LA RETIRADA DE UN MITO
Rafa Nadal es el mejor deportista español de la historia y lo es por muchas más cosas que sus títulos
Desde los números hasta las emociones, estos son algunos de los argumentos que han llevado al balear a ser considerado casi sin discusión como el más grande de la historia de nuestro país, por encima de colosos como Gasol, Indurain, Márquez y muchos otros
Daniel Gómez Alonso
Decía Toni Nadal tras el anuncio de la retirada de su sobrino Rafa que sí, que estaba en la terna de candidatos a ser el mejor deportista español de la historia, pero que tampoco tenía muy claro si era el uno. Como no quieriendo decirlo del todo tajante, como si un palmarés y un historial como el suyo, repleto de éxitos y de dominio, no fuera suficiente. "Está Marc Márquez, que ha ganado ocho campeonatos del mundo. Indurain también... No sé quién más, la verdad", reflexionaba, imaginando, eso sí, pocas opciones mejores.
Impostada o no, la humildad del que fuera entrenador de Nadal durante la mayor parte de su carrera se queda lejos de hacer justicia al que ha sido no solo el mejor deportista español de la historia, si no uno de los mejores de todos los tiempos, también a nivel internacional. Al menos, así está situado en el imaginario popular de la población española, no solo por los mencionados éxitos, que al peso suman más que ningún otro, sino por la forma de lograrlos.
"Rafa ha sido nuestro mejor deportista de la historia. Siempre lo digo, no es por desmerecer a ningún otro. Hemos tenido grandísimos deportistas, pero sin duda, Rafa es nuestro mejor deportista de la historia y, sobre todo, lo es más allá de los títulos por todo lo que ha conseguido emocionar a la gente", reflexionaba esta semana Feliciano López, su excompañero y ahora director de la Davis en la que se ha retirado representando a España. "Yo creo que ha conseguido derribar barreras en nuestro país que otros deportistas no han logrado. Y ese es el legado más grande que nos va a dejar".
Nadal es, quizás, el tenista más querido en cualquier rincón del globo, no solo en España. También en todo el mundo, donde su forma de competir le ha llevado a ser considerado un ejemplo. Humildad, deportividad, carácter, esfuerzo, sacrificio, cabeza, los valores del deportista y la persona perfectas acompañaron a Nadal en las buenas, que fueron muchas, y en las malas, que también fueron unas cuantas. Estos son algunos de los argumentos que sostienen su candidatura al mejor deportista español de la historia, desde los números hasta las emociones.
22 Grand Slams
El puro dato. El más frío. Nadal ha conquistado durante su carrera 22 Grand Slams, los torneos más importantes en el escalafón del tenis. Es el segundo hombre con más entorchados, solo por detrás de su coetáneo Novak Djokovic (24) y por delante de Roger Federer (20), la "rivalidad más grande de mi carrera". 14 Roland Garros, 4 US Open, 2 Wimbledon y 2 Open de Australia encumbran una carrera en la que figuran, en total, 92 títulos. También 36 Masters 1.000, siendo de nuevo el segundo en la lista tras, como no, Djokovic (40).
Solo un puñado de deportistas españoles sostienen, aunque siempre resulte injusto comparar, el debate. Pero al peso, sus grandes éxitos se queden lejos del total de los de Nadal. Los cinco Tours consecutivos de Miguel Indurain, los dos anillos de la NBA de Pau Gasol (además de las tres medallas olímpicas y el Mundial); los dos Masters de Augusta, tres Open Británicos y tres Ryders de Severiano Ballesteros, los campeonatos del mundo de Fernando Alonso y Marc Márquez o las dos Eurocopas y un Mundial de la generación de los Casillas, Iniesta y Xavi... Todos son, cómo no, extraordinariamente meritorios, pero parecen lejos de acercarse al despliegue brutal de conquistas de Nadal.
La gloria de París
Porque, hilando con lo anterior, no se recuerda en el mundo del deporte, no solo en el tenis, un dominio como el que Nadal ha ejercido en un gran torneo. El balear convirtió durante la mayor parte de su carrera Roland Garros en el jardín de su casa, un lugar prácticamente se volvía invencible. 14 veces conquistó el grande parisino, en el que ganó 112 partidos y solo perdió 4 y donde es el campeón más joven y el más veterano de la historia. Por poner en contexto, el siguiente en la lista haber conquistado tantas veces un gran torneo es Novak Djokovic, con 10 entorchados en el Open de Australia.
Un registro que parece imbatible, y que le ha llevado a convertirse en una institución en París y en Francia, donde al principio de su carrera no era recibido de las mejor de las formas. Pero esa tirantez se convirtió, a base de agrandar su leyenda, en cariño y pleitesía, hasta el punto de que una estatua suya preside la entrada a las instalaciones de la Philippe Chatrier.
El rey de la tierra
Ese dominio no llegó solo en una pista, sino en toda una superficie, la tierra batida. Porque además de ser el dominador absoluto de París, también lo fue de todos los torneos disputados en la temporada de tierra batida. 63 de sus 92 títulos llegaron sobre la arcilla, donde construyó gran parte de su legado. 11 veces campeón en el Masters 1.000 de Montecarlo, 10 en el de Roma ó 12 Godós son otros ejemplos de una superioridad pocas veces vista en el deporte mundial.
