FITUR 2024
El turismo se enfrenta a su miedo a morir de éxito por la masificación
El sector abre en canal el debate sobre si es sostenible e incluso deseable el crecimiento desorbitado de los últimos años por el rechazo social en algunos destinos saturados.
David Page
El turismo ha desbordado todas sus marcas en
. Tras el desplome brutal provocado por la pandemia, el sector ha logrado confirmar su recuperación plena y ha pulverizado los récords precovid de actividad económica, de llegadas de viajeros internacionales, de empleo… y anticipa que
y se marcarán nuevos máximos históricos, según han informado a El Periódico de España, del grupo Prensa Ibérica.
En pleno empacho de buenos resultados y con las expectativas todavía al alza para este ejercicio, desde el propio sector y desde las Administraciones se lanzan mensajes de alerta sobre la necesidad de controlar este crecimiento desbordante para evitar la saturación de algunos destinos y para mitigar el rechazo social que empieza a detectarse por los problemas de convivencia provocados por la masificación.
La gentrificación de muchas zonas de las grandes ciudades, la expulsión de población residente de barrios tomados por el turismo, la pérdida de tiendas y servicios para los vecinos sustituidos por otros volcados en los turistas, el encarecimiento del alquiler y el precio de la vivienda en propiedad, problemas de convivencia por las molestias generadaS por algunas prácticas de ocio de los visitantes… El temor a morir de éxito por un boom ingobernable del turismo está prendiendo y ha empezado a cundir la preocupación de que que los episodios esporádicos de turismofobia en la ciudadanía se generalicen. El sector parece decidido a enfrentarse a sus miedos.
Las grandes empresas del turismo patrio no esconden su inquietud y reclaman abrir una reflexión para contener el rechazo social hacia el turismo que aparece en muchos destinos al borde de la saturación. “Hay que actuar con prudencia, porque esos crecimientos no son sostenibles. Debemos ponderar si estas intensidades de crecimiento son viables y, sobre todo, si son deseables desde el punto de vista social”, advierte José Luis Zoreda, vicepresidente de Exceltur, el lobby que agrupa a una treintena de las mayores empresas turísticas del país (entre ellas, Meliá, NH, Iberia, Globalia, Riu o Amadeus). “Hay que gestionar el éxito para ser socialmente sostenibles”.
La asociación empresarial ha empezado a diseñar un proyecto con el que busca implicar a todo el sector y a todas las administraciones para garantizar que el turismo no suponga un golpe para la población residente. El objetivo es volver a ganarse a la población local de los grandes destinos para doblegar el creciente cuestionamiento de las bondades del turismo, tanto económicas como propiamente humanas y vitales.
Turismo de masas
"No hay que crecer por crecer cuando ya hay destinos que sufren ya masificación puntual. Puede ser económicamente factible, pero quizá sea socialmente indeseable", sostiene Zoreda. Estas preocupaciones y la búsqueda de soluciones será el tema central del gran foro bienal que Exceltur organiza en la víspera de la Feria Internacional de Turismo (Fitur), que se celebra esta semana en Madrid. El debate no es nuevo, las voces de alarma llevan años (¿décadas?) sonando y alertando de la necesidad revisar el modelo turístico español para que no sea necesario que vengan más turistas para ganar más.
España batió el año paso su récord de llegadas de turistas internacionales,
, y a ese boom hay que sumarle los idénticos efectos provocados por el aluvión de turistas españoles. Con la demanda interna y la externa creciendo con fuerza simultáneamente, vuelve al centro del debate cuáles son los límites de la capacidad de carga de determinados destinos españoles.
El modelo turístico español tradicionalmente se ha caracterizado por abrazarse al turismo de masas, compitiendo históricamente por volumen de clientes y precio, más que por calidad y alto valor añadido, y por focalizarse el grueso del negocio en el ‘sol y playa’ y en los meses de verano. Masificación, escasa diversificación y estacionalidad. La gran historia de éxito del turismo en España tiene como lastre relativo ese triple hándicap.
