El tarifeño Chema Cobo hace en el Cicus un repaso a su obra pictórica e imparte un taller

20 jun 2018 / 20:33 h - Actualizado: 20 jun 2018 / 23:02 h.
"Artes plásticas"
  • El pintor tarifeño Chema Cobo, retratado esta semana en el Cicus. / Jesús Barrera
    El pintor tarifeño Chema Cobo, retratado esta semana en el Cicus. / Jesús Barrera

Chema Cobo (Tarifa, 1952) es uno de los grandes nombres de la plástica andaluza, un creador personalísimo que se dio a conocer durante la Transición con el movimiento conocido como Nueva figuración madrileña para más tarde seguir desarrollando su obra en Estados Unidos. Estos días y hasta el 31 de julio expone un repaso a su obra bajo el título El clamor de las moscas en el Cicus de Sevilla, donde también imparte un taller.

De sus inicios recuerda que «estudié primero Filosofía y Letras en Cádiz, una de mis sitios favoritos, y siguiendo a una chica me fui a Madrid y me matriculé en Lingüística. Entonces empecé a hacer cine en Super 8, yo mismo me producía las películas, que me costaban un dineral, ¡las pasaba canutas! Un día, allá por el 74, la galería Buades organizó una muestra colectiva de gente que trabajaba en Super 8. Fue bien y me dijeron que tenían una fecha libre más adelante, que si quería exponer yo solo. Y acepté».

Así fue como pasó a formar parte de la llamada Nueva figuración Madrileña junto con su paisano Guillermo Pérez Villalta, los sevillanos Luis Gordillo y Manolo Quejido, entre otros. «Todos andaluces», afirma Cobo, aunque también destacaban en el grupo el gallego Carlos Alcolea o los madrileños Carlos Franco y Sigfrido Martín Begué. «Los andaluces éramos y somos unos chicos sofisticados. Ser andaluz es una forma de ser sofisticada. Solo tienes que ir a Cádiz y comprobar las virtudes del conceptismo en la forma de decir mil cosas en una frase, eso es de una sofisticación absoluta», asevera.

Respecto a su trabajo de entonces, cree que «había mucha ironía en todo lo que hacíamos, éramos gamberretes y seguimos siéndolo. Nos mofábamos de la solemnidad del moralismo típico de los vanguardistas. Los últimos vanguardistas se creían poseedores de la verdad y eran muy estrictos, mientras que nosotros proclamábamos el hedonismo. Veníamos influidos por muchas cosas ajenas al arte, como el pop, los Beatles, los Rolling... Eso cambia mucho la perspectiva, más en una España tan gris como aquella».

Aquellos artistas fueron definidos como los esquizos de Madrid, e incluso una exposición en el Reina Sofía los reunió bajo aquella etiqueta. «Lo de esquizos vino de un intento de insultarnos por parte de algunos, porque pintábamos, lo que psicoanalíticamente se llamaban fantasmas, pero no era cierto, usábamos la fantasía para contar cosas. Por nuestra parte, hacíamos mofa de la abstracción, decíamos que sus cuadros eran los fondos que hacían para que nosotros pintáramos encima. Los llamábamos oligofrénicos, porque pintaban muy poquito. Cuando Quico Rivas pensó en la exposición del Reina Sofía, decidió llamarla Los esquizos de Madrid».

Otro lugar común que Cobo quiere abolir es la identificación de la Movida con los 80, y no con los 70. «En los 80 fue el márketing, pero el espíritu de los 70 fue el de la verdadera eclosión. Lo del sexo, las drogas y el rock and roll lo estábamos proclamando nosotros desde el primer día. Éramos libertarios y libertinos, pero los 80 trajeron un amparo político y social que nosotros no teníamos, ni necesitábamos. Desafortunadamente, haber sido pioneros se nos ha vuelto en contra. Ahora hay gente que nos tacha de herederos del franquismo, que ya es el colmo. La oposición al franquismo era legítima, pero a la actitud le faltaba humor e ironía, que lo hace todo mucho más corrosivo. Y sigue faltando hoy».