«La ley trans es una negligencia, no respeta la infancia»

Entrevistamos a la doctora María Velasco, que presenta su libro ‘Criar con salud mental’, de la editorial Paidós, donde da las pautas para mejorar un tema clave para el desarrollo de los niños: la salud mental.

«La ley trans es una negligencia, no respeta la infancia»

«La ley trans es una negligencia, no respeta la infancia» / Ezequiel García

Ezequiel García

La doctora María Velasco, la psiquiatra y psicoterapeuta especialista en niños y adolescentes más conocida dentro y fuera de las redes, presenta su libro Criar con salud mental para ayudar a padres y madres a criar a sus hijos y a cuidar de su salud mental.

En Criar con salud mental, la doctora Velasco, experta en psiquiatría infantojuvenil, se ofrece a acompañar a las familias en la difícil y fascinante tarea de ser madres y padres y responde a varias preguntas: ¿Qué es ser padre y madre?, ¿qué es la infancia?, ¿qué es la crianza?, ¿qué necesidades emocionales tienen nuestros hijos?, ¿cómo lograr un buen apego?, ¿qué conflictos emocionales se nos activan con la maternidad y la paternidad?, ¿a qué dificultades se enfrentan los padres y madres de hoy?, ¿cómo lograr que nuestros hijos se conviertan en adultos mentalmente sanos y resilientes?, ¿es posible educar de forma serena?

Una guía clara y esperanzadora para que los padres y madres actuales consigan interiorizar un tipo de crianza sana, ponerla en práctica y cuidar de su mayor regalo: el amor incondicional de los hijos. Y hemos hablado con ella.

¿Qué se va a encontrar el lector en Criar con salud mental?

Una reflexión sobre los tiempos que corren, de las dificultades que atravesamos como madres y como padres, pero también como profesores, como educadores, como médicos... Y ofrecer herramientas que nos ayuden a relacionarnos mejor, a comprender mejor a nuestros menores y a nuestros adolescentes, a hacer una crítica constructiva de los tiempos que corren y a encontrar dónde están los puntos de esperanza, es decir, las cosas que sí que podemos cambiar, que además son muchas y muy importantes.

¿Cómo se consigue ser buenos padres y buenas madres?

Bajándonos de la dinámica social que impera. Poder pensarnos, admitir que la crianza es una relación desnuda pero de cuidados, en donde tiene que haber una jerarquía, una balanza entre esa función materna, de cuidar; y de una función paterna de poner límites, en la que tenemos que proteger a nuestros niños porque la sociedad actual invade la infancia y la adolescencia. Y en donde necesitamos tiempo.

El tiempo, ese ausente...

Bueno, porque lo hemos llenado de cosas. Cuando tenemos un tiempo vacío lo llenamos, no soportamos el tiempo sin cosas que hacer.

Hay un asunto muy mediterráneo en esto de la crianza: el arraigo, la familia, la tribu. ¿Es eso positivo o es eso negativo?

Yo creo que hay que buscar un equilibrio, porque un clan y una familia te dan un sostén, es una ayuda maravillosa en la vida. Este sentimiento de arraigo que todos necesitamos y buscamos, si no es en la familia, va a ser en un grupo de amigos o en un grupo, está bien; pero si a la vez podemos desarrollar nuestra individualidad, mejor. Esa familia que quiere que todo el mundo sea igual, haga igual, se comporte igual y haga las mismas elecciones en la vida, no es algo positivo, es una fuente importante de sufrimiento. Lo idea es una familia flexible, que acepte la diferencia, que sea tolerante.

No obstante, existe una brecha importante entre la forma de criar de nuestros padres y abuelos a la nuestra. ¿A qué se debe?

Se debe a que hay un salto generacional con muchas variables: el tema de género, económico, las redes sociales, la comunicación, el estilo de vida... Lo que para nosotros ahora es importante y lo que era para ellos. Cuando eres padre o madre, se despierta un lado infantil. Para tus propios padres, los abuelos, también se despierta ese lado de la maternidad y la paternidad. Se reactivan las dinámicas que ya estaban. No es que sean nuevas, sino que se actualizan. Es un buen momento para tratarlas, para redirigirlas. Pero hay que tener claro que nuestra verdadera familia es nuestro hijo o nuestra hija y nuestra pareja, y es por lo que tenemos que apostar. Ellos son un apoyo, un regalo si hay una buena relación, pero muchas veces renunciamos a una pareja y a una buena relación de pareja por salvaguardar esa dependencia familiar. Por lo tanto, el apego a la familia a veces no es tan positivo. Es positivo si es un buen apego. Y el apego implica libertad, no implica fusión, no implica renunciar a ser uno mismo. El apego debe ser seguridad. Tú puedes ser tú, yo puedo ser yo y tú me vas a querer siendo yo.

