La espiritualidad de Gurdjieff en manos de González Sanz

En su segundo álbum en solitario, el pianista soriano desentraña la música espiritual y sanadora del pensador armenio en un impecable registro

La espiritualidad de Gurdjieff en manos de González Sanz

La espiritualidad de Gurdjieff en manos de González Sanz / Juan José Roldán

Juan José Roldán

Conocí a Emilio González Sanz hace un puñado de años de vacaciones por tierras dominicanas. Coincidí con él de nuevo en un concierto en Madrid en los Teatros del Canal, donde interpretó junto al Cuarteto Adamas el Quinteto de Dvorák. Después tuvimos la suerte de contar con él como artista residente de una incipiente Casa de los Pianistas, un ilusionante proyecto de Yolanda Sánchez que lamentablemente malogró la pandemia y hoy corre el peligro de quedarse en un mero recuerdo si nadie lo remedia. González Sanz acaba de publicar bajo el sello Cezanne Producciones su segundo trabajo en solitario, y cuarto de su discografía, después de un descanso obligado de casi cuatro años por circunstancias personales pero ajenas a su voluntad. Tampoco en este tiempo ha frecuentado las salas de concierto. Pero lo que en principio debía ser un encargo simplemente como mediador o intérprete de un proyecto largamente acariciado por un buen amigo suyo, inquieto investigador de las fuerzas sanadoras y espirituales que pueden derivar de la música, se ha convertido en una revelación capaz de curar sus heridas más profundas y servir como enlace para que otras personas también experimenten su poder sanador.

Lo que podríamos definir como una combinación de la música de, por ejemplo, Wim Mertens y Ludovico Einaudi, trasciende esa estética y se erige no ya como precursor de sus estilos, más de medio siglo antes, sino como resultado de la profunda y lúcida investigación del folclore místico y religioso de tierras bizantinas ancestrales, algo a lo que George Ivánovich Gurdjieff dedicó buena parte de su vida personal y profesional. El pensador ruso de origen armenio, que vivió entre los estertores del siglo XIX y la primera mitad del XX, cultivó exhaustivamente el cuarto camino, expresión que da título al disco de González Sanz y que se refiere al proceso de superación del ser humano a partir de sí mismo, de su interior, limpiando su conciencia y hurgando en su carácter; una forma de aprender a partir de sí mismo hasta llegar a la pureza del alma. Este pensamiento filosófico, metafísico o místico, encuentra su máxima expresión en los pentagramas que a tal fin escribió Thomas de Hartmann, compositor y discípulo ucraniano de Gurdjieff, afincado en Nueva York, seguidor de sus doctrinas y traductor de las músicas que en su deambular investigador encontró el pensador en tierras bañadas por ese olor místico que trató de plasmar en sus escritos y Hartmann en su música.

Gurjieff se revela así como un profundo humanista, defensor del crecimiento y el desarrollo interior y espiritual del ser humano, meta según él de cualquier religión. La suya parte y llega al ser humano como cumbre de la naturaleza, sin deidades superiores que intenten explicar nuestra existencia y objetivo. González Sanz no es el primero que graba música de Hartmann a partir de Gurdjieff. El propio prologuista del álbum, el también pianista Josu de Solaun Soto, escribe que descubrió esta música en un álbum de su idolatrado Keith Jarrett, llamándole la atención especialmente el ison bizantino, una nota pedal que en inglés se conoce como drone y que consiste en mantener el sonido de forma que inspire eternidad, en ostinato, de forma que la música se acerque a la ceremonia, al rito y el simbolismo, como algo sagrado. El disco, así como los conciertos que en estos últimos meses le han acompañado, algunos asistidos de comentarios previos y demostraciones danzísticas de carácter sacro, se convierte así en un viaje introspectivo hacia lo trascendental, en palabras de propio intérprete, hacia la poesía musical, y un estímulo a abandonar nuestras propias limitaciones mentales y sumergirnos en la vastedad de la materia, infinita y diversa... Una exploración dentro de nosotros mismos y una experiencia transformadora.

González Sanz asegura en el cuadernillo del disco primorosamente editado, que después de descubrir e interpretar a Gurdjieff y Hartmann, se siente una versión mejorada de sí mismo. La consecuencia de interpretar esta música, y el objetivo al ser escuchada, es mística y sanadora, una forma de llegar al fondo del corazón a través de una música sencilla y austera. Para su presentación al público, el artista ha seleccionado piezas de cuatro cuadernos distintos, Canciones y ritmos asiáticos, Música de los Sayyids y los Derviches, Himnos, rituales y oraciones, e Himnos de un Gran Templo y otros trabajos seleccionados del ballet The Struggle of the Magicians (La lucha de los magos). Entre ellos ha intercalado un par de piezas compuestas y dedicadas al pianista por dos buenas amistades suyas, Javier Centeno Martín y Ana Vázquez Silva, siguiendo la estética y partiendo de materiales originales del propio Gurdjieff. Después de cuatro años sin pisar los escenarios y publicar su último disco, dedicado a rarezas de Granados, podemos asegurar que la música de Gurdjieff a través de las transcripciones de Hartmann, ha sanado y recuperado espiritualmente a este pianista tan singular como infinitamente sensible y exquisito.