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Rodríguez-Sacristán, Gordillo, Guillén, Domínguez Platas y Ollero / El Correo
La inestabilidad del Betis tiene uno de sus síntomas más evidentes en la sucesión de presidentes que han ocupado el sillón de mando en los últimos años. Desde finales de 2010, cuando acabó la era de Manuel Ruiz de Lopera, ha habido cinco y sólo dos permanecieron más de un año natural en el cargo. Fueron Miguel Guillén, que estuvo casi tres años como máximo responsable de la entidad heliopolitana, y Juan Carlos Ollero, que ha durado catorce meses.
Este carrusel de presidentes fue abierto en el otoño de 2010 por Jaime Rodríguez-Sacristán, nombrado por Luis Oliver para suceder a José León, quien a su vez había estado cuatro años en el puesto, desde 2006. Rodríguez-Sacristán, uno de los presidentes más jóvenes de la historia verdiblanca (tenía 45 años cuando cogió el bastón de mando), tuvo también uno de los mandatos más cortos: entró el 2 de octubre y salió el 13 de diciembre, así que duró 74 días.
Al abogado sevillano lo sustituyó Rafael Gordillo tras la junta de accionistas que oficializó la intervención judicial del Betis. El exfutbolista fue elegido el 13 de diciembre de 2010 y dejó el puesto el 29 de junio de 2011. En total, 198 días.
Miguel Guillén heredó el puesto de Gordillo después de ser consejero y se convirtió en el dirigente más estable de la entidad en este último lustro. Accedió al cargo ese 29 de junio de 2011 y dimitió el 28 de marzo de 2014, poco después de destituir a Pepe Mel y ver cómo se iban también Vlada Stosic y José Antonio Bosch. En total, 993 días.
El penúltimo presidente fue Manuel Domínguez Platas, elegido casi por eliminación en aquel consejo judicializado que amagaba ya con desintegrarse. Su mandato empezó el 29 de marzo y concluyó el 25 de noviembre de 2014. En total, 240 días.
Juan Carlos Ollero, por su parte, estrenó presidencia el 25 de noviembre de 2014 y dimitió este miércoles, 3 de febrero de 2016, así que su etapa se ha prolongado durante 435 días.