¿Y por qué somos los padres más ‘perdidos’ de la historia?

Porque no tenemos el referente de nuestros propios padres, tenemos una vida muy complicada en donde no se nos habla jamás de renuncia, donde posponemos las gratificaciones, no queremos renunciar a nada. Nos venden que la felicidad está en nuestra mano, a golpe de clic. La crianza a veces es frustrante. Como cualquier relación humana, hay que crearla. Entonces nos confronta con nuestras facilidades, nuestras debilidades, nuestras incompetencias, nos hace frenar nuestra vida. Hay mucha diferencia entre el estilo de vida que llevamos y el estilo de vida que tendríamos que llevar cuando tenemos un hijo. Hay mucha diferencia. Antes no. Antes era una continuidad, por así decirlo. Por el tema de género no hemos alcanzado esa situación social en la que se garantizan los cuidados que necesitan los niños, asegurando también un reparto equitativo y justo de las funciones en la familia. Tenemos que crecer en esto.

¿Están los permisos de maternidad y de paternidad adaptados a la realidad social o siguen siendo insuficientes en España?

Creo que el permiso de maternidad o de la función materna es insuficiente. Tendría que ser de un año. Y creo que el permiso de paternidad o de la función paterna empieza a parecerse a lo que realmente debería ser. La madre tiene que recuperarse de un embarazo y de un parto. Sería más seguro si lo pudiéramos ampliar a cinco o seis meses. Ahí ya salimos un poco del riesgo de depresión postparto, el cuerpo de la mujer ya se ha recuperado un poco más, el bebé empieza a estar más regulado en sus biorritmos. No obstante, creo que es un gran avance el haber conseguido un permiso de paternidad de cuatro meses, pero la mujer no está preparada para incorporarse a los cinco meses ni en broma. Ni el bebé, por supuesto.

¿Cómo evitar invadir ese espacio que necesitan nuestros niños y adolescentes en la sociedad?

Pues vamos a tener que evitarlo de manera activa, porque la sociedad tiende a invadirles. Tiende a invadirles diciendo lo que necesitan, pero escondiendo nuestras necesidades. Están nuestras necesidades escondidas debajo de las necesidades de los niños y de los adolescentes. Ni las ciudades están construidas para los niños, ni el estilo educativo está construido para los niños, ni los tiempos que tienen las madres y los padres son posibles para ejercer una crianza en condiciones. El contenido de las redes es todo adulto. Hemos construido una sociedad en la que los niños y los adolescentes se adaptan, pero nosotros no estamos adaptándonos a ellos. Por eso están enfermando más y están expresando mayores dificultades. Los niños no van a callarse los problemas, o sea, los van a tener, no los pueden disimular. Lo que ocurre en los centros educativos de problemas de aprendizaje, de problemas de conducta, de adolescentes tristes, de problemas de socialización, de bullying... Todo esto, lo que muestra es que existen mayores dificultades en la infancia. Hay menos supervisión, menos cuidado de los niños, les ayudamos menos a crecer.

¿Están las escuelas infantiles adaptadas para estas nuevas realidades con las que se van a encontrar en el futuro?

Yo creo que hace falta mucho personal estable y formado.

¿Qué tipo de formación?

Que sepan bien lo que es un niño, lo que necesita. La diferencia de velocidad y crecimiento individual, que no piensen que todos tienen que aprender a determinada edad y de determinada manera. Hay muchos tipos de aprendizaje, de cerebros. Yo creo que hace falta mucho... Igual que en sanidad, en justicia, en educación... Hace falta muchísimo personal si queremos hacer bien las cosas. Es un tema humano, de persona a persona. Así que no, no creo que las escuelas infantiles estén adaptadas. Pero me preocupa más la adolescencia, que es cuando más bullying hay y menos juego necesita un niño. Cuando son más pequeños, no se trata tanto de que aprendan a leer o a escribir. Eso puedes aprenderlo un poco más tarde. Nosotros íbamos al colegio con cinco años y somos profesionales a todos los niveles. Pero sí que creo que en la adolescencia hace falta mucho más profesorado para atender todas las demandas, desde que pueda haber una asignatura de crecimiento personal y manejo emocional, a que haya muchísimo más deporte, una actividad física diaria, o que los tutores puedan trabajar de verdad en la convivencia, en la prevención del acoso escolar. Estas cosas son muy importantes. No son problemas nuevos, son problemas viejos con una carga mayor actualmente.

