Hoy cumpliría Camarón 72 años, si no fuera un mito

El 5 de diciembre de 1950 nació en la isla de San Fernando el cantaor flamenco que estaba llamado a revolucionar un arte que es hoy Patrimonio Inmaterial de la Humanidad

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
05 dic 2022 / 16:48 h - Actualizado: 05 dic 2022 / 17:57 h.
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Tal día como hoy del desamparado año de 1950, nacía en la isla de San Fernando (Cádiz) el penúltimo hijo de Juan Luis Monje Núñez y Juana Cruz Castro, que tuvieron ocho, y los criaron a todos en el humilde barrio de Las Callejuelas. Él, en la fragua gitana; ella, en la faena inacabable. Al niño lo bautizaron con el nombre de José, aunque un tío suyo le pondría el sobrenombre de Camarón por su delgadez y su blancura casi transparente. Aunque por allí casi todos cantiñeaban, nadie hubiera imaginado -entre el puente Zuazo y el sitio en el que habrían de erigirle el monumento a aquel niño que tenía un viejo dentro- que aquel chiquillo que fue tan poco a la escuela, aquel niño de siete años que ya trabajaba -más cantando que en la fragua paterna-, que deslumbró a Caracol y a Mairena cuando lo vieron cantar en la Venta de Vargas y que ganó con solo 12 años el primer premio del concurso de Montilla (Córdoba), estaba destinado a revolucionar la historia del cante flamenco como no lo había hecho nadie hasta entonces y como no lo ha hecho nadie desde su conversión en mito, es decir, desde su muerte.

La Historia del Flamenco puede tener varios antes y varios después, pero ninguno de ellos es tan potente como el marcado por el 2 de julio de 1992, que fue el día en el que se marchó de este mundo el genio de la Isla, con solo 41 años y con un pellizco en la sábana del hospital que apenas le alivió el suspiro final: “Omaíta, ¿qué es lo que tengo?”.

La Historia del Flamenco tiene más bien hitos: el de Tío Luis de la Juliana allá a finales del ilustrado siglo XVIII; el de Silverio Franconetti convertido en el rey de los cantaores en pleno siglo XIX; el del Concurso de Cante Jondo organizado en la Alhambra de Granada hace ahora justamente un siglo, con todos sus antecedentes de gloria encarnada en don Antonio Chacón, por ejemplo, o de miseria, en aquel duende hecho hombre que fue Manuel Torre; el de la enciclopedia andante y cantaora en que se convirtió Antonio Mairena; el de la creación de la Cátedra de Flamencología de Jerez, epicentro de todos los quejíos. Nadie con una mínima de información puede negar nada de esto, ni siquiera que también haya habido genios inolvidables de la talla de Vallejo, Marchena, La Niña de los Peines, Enrique Morente, Chocolate o El Lebrijano. Quién lo va a negar. Pero nadie con un mínimo de perspectiva de los dos últimos siglos puede negar tampoco que solo José Monje Cruz ha revolucionado el flamenco a nivel universal, al margen de ortodoxias y heterodoxias, al margen de Llaves del Cante y al margen de gustos personales de los críticos.

Hoy cumpliría Camarón 72 años, si no fuera un mito

Al margen de todo, Camarón de la Isla constituye el verdadero antes y después de la Historia del Cante. Antes de Camarón, los aficionados al flamenco eran los que eran, igual que tenía los suyos la ópera, el jazz o el country. Camarón populariza el flamenco hasta el punto de que solo sus discos y conciertos son capaces, en plena Transición española –qué curiosa y plurisignificativa coincidencia-, de acoger los sones del rock, del pop y de otras músicas mucho más antiguas sin perder un ápice de flamenquería. Es verdad que en ese milagro también participan otros muchos músicos, desde Paco de Lucía y su padre hasta Ricardo Pachón, Alameda y los hermanos Amador, entre otros muchos, pero no es menos cierto que la voz, el timbre, el compás y los melismas eran los de José. Luego de él, surgió una legión de imitadores –incluso estética- que llega hasta hoy; antes de él, en el cante todo el mundo distinguía acaloradamente entre cante gitano y cante payo. Después de él y de su propio disco Soy gitano -el más vendido de la historia del flamenco, sin ser el mejor, ni mucho menos-, su propia estampa es un icono global; antes de él, el flamenco no hubiera estado en la lista de candidaturas de la Unesco para convertirse en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Hoy cumpliría Camarón 72 años, si no fuera un mito

En poco más de veinte años de cante –y 17 discos-, Camarón consiguió convertirse en el mito que hoy, 30 años después de su muerte, continúa siendo incluso entre tantísima gente que tiene menos de 30 años, y no en Jerez, Cádiz, los Puertos, Triana, Málaga o Granada, sino en todo el planeta. Y no entre aficionados al cante flamenco exclusivamente, sino entre aficionados a la música en general y entre aficionados a la Cultura con mayúsculas, capaces de reconocer la aportación de un cantaor que empezó aprendiendo de su madre y que terminó creando un sello propio después de haber bebido de todas las fuentes al alcance de su oído, que fueron tantas, incluso las muy desconocidas. Entre aquel disco titulado Al verte las flores lloran, de 1969, y el éxito de Rosa María, de 1976, creció un artista sobre el pedernal de la tradición. A partir de La leyenda del tiempo, de 1979, con letras de Omar Khayyám, García Lorca, Fernando Villalón y Kiko Veneno, el artista que ya había empezado a juguetear peligrosamente con las drogas abrió definitivamente el flamenco al influjo de la Cultura de una manera sincrónica. Ya en los años 80 y 90, con discos como Viviré o aquel último Potro de rabia y miel, le llegaría el éxito sin vuelta atrás. Y el doloroso empuje hacia adelante para que el que tuvo que sacrificar a su persona. Hoy hubiera cumplido 72 años, pero probablemente entonces no sería el mito de todos que es.