Será todo lo incorrecto que quieran; pero este oratorio del salmantino José Lidón dormía justamente perdido en una estantería. Podíamos haber seguido viviendo perfectamente sin escucharlo. E incluso no hubiéramos invertido dos horas; una larga en el caso de quien escribe. Hace falta una mayor militancia; el melómano (clásico) está preso de las formas. La obra de Lidón es pasto de investigación musicológica; puede que también de una ejecución correcta en el ámbito de la academia, pero pasearla por los escenarios en el marco de ciclos y festivales resulta bastante cuestionable.

El tiempo, en la mayoría de las ocasiones, es justo en sus olvidos. Raúl Angulo y Antoni Pons han hecho una encomiable labor de rescate de esta extensa partitura; pero la puesta de largo de tesoros escondidos empieza a ser demasiado intensa; sobre todo porque apenas hay tales tesoros, y porque lo que hay se ofrece sin excesiva criba, trascendiendo las aulas, llevando al concierto obras que, en algunos casos, tenían una exclusiva intencionalidad devocional.

La obra de Lidón es rica en recitativos y profusa en cambios de compás y en una retórica que se sitúa entre las postrimerías del barroco y el inicio del clasicismo. Fue escrita por un músico de 27 años al que le pudo la ambición y al que vencieron sus pentagramas. Tampoco ayuda el aparato textual, de exacerbada religiosidad aquí sí, rotundamente alambicada, barroca. El conjunto Acadèmia 1750 fue el encargada de defender –por encargo del Centro Nacional de Difusión Musical– el asunto; e instrumentalmente hicieron lo que pudieron con una creación yerma de inventiva melódica y que se deriva a sí misma en sus sinuosos y dramáticos afectos. Aaron Zapico dirigió eficazmente a la formación. Entre los solistas destacó de manera especial el contratenor Carlos Mena, con un fraseo exquisita y una musicalidad imponente en cada melisma. Un tanto fuera de estilo, envarado, rudo, advertimos al barítono Víctor Cruz. Mientras, la soprano María Eugenia Boix tardó en calentar, en sentirse cómoda con una sucesión de piezas que causaban sopor, alcanzaría uno de los momentos más apreciables en el dúo con Mena Las lucientes antorchas. Finalmente, Marta Infante proyectó con rotundidad, quizá demasiada; su Custodio no precisaba de un volumen tan elevado.

Música

En honor a Santa Bárbara*34 Festival de Música Antigua de Sevilla. Espacio Turina. 23 de marzo. Obra: Oratorio al Iris de paz, la gloriosa Virgen y Martir Santa Bárbara (1775), José Lidón (1748-1827). Intérpretes: María Eugenia Boix, Marta Infante, Carlos Mena y Víctor Cruz. Acadèmia 1750. Aaron Zapico, director musical.Ismael G. Cabral