Pero los profesores estamos hasta arriba de burocracia...

Yo entiendo lo que tú me dices, que ahora mismo los profesores y los colegios están sobre exigidos. Primero porque ni se os forma, se os pide una labor que no podéis ejercer, no tenéis ni tiempo, ni sois suficientes. Pero creo que el lugar donde sería mayor la prevención en problemas de salud mental sería en los colegios. Si pudiéramos cubrir todo el profesorado que nos hace falta, tendríamos un lugar en la sociedad y en la vida de los menores común en el que trabajar la socialización, la relación con iguales, los valores éticos, el esfuerzo, el premiar determinados aspectos, el aprender a convivir con la diferencia, el tolerar esta diferencia, poder trabajar con las familias... Creo que tenéis un papel que no podéis desarrollar. Es imposible, pues se os está pidiendo la Luna, pero creo que es donde tendríamos que poner nuestro esfuerzo para trabajar en la salud mental.

Por sus palabras se deduce, doctora, que el sistema educativo actual es fallido. ¿No?

Creo que hay que dar salidas antes y hacer mejores estudios psicopedagógicos a los niños que tienen dificultades académicas que incluyan los factores familiares. Yo creo que lo que está fallando, sobre todo, son las familias y la sociedad. Y el estilo educativo también, pues depende muchísimo de que ese profesor se haya implicado en un tema personal. Creo que todo lo que tiene que ver con cuidar como profesor, como sanitario, no es ni está valorado, ni potenciado, ni puesto como prioritario. Fíjate incluso que en medicina a los pacientes los tenemos que llamar clientes, se nos dice el tiempo que podemos emplear con cada uno de ellos. Hemos pasado a deshumanizar a los pacientes. Y a los profesores se os pide algo muy parecido, todo basado en resultados, en una sociedad mercantilista. Por eso digo que fallan muchas cosas. Y dentro del sistema educativo tampoco hay incentivos para el que lo hace bien.¿Cuál es la diferencia entre el profesor que acaba antes de su hora y no se implica al que se deja la vida?

¿Cuál sería el sistema educativo ideal para un país como España y con la realidad que tiene España?

A mí me gusta mucho el estilo educativo inglés, porque hay jerarquía y una filosofía del esfuerzo, pero, a la vez, se valoran muchas capacidades del ser humano: el arte, la música, todo lo deportivo. Entonces, hay niños que no van a despuntar en Matemáticas ni en Lengua, pero van a despuntar en deportes. Al final, tienes que descubrir las capacidades de cada alumno y potenciarlas, no a que sientan la frustración una y otra vez. Pero, de todas maneras, también el aprendizaje es mucho más experiencial, más en grupo, más colectivo, más de proyectos, no solo de memorizar. Creo que este estilo educativo español de tanta memoria y de tanto repetir como un loro se lleva por delante muchísimos talentos que luego demuestran en la edad adulta que valen para otras cosas. No aporta un conocimiento desde la experiencia, que es cómo realmente se aprende: jugando, experimentando.

Otro tema importante del que habla en el libro es el de la identidad, de la sexualidad y el género en la infancia y la adolescencia. ¿Una persona nace con tal o cual identidad o se va haciendo?

Con el género se nace, por supuesto, porque biológicamente es así, evidentemente, pero la identidad o la orientación sexual se va haciendo. Los seres humanos nacemos con una biología, con un sexo, con una identidad de ser machos o hembras que está en cada célula de nuestro organismo. Es una información genética, es irrefutable. Por mucho que creamos que podemos cambiar toda la realidad, no es así. Y además no nos viene bien, es una mentira que daña a muchas personas. Pero la identidad se construye con todo lo que nos va pasando. De hecho, no sabemos ni siquiera que somos personas cuando nacemos. Si nos cría un lobo, creemos que somos lobos. Y los niños pequeños piensan que son insectos muchas veces o dinosaurios. Por eso juegan con los dinosaurios. Entonces, ¿cómo vamos encima a nacer con una identidad sexual de alguien que nos atraiga o movilice nuestro deseo sexual si no tenemos deseo sexual? ¿Y cómo vamos a tener una identidad de género si el género es un constructo social? O sea, es imposible nacer con eso. El tema es que pensamos que, si no naces de una forma u otra, lo podemos cambiar. La identidad sexual no la podemos cambiar, ni es elegible, ni tampoco es elegible la identidad del género. En absoluto. Sin embargo, las leyes van un poco a eso. Porque la sociedad va a eso: todo lo puedo elegir, todo está en mi mano. Soy yo el que decide ser feliz o desgraciado. La sociedad es muy narcisista y los mensajes ideológicos y políticos se han colado en nuestros valores, en lo que sustenta nuestras vidas y no nos hemos dado cuenta.

