Se nos ha prometido que empezamos a caminar hacia la salida de la tragedia cuando aún tenemos que lamentar a diario la pérdida de más de un centenar de vidas en nuestro país, si así lo queremos un motivo de júbilo teniendo en cuenta que hace apenas unos días la cifra se elevaba a casi un millar. Aun así es una cifra muy trágica y muy preocupante como para poder hablar realmente de una normalización de la situación, y desde luego muy propicia para que si no mantenemos un mínimo de responsabilidad y sentido común, podamos vernos sumergidos en un rebrote que aminore todavía más nuestra capacidad de supervivencia en todos los sentidos. A nadie escapa que esta premura por empezar la tan ansiada desescalada responde a un intento por frenar la ya de por sí muy perjudicada economía del país, potenciada aún más por la presión de los partidos políticos de la oposición, nada propicios a apoyar una crucial prórroga del estado de alarma que asegure el mantenimiento de esas medidas de protección, seguridad, responsabilidad y solidaridad que son el único instrumento que tenemos para vencer una situación jamás vivida en nuestro maltratado planeta, y que nos marque el camino no para recuperar la normalidad sino para establecer una nueva más respetuosa con nuestro entorno y sistema.

De cualquier forma el mundo de la cultura se encuentra lamentablemente muy al margen de todas estas preocupaciones, pues ni siquiera el motivo económico le alcanza lo suficiente como para merecer ese avance acelerado de la supuesta normalización. Los grandes espectáculos sobreviven en nuestro país gracias a los necesarios apoyos públicos, solo así se pueden lograr precios considerablemente asequibles en un espectáculo tan completo y sofisticado como la ópera, marcada por un despliegue artístico descomunal y un muy limitado número de funciones por título, algo que no sucede por ejemplo con los populares musicales, más baratos y con más probabilidades de amortización a largo plazo. Junto a eso el resto de espectáculos no pueden sobrevivir con la reducción de aforo que propone el sentido de la responsabilidad al que apelamos, por lo que recuperar cines y teatros no es una cuestión de saneamiento económico sino de bienestar cultural, desdichadamente siempre a la cola de los verdaderos intereses creados.

Ante la desescalada por fases que estamos atravesando, los conciertos programados antes de que toda esta tragedia ni siquiera se sospechara vuelven a quedarse colgados casi todo el mes, a la espera de que a finales podamos recuperar parte de lo propuesto, como La Traviata con la que finalizaría la temporada lírica del Maestranza. Pero mucho nos tememos que también este popular título verdiano se descolgará de la programación, ante la proximidad de la fecha de estreno del permiso para reabrir teatros y auditorios, contando con que cosechemos los frutos deseados y no se provoque una marcha atrás. En el mejor de los casos el Maestranza tendría que reducir considerablemente su aforo, lo que teniendo en cuenta que prácticamente las cinco funciones están agotadas solo podría resolverse ampliando el número de las programadas o devolviendo el importe de forma injustamente aleatoria. Así, no creemos que el jueves 28 Violetta Valéry vuelva a subir al escenario del Maestranza, como ya lo ha hecho tantas veces, esta vez bajo la encarnadura de la celebrada soprano georgiana Nino Machaidze y con los alicientes de reencontrarnos con Pedro Halffter a la batuta y poder disfrutar de la puesta en escena de David McVicar, que ha sabido aunar tradición y minimalismo para potenciar los aspectos más dramáticos de la obra. Una producción del Liceo, el Teatro Real, Scottish Opera y Welsh National Opera, que se emitió por la 2 de Televisión Española hace dos años y propiciaría en nuestro coliseo dar la alternativa en la función del 5 de junio a jóvenes talentos en los tres papeles principales y la dirección musical, que de no celebrarse supondrá un gran decepción especialmente para ellos.

También jóvenes en busca de una oportunidad definitiva son el percusionista malagueño Carlos Moreno y el pianista utrerano Pepe Fernández, que mañana miércoles día 6 de mayo habrían de debutar en la Sala Manuel García con un ambicioso programa que incluye autores como Jacques Delécluse, Paul Creston, Emmanuel Séjourné y Eugene Bozza, con especial protagonismo de la marimba. Precisamente hoy tendrían que haber empezado las representaciones de El joven barbero de Sevilla, una reducción de la ópera de Rossini adaptada al público más joven, con el que nuestro coliseo perpetúa su loable dedicación educativa para fomentar el interés por la gran música de las nuevas generaciones. Este periódico dio buena cuenta en su momento de su cancelación.

Por tercer mes consecutivo se suspende la integral de sonatas de Beethoven a cargo de José Luis Bernaldo de Quirós, abortándose quizás definitivamente la enorme ilusión que habíamos depositado en esta manifestación tras los buenos resultados alcanzados en las dos primeras y únicas entregas celebradas. Tendremos que conformarnos de momento con el buen sabor de boca que nos dejaron integrales anteriores, a cargo de pianistas diversos, en el Espacio Turina, entonces Fundación Cajasol, hace más de una década, y en la Sala Manuel García del Maestranza hace apenas un par de temporadas. En esta ocasión Quirós volvería a combinar sonatas tempranas con otras más maduras. El viernes 22 era el turno de la Sonata Op. 2 nº 3, la más brillante y virtuosa de sus tres primeras sonatas para piano. También de la nº 12, conocida como Marcha fúnebre por su tercer movimiento, contemporánea de la Sinfonía nº 3 Heroica y de concepción decididamente romántica, así como de la nº 20, breve y relativamente sencilla, y la nº 28 Op. 101, primera de las que integran su período tardío, con un alto y evidente componente introspectivo.

La ROSS no tiene programado ningún concierto sinfónico este mes, pero sí uno de cámara el próximo domingo, lógicamente cancelado. José Luis Fernández Sánchez estaría encargado de protagonizar un atractivo programa dedicado al clarinete, con el Quinteto en Si menor Op. 115 de Brahms, pieza fundamental en el repertorio del instrumento, toda una declaración de principios y un recorrido autobiográfico que el autor desentraña con tono melancólico y delicado. La obra iría acompañada del Quinteto para clarinete de Samuel Coleridge-Taylor, una oportunidad única para conocer la obra de este compositor inglés de origen africano muy influido por Edward Elgar y decidido a reivindicar una música que incluyera sus raíces negras. El cuarteto de cuerda estaría integrado por Nazar Yasnytzkyy, York Yu Kwong, Helena Torralba Porras y Orba Carmel, maestros y maestras de la Sinfónica, como es habitual.

Entre las propuestas del mes malogradas por la pandemia destacamos también la última cita con las nuevas músicas en el Teatro Central, que el 20 de mayo tendría como invitados a los artistas locales Rafael Ruibérriz de Torres y Cristina Lucio-Villegas, que habrían de sumar fuerzas y talento a través de un suculento viaje por la música de Frank Martin, Olivier Messiaen, Samuel Barber, Manuel Castillo, Arvo Pärt, Steve Reich y Philip Glass. La Orquesta Barroca de Sevilla, la Fundación Barenboim-Saïd o Juventudes Musicales de Sevilla siguen también esperando la oportunidad de recuperar sus valiosas actividades... Todos y todas ellas se han convertido en proyectos que han volado al ritmo del mismo viento que propaga la enfermedad, y que esperemos algún día recuperar para deleitarnos con su valía y sentimiento.