El décimo no ha sido de lotería

El Betis logra finalmente acabar la Liga entre los diez primeros gracias al buen trabajo de Merino, Alexis y Capi tras una mediocre temporada. La próxima hay que apuntar ya a Europa

15 may 2016 / 21:30 h - Actualizado: 15 may 2016 / 23:18 h.
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  • Jorge Molina, en un lance del partido ante el Getafe, el de su despedida. / Inma Flores
    Jorge Molina, en un lance del partido ante el Getafe, el de su despedida. / Inma Flores

Pues al final el Betis acabó la temporada en un más que digno décimo puesto, el que apuntaban los pronósticos más optimistas cuando arrancó la competición allá por el mes de agosto. Ganó al Getafe en la última jornada y lo mandó a Segunda, Rubén Castro batió su récord goleador al anotar el 19º, aunque no le dio para cazar a Aduriz, Jorge Molina se despidió con honores y la grada de Gol Sur vivió su último partido. El Betis, con este resultado, logra su segunda mejor clasificación de los últimos once años, a pesar de los pesares y lo discreta que ha sido la temporada.

Había plantilla para lograr la permanencia de forma holgada, y no para mucho más, y de forma holgada se ha salvado el equipo -a siete de Europa y del descenso-, que casi siempre mantuvo un cómodo colchón de puntos sobre la zona peligrosa, aunque no certificara matemáticamente la salvación hasta la penúltima jornada. A la postre con 39 puntos se hubiera salvado -hasta con 38 al ganar el average al Rayo- y ante Las Palmas en la jornada 34ª, hace casi un mes, ya sumó los 41.

Para los amantes de las siempre odiosas comparaciones, señalar que el Betis sumó 20 puntos en 19 partidos con Mel y 25 en otros 19 con Merino, Alexis y Capi (un 25% más), que lograron resucitar a un equipo muerto. Fue 15º en el parcial de la primera vuelta (13 goles a favor y 28 en contra) y 8º junto al Villarreal en el de la segunda (21F 24C), en el que mejoró de forma notable los guarismos, sobre todo el rendimiento del equipo en casa, donde cosechó cinco triunfos, por solo uno en las nueve primeras comparecencias. El décimo puesto final no ha sido de lotería y ha habido que currárselo.

Permanencia al margen, lo que no ha conseguido el plantel confeccionado por Maciá el pasado verano es sentar las bases para un proyecto de crecimiento futuro, pues de la docena larga de fichajes que llegaron apenas tres o cuatro van a servir para la próxima temporada: Van der Vaart, Digard, Damiao y Tarek han sido fiascos sonados por diversos motivos; Westermann y Vargas han aportado de manera puntual, lastrados por la veteranía y las prolongadas lesiones, que también han hecho mella en el rendimiento de Joaquín. Pezzella y Petros, a pesar de las críticas, desmesuradas en algunos casos, han sido a la postre los que más minutos han jugado de todos los nuevos, mientras que Van Wolfswinkel nunca tuvo continuidad pese a apuntar ciertas maneras y Musonda y Martín Montoya sí que han aportado aire fresco y oficio en la segunda vuelta el torneo.

Rubén Castro, Adán, Bruno y N’Diaye han sido los puntales de este Betis que ha sido cola de león, incapaz de ganar a uno solo de los siete primeros, y cabeza de ratón, pues en su liga ha sido el primero y hasta ha superado a un histórico como el Valencia que el pasado verano gastó la friolera de 138 millones de euros en fichajes de la mano del adinerado Peter Lim.

El Betis ha cumplido con el objetivo trazado esta temporada pero necesita un reseteo a fondo para afrontar nuevos y más ambiciosos retos. Y en ello andan Ángel Haro y José Miguel López Catalán de cara a la 2016/17, la primera que se planifica en seis años sin la sombra de un administrador judicial. Miguel Torrecilla y Gustavo Poyet ya están manos a la obra. Mejorar esta décima plaza es tarea inexcusable y todo lo que no sea pelear por entrar en posiciones europeas la próxima campaña va a sonar a decepción. En un discurso exigente como el del presidente Haro no cabe otro objetivo.