El Espacio Turina va recuperando, e incluso superando, su función como templo absoluto y necesario de la música seria en la ciudad, con una programación cada vez más abundante y salpicada de grandes encuentros, como el que protagonizó anoche el más famoso de cuantos contratenores existen en la actualidad, Philippe Jaroussky. El francés recaló por segunda vez en nuestra ciudad, tras cinco años de aquel mítico recital en el Maestranza. Como entonces vino haciendo un repertorio insólito para su tesitura, asociada por tradición y evolución natural al barroco. Si en aquella ocasión se trató de melodía francesa, en ésta fueron los lieder de Schubert los convocados, algo que en un principio y a priori contó con nuestra falta de confianza debido a prejuicios que identifican más este repertorio con voces fundamentalmente de mezzo y barítono. Hoy sin embargo se ha convertido en una especie de moda encarar estas canciones por contratenores, como ya tuvimos ocasión de comprobar hace apenas unos meses de la mano de Xavier Sabata en este mismo espacio, abordando con solvencia y sin complejos los Viaje de invierno del propio Schubert. Lo curioso es que los mismos puristas que no aceptan la interpretación musical sin criterios historicistas, aplaudan estas intromisiones, en principio fuera de estilo, en el Romanticismo.
Sin embargo al final nos queda la música, servida con excelencia y sentimiento como muy bien hizo el artista galo, y no tenemos más que rendirnos y celebrar la ocasión. En su comparecencia sevillana Jaroussky estrenó esta nueva faceta liederista que le llevará mañana a Valencia y después a Barcelona, ciudad a la que volverá junto a Madrid en mayo ya para rendirse a su repertorio barroco habitual junto al Ensemble Artaserse. Todo un hito que el numeroso público congregado aplaudió con una entrega total y esa fascinación que solo los grandes son capaces de suscitar. Cierto que en su particular forma de encarar el programa saltaron técnicas y estéticas propias del barroco, una modulación frecuentemente rígida y ciertos forzados en la voz que provocaron cambios de color, como fácilmente pudimos apreciar en el dramático Gruppe aus dem Tartarus que cerró la primera parte. Pero en general Jaroussky sonó más que convincente, amoldándose con facilidad a los distintos registros expresivos propuestos, del apacible Im Frühling y el emotivo An die Musik al sombrío Des Fischers Liebesglück o el muy sentimental Nachtstück que cerró la poética propuesta.
La riqueza melódica de Schubert se benefició del exquisito gusto del contratenor, su fraseo elegante y la sincera y natural emisión de su voz, alcanzando el paroxismo de la espiritualidad en un Litanei que enlazó directamente con el tercero de los famosos Impromptus D 899 del compositor austriaco en una suerte de elegía infinita que encandiló al público y nos puso en comunicación directa con el portentoso pianista Jérôme Ducros, su acompañante inseparable en recitales y registros. Tanto en esta pieza como en la delicadísima Klavierstück D 946 nº 2, que también interpretó en solitario, Ducros demostró ser un maestro del piano, capaz de extraer poesía con una extraordinaria sensibilidad, sin estridencias ni amaneramientos, siempre con una delicadeza y una elegancia fuera de serie, características que brillaron también en un acompañamiento que nunca estuvo en segundo plano pero tampoco empañó al contratenor. Por cierto que Jaroussky alternó en sus bloques los lieder amables, distendidos y ocasionalmente agitados, como An Silvia, con los más melancólicos y desesperados, con significativas referencias al desamor y a la atracción por la Naturaleza, como Du bist die Ruh. En la propina rubricó esta significativa velada para la ciudad y el Espacio Turina con una muy sentida interpretación del célebre Ständchen de la colección póstuma Schwanengesang. ¡Enhorabuena!
PHILIPPE JAROUSSKY ****
Philippe Jaroussky, contratenor. Jérôme Ducros, piano. Programa: Selección de Lieder, Klavierstück D 946 nº2 e Impromptu D 899 (op. 90) nº 3, de Schubert. Espacio Turina, viernes 10 de enero de 2020