Un auténtico especialista, que sin embargo no se quedó ahí y amplió su currículum fuera de su territorio. Porque también conquistó la hierba de Wimbledon, con el mérito extra que supuso derrocar a Federer en 2008, en la que para muchos es la mejor final de la historia del tenis. Y brilló en pista dura, ganando hasta en cuatro ocasiones en Nueva York y otras dos en Australia. Un todoterreno al que solo los otros dos mejores tenistas de la historia pudieron hacer frente.
La convivencia con Federer y Djokovic
Porque Nadal también ganó, y mucho, en las demás superficies, donde a priori no estaba llamado a dominar. Y donde se enfrentó a dos auténticos colosos. Por si no sirviera con los números apabullantes, si hay algo que da lustre a ese palmarés es los rivales ante los que lo ha conseguido. Si existe una opinión de consenso en el mundo del tenis, esa es la de que los miembros del 'Big Three' (Djokovic, Federer y el propio Nadal) son los tres mejores jugadores que han pisado nunca una pista.
“En mis 17 años de carrera, Nadal es el tenista que más me ha influenciado como jugador”, llegó a reconocer Federer. "Ha sido mi mayor rival. Ha marcado mi carrera, de lejos. Yo todavía disfruto compitiendo, pero una parte importante de mí se va con él", dijo, por su parte, Djokovic tras conocerse la retirada del balear.
Sobreponerse a las lesiones
Quién sabe hasta donde habría llegado Nadal de no ser por las lesiones, su gran enemigo a lo largo de su carrera. El gran 'y si' de su trayectoria. Seguramente, habría mirado a la cara a Djokovic en el debate por ser el mejor tenista de todos los tiempos, algo en lo que públicamente entregó la cuchara. El síndrome de Müller-Weiss que casi le retira en 2005 y volvió en 2021, la tendinitis (2009), el tendón rotuliano izquierdo (2012), la rodilla derecha (2010), el abdomen en 2022... son solo algunos ejemplos. También la ansiedad, como reconoció él mismo, en 2015.
De todas ellas se repuso para volver siempre más fuerte, pero por el camino se escaparon varias balas. "Los números dicen que es el mejor, por lo cual su nivel tenístico también ha sido el mejor y, además, es el que ha conseguido estar más alejado de las lesiones. Eso le ha permitido poder mantener su nivel físico, tenístico y mental durante más tiempo. No es una excusa, gracias a eso es el mejor y realmente se ha ganado serlo", reconoció el propio Nadal sobre la capacidad física de Nole, al que ve como el mejor de siempre.
Remontadas milagrosas
Si por algo recuerda la gente a Nadal, además de por sus éxitos, es por transmitir una imagen de no rendirse nunca, fueran cuales fueran las circunstancias. Una cualidad que ha trasmitido a la hora de reponerse de las lesiones, pero también sobreviviendo durante el trascurso de los partidos cuando el plan no funcionaba. El tenista balear con virtió las remontadas épicas en su seña de identidad, alcanzando el clímax de su carrera en ese sentido con su penúltimo Grand Slam, el 21º, Australia 2022.
En la final ante Medvedev, Nadal firmó la remontada que probablemente mejor resuma lo que ha sido su carrera, desafiando hasta a los algoritmos. Con dos sets abajo y 3-2 en contra en el tercero, el ruso dispuso de un 0-40 al resto para dejar finiquitadas las opciones del balear. Pero tembló y todo cambió. Lo que en ese momento marcaba la estadística era que el ruso tenía un 96% de probabilidades de ganar, pero solo un 4 fue suficiente para que Nadal se agarrara a la pista e impusiera, casi por última vez, su ley. El final es por todos conocido: 2-6, 6-7(5), 6-4, 6-4 y 7-5, en 5 horas y 24 minutos, en uno de los episodios más brillantes del deporte.
Longevidad de su carrera
Ningún otro deportista español se ha acercado a tener una trayectoria en la élite tan larga como la de Nadal, que debutó en el circuito profesional del tenis en 2002, a los 15 años y se retira en 2024, a los 38. Y todo ello, a pesar de lidiar siempre con las lesiones, que le han hecho más mella que a sus rivales. Lo ha conseguido, además, en un deporte individual tan exigente tanto en lo físico como en lo psicológico. Por poner un simple ejemplo, pero que habla a las claras de su resistencia en lo más alto, Nadal tiene el récord de semanas consecutivas en el top 10 del ránking (906 entre 2005 y 2022). Además, ha sido número uno durante 209 semanas a lo largo de sus 20 años de trayectoria.
El espíritu olímpico... y el de la Davista
No son muchas las opciones que tienen los tenistas de jugar representando directamente a su país. Pero siempre que las ha habido, ha emergido el mejor Nadal. Ya sea haciendo equipo en la Copa Davis, una competición en la que ha liderado a España hasta la victoria en cinco ocasiones, o en los Juegos Olímpicos, donde conquistó dos oros para la delegación española: en individuales en 2008 (Pekín) y en el dobles en 2012 (Rio).
Señalado como uno de los deportistas que más encarnan el espíritu olímpico, París y la organización de los últimos Juegos quiso premiar su trayectoria llevándole a ser uno de los últimos relevistas de la antorcha olímpica, que recibió de manos de Zidane en uno de los últimos relevos antes de encenderse el pebetero en la ceremonia de apertura.
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