La Sinfónica de Sevilla estrena la era John Axelrod con la orquesta puesta a sus pies

Sinfónica de Sevilla****

18 sep 2015 / 08:42 h - Actualizado: 18 sep 2015 / 08:55 h.
"Música"
  • Una gran expectación rodeó ayer el primer concierto que el maestro John Axelrod ofreció como titular de la Sinfónica de Sevilla. / José Luis Montero
    Una gran expectación rodeó ayer el primer concierto que el maestro John Axelrod ofreció como titular de la Sinfónica de Sevilla. / José Luis Montero
  • En la segunda parte se interpretó, no casualmenten, la Sinfonía ‘Del Nuevo Mundo’, de Dvorak. / José Luis Montero
    En la segunda parte se interpretó, no casualmenten, la Sinfonía ‘Del Nuevo Mundo’, de Dvorak. / José Luis Montero

Comenzó. Anoche se redactaron los primeros renglones de la historia que el nuevo maestro titular de la Sinfónica, John Axelrod, va a escribir en Sevilla. Fue un concierto extraordinario camuflado de normalidad, el director norteamericano recoge el testigo de Pedro Halffter, que ha dejado la orquesta en una formidable forma técnica. Axelrod no quiso revestir la ocasión de un especial boato, apenas unas breves palabras emocionadas en las que remarcó el título, nada casual, dado a su primer concierto, Nueva era.

Lo cierto es, que pocos son los que presienten que vaya a comenzar algo realmente extraordinario, en el sentido de cambio, de transformación. Axelrod es un excelente director, como ya sabíamos y como volvió ayer a quedar de manifiesto [hoy tienen una nueva oportunidad de comprobarlo a las 20.30 horas]. Pero su primera temporada, aun con aires de renovación, no debe ser (confiemos) la que tomaremos en el futuro como ejemplo de su singladura hispalense. Anoche en todo caso comenzó de la mejor forma posible, con la ilusión de marcar los primeros compases de una obra de la compositora andaluza Nuria Núñez (1980).

Donde se forjan las quimeras (2010) es una partitura de gran riqueza tímbrica y de cierto refinamiento en su sonar, en la que su autora se distancia radicalmente de otras obras suyas, camerísticas, notablemente más gestuales y abruptas. Pareciera como si el aparato orquestal hubiera domesticado la estética de la autora, quien seguramente hoy se reconocerá en partituras suyas más recientes. La ROSS ofreció una lectura serena en la que quedó de manifiesto los sutiles juegos de espacialización que propone Núñez; y Axelrod remarcó especialmente el tiempo retenido, casi suspendido, de una muy inspirada sección central, en la que el sonido de unos palos de lluvia crean una atmósfera sumamente atractiva.

En las notas al programa se invoca Ameriques, la gran y pionera obra de Edgar Varèse, inédita en Sevilla, como influencia de la intrascendente y ejemplarmente cosida New era dance (1992/2000), de Aaron Jay Kernis (1960). Ojalá sea Axelrod quien ponga en los atriles aquella estimulante y apabullante creación de su compatriota. Bienvenida sea, mientras tanto, la pieza de Kernis, un divertimento de jugosas referencias que fue interpretada con contagioso entusiasmo.

Con Halffter, Axelrod parece compartir su tendencia a remarcar los momentos más decibélicos e intensos de cada creación. Pero a diferencia de aquel, el nuevo director gusta de imprimir un gesto más arrebatado, más acuciante a las transiciones. Es lo que opinamos tras oír su versión de la célebre Sinfonía Del Nuevo Mundo, de Dvorak. Manejó con maestría y numen las dinámicas y guardó sutiles equilibrios entre lo camerístico y lo orgiástico. Luego está otro show, el que da el maestro. Tómese, si se desea, como un plus. Sin batuta y si chaqué, Axelrod exterioriza lo que está sintiendo mientras está ahí arriba. Y de esa forma muchos vibran el doble. Es cuestionable, pero ni quita ni aporta. De lo que no hay duda es que tenemos por delante un ilusionante camino.