Largamente anunciado desde que se presentara la actual temporada del Teatro de la Maestranza, incluido además dentro de su oferta lírica junto a los cuatro títulos operísticos programados y la habitual cita con la zarzuela, mañana desembarca por fin en nuestra ciudad el montaje que SOM Produce estrenara de uno de los más importantes musicales jamás compuestos, West Side Story, en octubre del año pasado en el Teatro Calderón de Madrid, donde se mantuvo hasta junio pasado. Desde entonces, y empezando en Las Palmas de Gran Canaria, la función ha estado de gira con todo el esplendor y elenco del montaje madrileño, y de Sevilla irá a Barcelona, donde permanecerá en cartel dos meses. Precisamente allí, en la Ciudad Condal, se produjo hace veintitrés años el único montaje español de la obra antes del que ahora se estrena. Fue en el Teatro Tívoli y solo se pudo ver luego en Madrid, en el Teatro Nuevo Apolo. Aquel era un montaje muy deudor de la famosa película de 1961, retomando soluciones muy acertadas como convertir el número América en un duelo entre hombres y mujeres, en lugar del original reservado solo a ellas, o invertir el orden de las canciones Cool y Gee, Ofiicer Krupke! con el fin de dar mayor sentido dramático a la historia, aunque se respetó el ballet onírico que ilustraba Somewhere, sustituido en la película por un dueto íntimo de la pareja protagonista en la habitación de ella.
La que ahora se presenta en el coliseo lírico de Sevilla, un espacio privilegiado si tenemos en cuenta que los musicales en nuestra ciudad suelen recalar en otros auditorios con programaciones más diversas, como FIBES o Cartuja Center, se anuncia como una versión fiel al original de 1957, cuando el productor y libretista Arthur Laurents sugirió a Leonard Bernstein convertir Romeo y Julieta de Shakespeare en un musical moderno ambientado en las luchas entre bandas de los barrios marginales de Nueva York. Bernstein, que por entonces aún debía disfrutar del gran reconocimiento como compositor y, sobre todo, como director de orquesta que con el tiempo se le dispensó, ya había compuesto para Broadway On the Town y Wonderful Town, ambas con la colaboración de Betty Comden y Adolph Green en las letras, además de estrenar allí su ballet Fancy Free y la opereta Candide con letra del poeta estadounidense Richard Wilbur según el clásico de Voltaire. Pero ninguno de estos títulos alcanzó la popularidad y excelencia de West Side Story, como tampoco lo hicieron la ópera breve Trouble in Tahiti ni el musical 1600 Pennsylvania Avenue, estrenado en 1976 con el aval de Alan Jay Lerner (My Fair Lady, Camelot) en las letras.
El triunfo y la calidad de West Side Story, posiblemente la cumbre del talento compositivo de Bernstein, autor de tres sinfonías y una Misa entre otras muchas piezas orquestales y de cámara, elevó el musical a niveles casi operístico, estando considerada por muchos especialistas como uno de los más relevantes títulos líricos de la música norteamericana. Las letras de Stephen Sondheim, en el que fue su debut en Broadway antes de convertirse en el afamado autor de musicales, música y letra, tan célebres como A Little Night Music, Sweeney Todd o Into the Woods, y de las canciones de las bandas sonoras de Rojos y Dick Tracy, la espléndida coreografía de Jerome Robbins y el colorista vestuario de Irene Sharaff, contribuyeron de manera decisiva a hacer de West Side Story el icono que hoy representa. Todos repitieron fórmula y éxito en su legendaria adaptación cinematográfica, y a buen seguro que los echaremos de menos, independientemente de los méritos que pueda acuñar, en la nueva adaptación que para la gran pantalla está ultimando Steven Spielberg, para cuyo estreno tendremos que esperar a las Navidades de 2020.
Robert Wise y el propio Jerome Robbins llevaron el musical al cine a comienzos de la década de los sesenta del siglo pasado. Afortunadamente esta vez se respetó íntegramente la partitura de Bernstein, que ya sufrió el indignante desprecio del cine cuando en 1949 sus canciones para On the Town fueron prácticamente sustituidas por otras de Roger Edens en Un día en Nueva York, o cuando Mi hermana Elena de Richard Quine contó con una nueva partitura de Jule Styne y Leo Robin en lugar de adaptar el musical que sobre el mismo material dramático realizó Bernstein en Wonderful Town. Aunque Robbins fue despedido antes de terminar el rodaje, por considerársele responsable de atrasos en el calendario, Wise mantuvo contacto con él y respetó al máximo todas sus directrices hasta el momento así como decisiones sobre el montaje final. Natalie Wood, Richard Beymer y Rita Moreno, todas y todos convenientemente doblados en las canciones, tomaron el relevo de Carol Lawrence, Larry Kert y Chita Rivera en el estreno del Winter Garden neoyorquino. A ellas y ellos se sumaron en el cine George Chakiris y Russ Tamblyn, de cuyas dotes como bailarín y acróbata ya habíamos disfrutado en Siete novias para siete hermanos de Stanley Donen. Se da la curiosa circunstancia de que Beymer y Tamblyn coincidieron treinta años después en el reparto de la serie Twin Peaks de David Lynch. West Side Story, la película, ganó diez Oscars en 1961, entre ellos el de mejor película, y uno más especial en reconocimiento a Jerome Robbins por sus maravillosas coreografías. La música obtuvo el correspondiente a mejor banda sonora en film musical, cuyos recipientes fueron los adaptadores de la obra original, por lo tanto no su compositor, Bernstein, que solo obtuvo una nominación al Oscar siete años antes por su música original para La ley del silencio.
Ahora Federico Barrios adapta los espléndidos y reconocibles bailes de Robbins, mientras Alejandro y David Serrano se encargan de adaptar al español las letras de Sondheim y los diálogos de Laurents, en una producción que reproduce el encanto del estreno original, cuyo responsable fue el legendario Harold Prince, y seduce con las canciones que el talento y la magia de Bernstein hizo imperecederas. María, Tonight, America, I Feel Pretty, Somewhere o Something’s Coming volverán a seducirnos como ya lo hicieron en el film de Wise, responsable también de otro exitoso y oscarizado musical de los sesenta, Sonrisas y lágrimas, y en la espléndida grabación que para Deutsche Grammophon realizó el propio Bernstein en 1985 con las voces de Kiri Te Kanawa, José Carreras y Tatiana Troyanos en los roles principales, y que elevó definitivamente la pieza a categoría de título operístico, lo que sin duda le hace merecer algún día un montaje con orquesta sinfónica en el foso, como ya se ha hecho en Londres o Nueva York en repetidas ocasiones.