Bienal de Flamenco

Manuel Liñán o cómo amar en tiempos de ghosting

El bailaor y coreógrafo llena de alegría el Maestranza con ‘Muerta de amor’, una seductora y apasionante propuesta que reivindica la pasión a través del flamenco y la copla

Así fue el espectáculo de Manuel Liñán en la Bienal de Flamenco de Sevilla

RAÚL CARO / EFE

Sara Arguijo

Sara Arguijo

De vuelta a casa pienso si tiene sentido revisar los tres folios que he llenado de apuntes con Muerta de amor, el espectáculo -estrenado en los Teatros del Canal- con el que Manuel Liñán volvía este domingo a la Bienal de Flamenco después de diez años para llenar de alegría a un Teatro de la Maestranza a rebosar de espectadores que, a la salida, después de varios minutos de ovación y aún extasiados, confesaban no estar preparados para asumir nada más después de esto.

Podría, como digo, tratar de desglosar cada una de las piezas que abarca esta obra rebosante de creatividad, talento y flamencura pero todavía me duele el pecho y tengo ganas de gritar, de querer, de sentir el dolor y el desconsuelo del desamor, de follar, de desear a otro, de arrepentirme y sentirme culpable, de morir, de dejarlo ir, de olvidar las heridas, de ilusionarme de nuevo o de entregarme cualquiera, como cantó todo el elenco en un libertador y apoteósico fin de fiesta.

'Muerta de amor' es un espectáculo que celebra la vida apasionadamente

Opto, por tanto, por romper los papeles y escribir desde el placer y el gozo que el bailaor y coreógrafo granadino ha desparramado hasta el patio de butacas donde se encontraban artistas distintos como Isabel Bayón, Carmen Ledesma, Cristina Hoyos, Manolo Marín, Manuel Betanzos, Rocío Molina, Lucía La Piñona, Patricia Guerrero o Águeda Saavedra. Entre otras cosas porque, como recuerda la propuesta, es ésta la única manera de abrirse al amor y de disfrutar en la cama y porque, ante todo, Muerta de amor es un espectáculo que celebra la vida apasionadamente.

Aquí sentimos que, tras una fértil búsqueda, Liñán culmina una suerte trilogía que inició en 2019 con el multipremiado y exitoso ¡Viva! (Premio de la crítica en el Festival de Jerez y Premio MAX al mejor espectáculo), una reivindicación valiente y luminosa de lo queer donde el artista se atrevía ya a travestirse para en realidad desnudar aquello que lo había avergonzado.

Continuó más tarde, en 2021, con Pie de hierro, una profunda y furiosa catarsis personal que parte de la necesidad de perdonar y ser perdonado (ya sabemos que, a veces, para avanzar no queda otra que matar al padre). Y cierra ahora, liberado y desprendido de secretos y rencores, compartiendo con todos y todas su archivo de historias carnales, fraternales, tóxicas, platónicas, inventadas… desde la alegría. “Enamórate tía, bailas mejor”, cita como posdata en la sinopsis del programa de mano.

SEVILLA , 15/09/2024.- El bailaor y coreógrafo Manuel Liñán (2i) actúa durante el espectáculo flamenco 'Muerta de amor', este domingo en el Teatro de La Maestranza de Sevilla dentro de la Bienal de Flamenco. EFE/ Raúl Caro

El bailaor y coreógrafo Manuel Liñán (2i) actúa durante el espectáculo flamenco 'Muerta de amor'. / RAÚL CARO / EFE

Es decir, desde la conciencia de que lo que es y cómo baila tiene todo que ver con los amores que ha tenido (de ahí esa falda improvisada cosida con las prendas que quita a quienes lo acompañan), el Premio Nacional de Danza abre su corazón para recordarnos -en estos tiempos de ghosting, autocuidados y pereza emocional- que amar y ser amados es lo único que nos salva.

En este sentido, a través del baile, el cante, el flamenco y la copla, y arropado por un diverso, polifacético y sobresaliente elenco de seis excelentes bailaores y cantaores, cuatro músicos (Víctor Guadiana al violín, Fran Vinuesa a la guitarra, Juan de la María al cante y Javier Teruel a la Percusión) y la colaboración especial de Mara Rey, el artista hilvana un seductor, distendido y provocador discurso con el que nos zarandea continuamente de la silla. Quizás porque como advertía David Trueba en un artículo en homenaje a Manuel Alejandro “cuando todos nos miran, siempre andamos emocionados con la Sexta de Mahler. Pero cuando nadie nos ve, en ese rincón ignoto de nuestra memoria sensorial, donde se confunde lo hortera y lo necesario, lo fundamental y lo culpable, nos conmociona siempre esa Rocío Jurado entregada a la sinceridad rota con la sutileza de una apisonadora industrial”. Justo como se mostró una soberbia Mara Rey en su desgarradora versión del Esclavo de tu amor, el A que no te vas o el Me muero, me muero.

Así, con inteligencia, originalidad y frescura, el creador le da una vuelta al riquísimo imaginario y repertorio de la canción española para quedarse con su fuerza, su poder para entroncar con lo que nos hace más vulnerable y humanos y su sensualidad. Como vemos en la divertida y sugerente coreografía que interpretan con pies de micro del Clavel, expresión máxima de la pasión que algunos en su doble lectura entienden como el relato de una felación.

Con inteligencia, originalidad y frescura, el creador le da una vuelta al riquísimo imaginario y repertorio de la canción española

Pero también Muerta de amor es un bello y gozoso reconocimiento, a ratos divertido, a ratos conmovedor, a ese legado de rumbas, tangos, bulerías, cuplés por bulerías y letras flamencas, a veces maltratado o denostado, que tanto nos ha hecho temblar en noches de borrachera. ¡Qué bonito tributo a quienes como Bambino o María Jiménez se dejaban la piel y la garganta dándolo todo en los tablaos y en las salas de fiesta!

En cuanto a baile encontramos a un Liñán espléndido, con un lenguaje coreográfico inacabable, que en cada paso a dos propuso una versión distinta de sí mismo y regaló una soleá soberbia, repleta de matices, desparpajo y maestría, que Vinuesa abrillantó su toque envolvente y Juan de la María removió con su cante sentido. Y quienes no los siguieran descubrirán a un Miguel Ángel Heredia que se come el escenario cantando y bailando Tu boca con la mía; la picardía, el descaro, y firmeza con que Juan Tomás de la Molía busca a Liñán primero por cantiñas y luego por tangos; la precisión y el cante añejo de Ángel Reyes; la magistral actuación de José Ángel Capel por guajiras; la limpieza y ejecución de David Acero, en su demostración de la danza española o la sensibilidad y ternura que provoca Alberto Sellés y con la que arrastró a Liñán en unas sevillanas a ciegas que fueron de lo más destacado de la noche. Por citar algo de lo mucho que hay bueno.

Una obra exquisita con un ritmo trepidante

Como espectáculo, una obra exquisita que, a excepción de algunas piezas que podrían haberse acortado, mantiene un ritmo trepidante y que, sobre todo, contribuye a expandir la mirada de flamenco hacia caminos más inclusivos. Claro que para quienes aún creen que sólo lo que parte de hombres heteros es universal y lo demás cosas de gays o de mujeres, insistimos que en Muerta de amor estamos todos. Menos aquellos a los que nunca les hayan pedido cabalgar vientre con vientre.

Por eso, no sólo salimos del teatro con el corazón a mil, sino que pedimos que el Se acabó que gritan todos antes de caer el telón sea sólo por hasta la siguiente. Eso, y que el flamenco se tiña mucho más de colores como este rosa Pink.