Las empresas del sector están conseguiendo matizar ese modelo. La temporada alta se ha alargado y el año pasado se prolongó con cifras muy al alza durante la primavera y el otoño y los precios se han disparado no sólo por el impacto del encarecimiento de los costes por la inflación y el boom de demanda, también por el reposicionamiento de los productos turísticos tras inversiones realizadas durante la pandemia. Históricamente en España el nicho mayoritario eran los hoteles de tres estrellas, ahora la cartera hotelera de más tamaño es la de cuatro estrellas y la que más crece la de cinco estrellas.
El resultado es que en el 2023 de todos los récords las llegadas de turistas internacionales crecieron un 1% desde los registros prepandemia, hasta superar los 84 millones de euros, pero el gasto que estos viajeros realizaron se disparó más de un 17%, hasta los 108.000 millones de euros. “En 2023 hemos visto cómo, si se hace un reposicionamiento de los productos, se puede atraer un perfil de turistas con más gasto y no necesariamente más afluencia”, apunta el vicepresidente de Exceltur.
Pero desde el sector se advierte de que es necesario profundizar (pero mucho) en esta senda y hacer realidad el mantra que se repite desde hace décadas por los profesionales del sector a modo de deseo: que España compita con una oferta de calidad, con un producto de alto valor añadido, dirigido a turistas de alto poder adquisitivo, y que el crecimiento no sólo dependa del volumen de turistas. “Esto no va de castigar al sector o de poner más restricciones. Ni tampoco va de que haya insensibilidad empresarial y se apueste por crecer por crecer. El crecimiento no puede ser ilimitado. Hay que usar otras métricas, no sólo contar cuántos turistas vienen, y hay que gestionar con otras políticas”, advierte Zoreda.
Gestionar el éxito
El mensaje de apostar por más calidad y no sólo por más turistas también se reivindica desde el Gobierno. El nuevo ministro de Industria y Turismo, Jordi Hereu, subrayaba la pasada semana la necesidad de “gobernar el turismo” para evitar “problemas de convivencia” con la población residente, aunque relativizó la gravedad actual del problema: “Es mejor gestionar los retos y los problemas del éxito que no tener ese éxito”, sentenció.
El Gobierno defiende como forma de mitigar la masificación de algunas zonas y evitar la turismofobia avanzar en la desestacionalización de la actividad, alargando las temporadas más allá de la de verano; diversificar territorialmente los destinos, impulsando los productos turísticos de la España interior más allá del ‘sol y playa’; y atraer turistas con mayor capacidad de gasto atraídos por productos de más valor añadido, singularmente viajeros de otros continentes y no solo europeos, para potenciar el aumento de los ingresos del sector y del país y no tanto de las llegadas de visitantes.
El lobby turístico Exceltur, en el que se integran varias de las grandes hoteleras españolas, señala la proliferación de pisos turísticos ilegales, por encima de los límites que marcan muchos municipios españoles, como principal causa de los problemas de convivencia con la población residente y como el gran foco de los problemas de vivienda y de gentrificación de algunos barrios de las grandes ciudades. Tras la fuerte caída del número de pisos turísticos durante la pandemia, el parque de viviendas que se destinan al alquiler vacacional vuelve a crecer y la oferta que no cumple la reglamentación sigue siendo amplia.
“El sector tiene que trabajar para ser sostenible, también socialmente. Hay que gestionar correctamente este éxito”, subrayó el ministro Hereu, apuntando que ayuntamientos y comunidades autónomas han de ejercer sus funciones de ordenación de la oferta turística, singularmente en el caso de las viviendas de uso turístico para evitar choques entre la población residente y los turistas por coincidir en los mismos inmuebles. “El mix de la oferta de ser sostenible también socialmente para evitar fenómenos de reacción contra el turismo. Tenemos que gobernar el turismo”.
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