estridencias, y en ocasiones presta demasiada atención a la prestidigitación en detrimento de la precisión armónica y melódica. Llegó incluso a bloquearse en la imposible fuga de la Sonata nº 3, pasando página de la partitura como mero recurso desbloqueador, ya que en ningún momento llegó a prestar atención al atril que la acompañó como único elemento de atrezzo sobre el escenario. Su mirada estuvo casi todo el tempo fija en lo más alto, como si solo aceptara la inspiración divina, y ésta desde luego afloró en muchas ocasiones, tanto como para hacer ameno un recital de hora y media solo de violín sin que se resintiera el ánimo y la paciencia del numeroso público congregado. Ya ella lo advirtió, deseándonos suerte, y la hubo también para ella, que salió airosa del difícil empeño.
Una intérprete de altura
Durante todo el Romanticismo esta insigne música fue considerada de tan difícil acceso para el público que solía interpretarse con acompañamiento de piano, más tarde los más grandes violinistas acuñaron el repertorio con instrumentos modernos, hasta que se impuso el rigor historicista, con el violón barroco erigiéndose como único instrumento que hace justicia plena al ciclo y clarifica su progreso armónico, con su particular timbre agudo y esa articulación en registro superior que facilita la precisión rítmica en las danzas y los allegros. El arco plano además facilita la construcción de motivos breves que fueron muy recurrentes en manos de Beyer. Todo ello no tiene por qué mermar la intensidad y la pasión de la interpretación, como prácticamente ocurrió durante todo el concierto. Su talante amable y distendido nos regaló además elocuentes introducciones a las obras y unas poses y ademanes tan agradables que sustituyeron la ausencia de cualquier artificio sobre el escenario.
Si acertó en las introducciones casi improvisadas de las sonatas, animada y con amplio sentido del vuelo lírico en la nº 2, obstinada y más atada en la nº 3, y afrontó las dificilísimas fugas con ahínco y considerable fuerza dramática, el precioso y delicado andante de la primera quedó algo desdibujado y falto de sensibilidad melódica, mientras resolvió el largo de la segunda con notable sentido de la cantabilidad. El allegro final de la Sonata en la menor sonó ágil y muy matizado, y en el de la Sonata en Do mayor resurgió su carácter prestidigitador, prácticamente revoloteando sobre las cuerdas múltiples con un efecto casi milagroso pero con la atención fija en el virtuosismo más que en la expresividad. Ya antes lo hizo con efectos casi irreales en el doble o variación de la Courante de la Partita en si menor, que afrontó en general con muchos matices, ritmos y ornamentos complicadísimos, habilidad y ligereza en la preciosa Sarabanda y atinada rusticidad en el Bourrée final. Debió terminar exhausta tras semejante sesión maratoniana, pero la verdad es que no se le notó.
La ficha
AMANDINE BEYER ***
Otoño Barroco 2021. Amandine Beyer, violín. Programa: Sonatas nº 2 en la menor BWV 1003 y nº 3 en Do mayor BWV 1005, y Partita nº 1 en si menor BWV 1002, de Bach. Espacio Turina, sábado 11 de diciembre de 2021
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