El salto de calidad que nunca llega

El Betis agota 2016 sin salir de su línea de mediocridad: al empezar el año era duodécimo y al acabarlo es decimocuarto. Cuatro técnicos, dos directores deportivos, dos presidentes, otro cambio radical de la plantilla... y todo sigue igual.

29 dic 2016 / 14:04 h - Actualizado: 29 dic 2016 / 17:36 h.
"Fútbol","Primera División","Pepe Mel","Manuel Ruiz de Lopera","Jorge Molina","Eduardo Maciá","José Miguel López Catalán","Manuel Castaño","Ángel Haro","Miguel Torrecilla"
  • Un entrenamiento del Betis de esta temporada. / Manuel Gómez
    Un entrenamiento del Betis de esta temporada. / Manuel Gómez
  • Ángel Haro y López Catalán.
    Ángel Haro y López Catalán.
  • Gustavo Poyet.
    Gustavo Poyet.
  • Eduardo Maciá y Pepe Mel.
    Eduardo Maciá y Pepe Mel.
  • Jorge Molina.
    Jorge Molina.
  • Víctor Sánchez del Amo y Miguel Torrecilla.
    Víctor Sánchez del Amo y Miguel Torrecilla.
  • Ruiz de Loperz y Manolo Castaño.
    Ruiz de Loperz y Manolo Castaño.

2016 tampoco ha sido el año de ese salto de calidad que los béticos están hartos de esperar y los dirigentes de prometer. No hay manera. El Betis confirmó su presencia en Primera, cumplió su objetivo al concluir en la décima plaza y ese debía ser el primer peldaño de una escalera que sólo admitía una dirección, hacia arriba, pero al cabo de 366 días sigue siendo un equipo más perdedor que ganador (12 victorias y 19 derrotas en todo el año) y no tiene ninguna notoriedad en la Liga: empezó enero en la duodécima plaza y acaba diciembre en la decimocuarta.

Los tres primeros encuentros de 2016 fueron un indicio de lo que estaba por llegar: 0-4 con el Eibar, 0-2 con el Sevilla en la Copa y 1-0 en Getafe. Los últimos han respetado ese signo: 1-0 ante el Alavés y 3-1 contra el Dépor en la Copa. Pepe Mel fue destituido después de aquel triplete de fiascos, Juan Merino arregló el desaguisado y mantuvo al equipo en la categoría, Gustavo Poyet fue fichado para liderar el nuevo proyecto y no duró más que once jornadas y Víctor Sánchez del Amo trata ahora de reflotar la nave, pero la línea aún no es nada ascendente.

El carrusel de entrenadores es un síntoma más de esa enfermedad llamada inestabilidad para la que el Betis no encuentra medicina ni remedio. A decir verdad, el salto de calidad que no llega en el césped es fruto del salto de calidad que tampoco llega en los despachos. No sólo han sido cuatro técnicos en un año natural. Han sido dos directores deportivos (Eduardo Maciá y Miguel Torrecilla) y dos presidentes (Juan Carlos Ollero y Ángel Haro). El equilibrismo en la planta noble es una constante.

Esta vorágine engulle todos los proyectos, por sólidos que parezcan. El de Maciá duró una temporada, a pesar de que había firmado cuatro, y el de Torrecilla deja más sombras que luces con la Liga próxima a su mitad. Y no será por fichajes. El Betis reconstruyó su plantilla en 2015 y en 2016 acometió otra transformación radical, con una decena de contrataciones.

Por el camino se quedaron un símbolo del Betis, Jorge Molina, y chapuzas como Van der Vaart, Digard, Xavi Torres, Tarek o Damiao. El problema es que los nuevos, hasta ahora, no generan ese ansiado salto de calidad. Los pilares continúan siendo los mismos que hace un año: Adán, Dani Ceballos, Rubén Castro y poco más. El club invierte más (45 millones), pero mal. Lo dicen los resultados y el juego.

El panorama deportivo de la entidad, completado con el descenso del Betis B a Tercera y el ascenso del Betis Féminas a Primera, ha contado un año más con la inestimable compañía del embrollo accionarial, que tampoco se aclara de ninguna de las maneras. El año se inauguró con el fracaso de las negociaciones entre Ollero y Lopera y se marcha con el fracaso de las negociaciones entre Haro y Lopera.

Los tribunales se lo toman con la misma calma o más. La única sentencia de 2016 es la del concurso de acreedores, saldada con más inhabilitaciones que multas económicas, pero el mismo juzgado sigue sin decidir de quién es el 31,38% del capital social y la Audiencia juzgará el gran caso penal contra Lopera a partir de abril de 2017.

Entre tanta negatividad, quizá lo más positivo del año ha sido la renovación de Rubén Castro o la construcción, por fin, del nuevo Gol Sur, que va a un excelente ritmo. Las cuentas de la entidad, camino del saneamiento total, también son buenas, pero he ahí otro argumento para el desasosiego y la desilusión de la parroquia verdiblanca. ¿Alguna vez será posible que toda la riqueza patrimonial e inmaterial que sin duda tiene el Betis se traduzca en un equipo de fútbol a la altura? 2017 tiene la respuesta.

ALGUNAS FECHAS DESTACADAS

Mel, despedido

10 de enero. El Betis empezó el año perdiendo con el Eibar (0-4), el Sevilla en la Copa del Rey (0-2) y el Getafe (1-0).

Ollero, dimitido

3 de febrero. El ya expresidente dejó el cargo justo después de presentar a Musonda y Montoya.

Ascenso del Féminas

19 de junio. El equipo sénior femenino subió a Primera tras eliminar al Femarguín canario en el ‘play off’ final.

El viejo Gol Sur, abajo

30 de junio. El ‘diplodocus’ demolió el palomar en 10’. Ahora ya empieza a verse la estructura de la futura grada.

Rubén Castro, hasta 2019

7 de octubre. El pichichi absoluto del Betis renueva su contrato por dos temporadas más.

Y para acabar el año...

30 de diciembre. Este viernes hay junta de accionistas. Quizá se vote el cese del consejo. Depende de Lopera...