¿Qué opina, pues, de la ley trans?

La ley trans es una, entre comillas, mala noticia para ese proceso en el que una persona va generando o haciendo su identidad. Un inciso: la ley trans no la ha creado Irene Montero, ya existía. Irene Montero la ha retocado sin tener en cuenta a ningún profesional de la infancia para ser pensada, ni a médicos, ni a psiquiatras infantiles, ni a pediatras. Es una ley ideológica, política, no está pensada para ayudar a los menores y a las personas que tienen algún tipo de sufrimiento. No respeta la infancia. Es una negligencia desde mi punto de vista. Y es una negligencia porque si tú conoces la infancia y sabes que en la infancia no hay una identidad construida, tienes que respetar el tiempo de la infancia y de los menores si sienten un sufrimiento. Hay que sostenerles, hay que acompañarles. Además, esta ley aporta soluciones con unos efectos secundarios muy importantes y a los niños hay que dejarles que sean niños y a los adolescentes, adolescentes. Es verdad que si hay un sufrimiento extremo, hay que valorarlo y hay que actuar. Por supuesto que sí, pero no han preguntado a los especialistas cómo hay o no hay que actuar. No se ha hecho un comité en donde haya un consenso, una mayoría que opine con estudios, con revisiones.

Quizás se ha tomado este tema algo a la ligera...

Se ha tomado este tema bastante a la ligera en todos los sentidos y yo creo que deberíamos protestar las personas que estamos cerca de la infancia y la adolescencia porque la inestabilidad al final lo que produce es que no puedan crecer bien. Tenemos que estar todo el día readaptándonos, luchando, volviendo a ponerlo todo nuevo, reorganizándonos y si somos personas que estamos al cuidado de menores, si tenemos que desviar la atención en estos cambios, no estamos al cuidado de ellos ni desarrollando mejores estrategias.

Este mes de junio ha sido el mes de la salud mental. La realidad actualmente en España, ¿cuál es?

Está mucho peor. La realidad es que la salud mental ha empeorado a nuestros menores y a nuestros adolescentes, no porque tengan enfermedades mentales graves que son más genéticas como la esquizofrenia o el trastorno bipolar, sino que hay un mayor sufrimiento y menor tolerancia al sufrimiento. Son menores más frágiles, más solos y con más factores de riesgo para poder crecer con salud mental. Me parece que los medios están reflejando una realidad. Yo soy psiquiatra, trabajo en un hospital público y las unidades infantiles de internación están desbordadas. Hay listas de espera. Se han triplicado las consultas psiquiátricas de urgencias. Y hay un psiquiatra por cada hospital público en Madrid. Prácticamente la mitad de las consultas son de menores de edad ahora mismo.

¿Cree que visibilizar en las noticias sucesos como el suicidio es positivo o negativo?

Las noticias de suicidio tienen sobre la población infantil un efecto llamada. Los menores son más impulsivos, no tienen este pensamiento de la vida como un camino como podemos tener los adultos. Un adolescente ve más lo inmediato, tiene menos recursos y menos sostén si está solo. Y sí que creo que hay un efecto llamada, tanto en las redes, que te dicen cómo suicidarte o cómo hacerlo de manera más efectiva y sin dolor, como en las noticias.

¿Y el horizonte cuál es?

El horizonte siempre tiene que ser esperanzador. Yo creo que hay mucha gente con mucha ética, yo lo veo cada día, con ganas de ayudar. Hay que seguir reivindicando el papel importante y de cuidados que tenemos, volver a una sociedad donde valorar las cosas, a no conformarnos, a pedir más inversión, a exigir planes, a unirnos. Ya hemos visto que cuando las personas se unen, consiguen cosas. Y luego cada uno desde nuestras casas, como madres y como padres, criar a nuestros hijos e hijas fuera de esa marabunta que la sociedad nos impone. Creo que así podemos conseguir muchas cosas. Es más fácil de lo que parece.

La última, ¿qué necesitan nuestros hijos que sólo nosotros, los padres, las madres, podemos darle?

La función materna y la función paterna. Solamente. Una balanza equilibrada entre el amor, los cuidados, la mirada, la tolerancia, el vínculo y el apego seguro y los límites, el creer en uno, el decir que no, el aprender a tolerar la frustración, a darle lo mejor de uno mismo, a esforzarse. Esa responsabilidad que, asumida, se traduce en esos cuidados que ellos necesitan.