Bienal de Flamenco

Raimundo Amador y Emilio Caracafé: Flow y gitanería de Las Tres Mil a la Alameda

El reconocido músico de Pata Negra celebra los 25 años de su álbum ‘Noches de flamenco y blues’ junto al personal guitarrista del Polígono Sur, una de las leyendas vivas del ‘underground’ jondo

Raimundo Amador en un momento del concierto. / Juan Bezos

Sara Arguijo

Con la nostalgia (y la impotencia) por la gentrificación de una Alameda cada vez con más restaurantes de jardines verticales y tatakis con wakame y menos antros que pongan la penúltima a los trasnochadores, recuerdo la de noches que, en La Caja Negra, el desaparecido local regentado por Rosa Moreno que reunía a lo mejor de la escena musical sevillana, cogía Raimundo Amador la guitarra que colgaba de la pared y llenaba el oscuro local con la luz y el pellizco de su música regalándonos momentos espontáneos inolvidables.

Muchos de entonces como Pive Amador o Manuel Imán y otros como Tomás de Perrate se congregaron muy cerca del mítico bar de la calle fresa, para disfrutar del guitarrista y cantante en el Teatro Alameda donde celebraba este viernes los 25 años de su álbum Noches de Flamenco y Blues, junto al guitarrista Emilio Caracafé, una de las leyendas vivas del underground jondo.

La sonanta primitiva y gitana de Emilio Caracafé abrió el encuentro que ponía fin a los conciertos de este espacio en la Bienal con un taranto al cielo como una "Filarmónica de Las Tres Mil", que le vitorearon desde el público.

Acompañado esta vez del cante de Guillermo Manzano, las palmas y el baile de Bobote y Torombo -casi nada- y la percusión de Dr.Keli, el personal músico fue desgranando un particular repertorio en el que de las soñadoras alegrías (con Torombo al baile) pasó a unas emotivas coplas, donde las cuerdas cantaron la Carmen de España o La bien pagá, y a unas soleares que interpretó sólo metiéndole la uña a la guitarra. Con sencillez y sensibilidad, sabiendo que para imponerse y ganarse el respeto en la calle hay que tener arte y paciencia.

Por unos momentos creímos verles juntos de jóvenes cuando Dominique Abel los retrató en el recomendable documental 'Polígono Sur (El arte de las Tres Mil)' en el que recuerdo que alguien dijo "que aquí quien no canta o no baila no come”. "Viva tu barrio!", gritaron antes de que el artista agradeciera la cita y reivindicara la procedencia de un elenco que son "Las tres mil pura y pura", resaltó.

Que Caracafé es artista callejero y con carácter propio se le nota hasta en la forma con que mueve la guitarra mientras toca, cómo deja suspendidas las cuerdas buscando aire o cómo interpretó de pie las bulerías metiéndole creativos acordes y falsetas que traían los compases del extrarradio.

En su fin de fiesta disfrutamos de las pataítas de otras dos leyendas vivas del compás: "las de mi Bobote ha dejado mucho que contar y que enseñar en el flamenco" y las de Torombo, del que "me encanta su personalidad y su nariz", bromeó. Y sobre todo de la generosidad de un músico que ha compartido giras con el Grupo Pata Negra, ha grabado tres bandas sonoras y ha acompañado en numerosas ocasiones a artistas como Niña Pastori, a Pepe de Lucía, Manuel Molina o Manzanita.

Tras un parón para preparar el escenario apareció Raimundo Amador en torno a la medianoche con camisa de lunares, gafas de sol y guitarra eléctrica y un despliegue de músicos con la batería de Javier Vargas, el bajo de Gino Tunessi Deliotti, la flauta de Alejandro Escalera y los coros de Ana Fernández González.

El disco de Amador, que vio la luz en el 98 con colaboraciones de Kiko Veneno, Juan Perro, Remedios Amaya o B.B.King supuso la culminación de una búsqueda que se remontaba a sus primeros pasos artísticos, desde su colaboración crucial en La leyenda del tiempo de Camarón a los hitos de Veneno y Pata Negra. Suponiendo entonces un revolcón a la escena flamenca que aún inyecta hoy con entusiasmo, alegría y frescura.

El genial artista recorrió sus principales éxitos, como Candela, Hoy no estoy pa nadie o Ya se acabó (que interpretó con su hijo Raimundo a la batería), haciendo alarde de ese flow que desprende su guitarra, en la que conviven de manera orgánica las raíces flamencas más profundas con otras influencias musicales que van del blues, al jazz o el rock. "Aunque yo haya lo haga siempre suena a flamenco porque nací gitano y flamenco", defendió como si le hiciera falta a estas alturas justificarse.

Claro que una vez más no acompañó ni la hora ni el espacio para un concierto que invitaba a levantarse y pedirse una cerveza. Algo que por cierto ha sido imposible en esta Bienal de abstemios. Por eso, los espectadores, más jóvenes que en otras convocatorias, se levantaban inquietos de la silla y muchos se terminaron yendo antes.

Pulsa para ver más contenido para ti

Así, en una atmósfera fría y monótona nos costó seguir con atención al artista en los temas musicales más blueseros donde a pesar de su virtuosismo faltaba energía. Ya a la 1 de la madrugada, como invitado especial, salió Cristian de Moret para interpretar juntos con sus guitarras eléctricas una vibrante versión con aire de bambera en la que vimos al Raimundo más inspirado y enérgico hasta el momento porque al sevillano se me veía con ganas de seguir y, según me adelantó su gente, aquello pudo prolongarse otra hora

Pulsa para ver más contenido para ti