Flamenco

A Israel Galván y Marlene Monteiro se les atraganta el ole

En 'RI TE', desde el mimo y el clown, se parodia la solemnidad de las tradiciones y se ríe de las estructuras férreas de la danza

Uno de los ensayos del espectáculo 'RI TE', que presenta, junto a la caboverdiana Marlene Monteiro, desde este miércoles al sábado en la Sala B del Teatro Central

Uno de los ensayos del espectáculo 'RI TE', que presenta, junto a la caboverdiana Marlene Monteiro, desde este miércoles al sábado en la Sala B del Teatro Central / Laurent Phillipe

Sara Arguijo

Sara Arguijo

Como dos niños jugando a bailar, traviesos y masticando chicle, aparecen en el Teatro Central la bailarina y coreógrafa caboverdiana, Marlene Monteiro, y el bailaor Israel Galván en RI TE, una pieza que desde el mimo y el clown parodia la solemnidad de las tradiciones y se ríe de las estructuras férreas de la danza.

El encuentro, para muchos inevitable, entre los reconocidos artistas se construye aquí como un diálogo tierno y alegre donde la gestualidad y la expresividad se impone sobre el baile, como si huyeran de lo que representan y buscaran desprenderse de lo que les tensa.

De esta forma, el espejo con que al principio obligan -y desconciertan- al público a mirarse, adelanta la intención de los bailarines de invitar a los espectadores a modificar su posición, tratando de que nos sumemos al juego.

El escenario íntimo de la sala B se cierra aún más con una pequeña pared que nos recuerda a una caja de muñecas abierta donde uno frente al otro, al lado del otro, o detrás de otro, “tejen una comunicación nueva, pero inmediata: una gramática compuesta de pasos coreográficos, gestos rápidos e interrupciones repentinas. Interactúan como criaturas que se conocen, mezclando desafío y seducción”, reza la sinopsis.

Con el cuerpo como único lenguaje, Galván y Monteiro van proponiendo coreografías sencillas e improvisadas en las que frenan el ritmo, el compás, las palmas (que no llegan ni a ser sordas), los pies (que no zapatean) y los oles, que a la reconocida creadora contemporánea se le atraganta todo el rato y Galván, con mucha dificultad, consigue vomitar al final, donde por fin se libera en un divertido solo por ¿tangos? jaleados por sus propios tumtumpás.

Es verdad que el papel infantil que adoptan les permite revisitar sus influencias desde una mirada nueva fuera de los códigos. De ahí la descontextualización de las sevillanas rocieras y las corraleras, la marcha Amargura de las procesiones de Semana Santa o el Dame veneno de Los Chunguitos, que interpretan desde la silla.

El interés de la propuesta, que no se puede entender como espectáculo y que resulta estática, cansina y naif, desaparece casi tan rápido como se va el sabor en los chicles

El problema es que el interés de la propuesta, que no se puede entender como espectáculo y que resulta estática, cansina y naif, desaparece casi tan rápido como se va el sabor en los chicles porque se reduce al gag. A los continuos intentos de la bailarina de quitarse las botas de tacón que le molestan y a esos oles que, cuando le salen, Israel celebra con un beso y ella escupe. Y ya sabemos lo difícil que es meterse en el juego que inventan otros.

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