El Real Madrid regala un triunfo a Sergio Llull en su acenso hacia la eternidad

El día en el que el español Sergio Llull se convirtió, con 426, en el jugador en solitario que más partidos ha disputado en la historia de la Euroliga el Real Madrid se impuso sin demasiados apuros al Bayern de Múnich (88-76) para empezar el año 2025 con buen pie y seguir mejorando así sus sensaciones en el torneo.

Hay enfrentamientos en los deportes colectivos donde lo individual prevalece. Y este era uno de ellos, la noche de Llull, el último paso hacia la eternidad de una leyenda que no lo es ya solo en su club sino también en el baloncesto continental. Y que lo será más, porque de momento no da señales de pensar en un futuro lejos de las canchas.

En una época donde rechazar a la NBA parece cosa de locos, aún estando esta repleta de experiencias breves con rápido viaje de vuelta al Viejo Continente, el balear representa el triunfo de la fidelidad a unos colores y de la regularidad en medio de un calendario atroz que desgasta física y mentalmente.

Y todo eso le ha valido y ha dado lustre al premio personal obtenido en el día del nuevo bautismo del Palacio de los Deportes, desvestido ya de su nombre de WiZink Center para convertirse en Movistar Arena. Solo eso cambió, porque el Real Madrid ganaba antes y sigue ganando ahora, sumido en un tramo de la temporada en el que está purgando los pecados cometidos en el arranque de la misma.

Así, con esta ya son cuatro la victorias seguidas cosechadas en la máxima competición europea, lo que con el añadido de su mejoría en la Liga Endesa hacen pensar que el equipo de Chus Mateo está llegando, quizás algo más tarde de lo que algunos esperaban, pero llegando a fin de cuentas.

Porque además esta vez el cuadro local no dio en ningún momento sensación de debilidad o de despiste, fue sólido de principio a fin, dominó y controló el duelo a su antojo y no pareció echar de menos al argentino Gabriel Deck, al que deberán renunciar por espacio de algunas semanas por lesión.

Solo el empuje de Niels Giffey en los instantes iniciales, anotando 8 de los 10 primeros diez puntos del cuadro alemán, hizo algo de cosquillas a los locales, donde el contrapunto lo puso un Alberto Abalde cuya jerarquía y carácter en la pista crecen con el suceder de los enfrentamientos.

Los siete puntos de ventaja que el anfitrión tenía al final del primer cuarto eran ya diecisiete al descanso, impulsado este por un parcial de salida en el segundo acto de 8-2 que reflejaba la diferencia de ritmo entre unos y otros, ya con Mario Hezonja y Dzanan Musa a los mandos del ataque.

La renta favorable supo administrarla el de casa, pues en ningún momento durante el tercer cuarto la dejó caer por debajo de los diez puntos, apareciendo Musa al auxilio cuando esos dobles dígitos de colchón peligraban en algunos momentos de tímida inspiración del Bayern (62-50, m.30).

Al final, a base de picar piedra, logró rebasar el plantel bávaro la barrera psicológica con tres minutos y medio disputados del último acto. Pero lo hizo en mitad de un intercambio de canastas que tan pronto le hacía creer como le invitaba a desistir de su objetivo y entregarse a lo inevitable, el triunfo de un Real Madrid al que ellos y otros equipos de la parte alta ya miran por el retrovisor en la clasificación, viniendo a ritmo constante y amenazando con rebasarles.