Una combinación de instrumentos tan poco usual como la de piano, fagot y flauta se convirtió en base con la que celebrar en Sevilla el Día Internacional de la Música, con una agenda tan empobrecida a causa de la coyuntura que la cita en el Espacio Turina sobresalió por derecho propio y por el loable empeño que están poniendo sus responsables en no dejar desierta de buena música la vida cultural de la ciudad. Un programa con diseño simétrico, con obras clásicas en los extremos y dos que podríamos considerar exóticas en el centro, invitándonos en palabras textuales de los intérpretes a sumergirnos en un mundo de colores tan dispares como atractivos.

Los colores cálidos protagonizaron el Trío de Haydn, original para teclado, flauta y violonchelo; una obra de carácter íntimo que debía ser inicialmente más complicada de lo que finalmente resultó sobre la partitura, y que el trío defendió con aplomo y seguridad, no obstante algún desliz y cierto atropello puntual en el piano. Quien más oportunidad de lucimiento tuvo fue Vicent Morelló a la flauta, logrando esa fluidez y equilibrio a la que nos tiene acostumbrados. Quizás el segundo y último movimiento, minuetto, se hubiera beneficiado de una interpretación más moderada y serena de la que los tres intérpretes fueron capaces de ofrecer. Donde sí hubo serenidad de sobra fue en las tres piezas de Charles Koechlin, marcada por los acentos y matices que fue capaz de extraer Rocío Vílchez, profesora de acompañamiento en el Conservatorio Superior de Sevilla. Aquí fueron colores blancos y atenuados los sugeridos, potenciando el carácter orientalista y relajado de la partitura, mientras su carácter abstracto y su trabajado contrapunto encontraron eco en una interpretación considerablemente recogida y matizada.

La pieza de Chick Corea nos trajo colores vivos y alegres. Originalmente compuesto para un disco del flautista Hubert Laws de 1969, el legendario pianista lo recuperó en su álbum de 1972 Inner Space, con Karl Porter al fagot. La recreación que hicieron Morelló, Prieto y Vílchez estuvo a la altura de lo exigible, en estilo y con suficiente talento para adaptarse a sus numerosos cambios de ritmo y de registro. Ayudó el espléndido trabajo de Álvaro Prieto, siempre preciso y muy atento, que revalidó su aportación en el Trío de Beethoven, una obra de juventud en la que destaca sobre todo su tercer movimiento, un andante con variaciones tan del gusto del compositor. Antes Vílchez dominó en el allegro inicial, como hicieron las maderas en el muy expresivo adagio, y los tres juntos en ese espléndido episodio final caracterizado por su aspecto jovial, y en el que el diálogo y una combinación de colores verdes como la naturaleza, se hicieron muy patentes. Con una Pastoral de Carl Philipp Emanuel Bach como propina, evocando colores arraigados en la tierra, terminó esta agradable matinal.

3er concierto del Ciclo de música de cámara ROSS. Vicent Morelló Broseta, flauta. Álvaro Prieto, fagot. Rocío Vílchez, piano. Programa: Trío en Fa mayor Hob. XV:17, de Haydn; Trois pièces Op. 34bis, de Koechlin; Trío, de Chick Corea; Trío en Sol mayor WoO 37, de Beethoven. Espacio Turina, domingo 22 de noviembre de 2020