Uno piensa que un productor es un tipo que, con su móvil de última generación en la mano, decide al sol en una tumbona en Waikiki en qué película inyectar millones y en cual no. Pero Antonio Pérez (Córdoba, 1954), que hoy recibe en la gala de los Premios Forqué –en el Teatro de la Maestranza– la Medalla de Egeda (Entidad de Gestión de Derechos de los Productores), confiesa que él siempre ha estado «más solo que la una». «He estado a punto de arruinarme en alguna ocasión, mi cuenta bancaria ha perdido muchos ceros y, sin embargo, sigo jugándomela. Esto es una pasión; por mucho que sufra estaré produciendo hasta el final de mi vida», dice.

«Los productores tenemos fama de aves de rapiña, pero yo le he perdido mucho dinero al cine. Pero eso me da igual, como también me da igual el glamour. Yo mi vanidad la alimento haciendo más y más películas, aunque un premio como este me llena especialmente porque me lo dan mis colegas, y en mi tierra», se sincera. «Lo pasas tan mal en esta profesión, te sientes tan solo, que esto es un cariño que se agradece muchísimo», añade el productor de Maestranza Films (Solas, El niño, La voz dormida...)

En su tarea diaria ha tenido que aprender a conformar a mucha gente, «al director de turno, a los actores, a los bancos y a los proveedores», y hasta ha tenido que acostumbrarse a lo más «arduo y difícil» de su profesión: decir que no. Cuando se le llama al móvil una voz grabada avisa de que, si el teléfono no forma parte de su lista de contactos, la comunicación será imposible. «Es un vicio general de este país el que todo el mundo quiera hablar con el capitán. Yo tengo un equipo, una secretaria, una responsable de publicidad... pues nada, todos quieren probar suerte y hablar conmigo directamente para intentar convencerme de que tienen en sus manos un guión que he de producir», detalla. «Soy ingeniero y tengo la cabeza muy cuadrada; un mal guión es un mal guión, por mucho que su padre crea que su hijo es el más bonito del mundo», ironiza.

En su oficina se reciben una media de 200 guiones al año. «Siempre digo que en este país detrás de cada matorral hay un guionista. Pero hacer un guión es muy complicado y, a veces, llegan algunos que son muy buenos pero a cuyos autores tengo que decirles que lo que plantean es inviable, que nadie financiará la película, que ninguna televisión la querrá comprar. Un guión ha de cumplir unas condiciones excepcionales para poder sacarlo adelante», indica. Eso lleva a Pérez a reflexionar sobre otro asunto. «Aquí en España no hay políticos que crean verdaderamente que el cine es importante, que debe estar por encima de ideologías. En países como Francia, Alemania o Rumanía sí los hay, por eso pueden ver la luz algunas propuestas más experimentales, menos dependientes de la taquilla», lamenta. Y aunque su cartera de proyectos está rebosante y viaja mucho a Estados Unidos para poner en marcha cintas, el cine que le «pone» es el europeo, y no cambiaría «ganar diez veces más» por ser fiel a su forma de entender la profesión. «Tengo dos carreras y hablo cuatro idiomas; creo que podría vivir de otra cosa, pero lo que quiero por encima de todo es ver crecer el cine que se lanza desde Andalucía», concluye.