AUDIENCIA PROVINCIAL DE MADRID

La familia del hombre que mató y descuartizó a Juana Canal: "No mataría ni a una mosca"

Jesús Pradales reconoció el crimen en la Audiencia de Madrid, pero asegura que lo sucedido fue un accidente

Jesús Pradales, autor confeso de la muerte de Juana Canal, durante el juicio en la Audiencia de Madrid

Jesús Pradales, autor confeso de la muerte de Juana Canal, durante el juicio en la Audiencia de Madrid / Europa Press

Veintiún años dan para mucho. A la familia de Juana Canal, para torturarse con la duda de si esta realmente les había abandonado, o si, como creían sus hijos, Jesús Pradales le había hecho algo, como ha terminado confesando. Dos décadas en las que 1.279 mujeres han sido asesinadas por la violencia machista y en las que España ha ido desarrollando una educación ciudadana y una legislación específica para atajarla. "La perspectiva es diferente hoy", reconoce un vecino del piso en el que se cometió el crimen, que dice que su familia no denunció las discusiones que escuchaban porque no pensaron que fuera nada grave. Hoy, dice, sí denunciaría.

Juana Canal, como pensaron los primeros investigadores que cogieron su caso, no desapareció por su supuesta "mala vida", sino porque el que era entonces su pareja le arrebató la vida (accidentalmente o no), la descuartizó y la enterró en un descampado de Ávila donde ha permanecido oculta durante dieciséis años.

Concretamente, como se ha escuchado hoy en el juicio en la Audiencia de Madrid, hasta que un senderista encontró la mitad de su cráneo en un sendero de difícil acceso. "Las cartas han cambiado", justifica ahora el inspector jefe del caso, que ha narrado cómo en 2022 se hizo más fácil establecer la correlación entre la muerte de Juana y Jesús Pradales.

A este último, por su parte, estas dos décadas que han pasado desde aquella fría noche de febrero de 2003 —un mes después de que se empezasen a contabilizar las víctimas de la violencia de género—, se le resumen en cuatro hijos y una nueva mujer, con la que, de hecho, no tardó ni cuatro meses en casarse desde el crimen.

"Una excelente persona"

Hoy, parte de esta familia que el acusado ha ido construyendo con los años, ha pasado por la Audiencia de Madrid para intentar convencer al jurado popular de que Pradales ha sido un buen padre, una "excelente persona" y un buen marido. "Jesús no mataría ni a una mosca", ha asegurado su mujer que pensó cuando estalló el caso.

Sin embargo, cuando se enteró "por las noticias" de la aparición del cuerpo de Juana, y Jesús ya era el principal sospechoso, no paró de "machacar e insistir" preguntándole "si él lo había hecho". Él, en un primer momento, le dijo que no, que era ella la que se había ido.

Una vez detenido y confesada la muerte, él le dijo que Juana le agredía, y que aquel día la quiso apartar y Juana se cayó al suelo. "Yo, no era yo", le dijo Pradales, al que su mujer actual ha definido como una "excelente persona" a la que "nunca le ha gustado discutir con nadie". Ha negado, además, que él la haya agredido nunca, aunque alguna vez discutieron y una vez sí le dijo "unas palabras" por las que acabó interviniendo la Guardia Civil. Si se enfadaba, dice ella, se iba de casa para airearse.

Un "trabajo arqueológico"

Durante la sesión de hoy también se han explicado las arduas labores de extracción de los restos óseos de Juana Canal, que fueron hallados en un paraje de Navalacruz, Ávila, ubicado apenas a un par de kilómetros de la finca familiar de Jesús Pradales.

El 18 de abril de 2019, un senderista halló fragmentos de un cráneo y un fémur, por lo que decidió avisar a la Guardia Civil. Tras el hallazgo, y una vez detenido Pradales como principal sospechoso tras cotejarse las muestras de ADN, se continuó con las batidas por la zona hasta que se localizaron once fragmentos más de huesos cuyo perfil genético coincidía con los de la hermana de Juana Canal.

En el despliegue policial participaron más de 60 agentes de la Policía y de la Guardia Civil, así como perros expertos en la búsqueda de restos biológicos, un georradar y drones que detectan cambios en el subsuelo. El cerco que marcaron los agentes se ubicó en la zona rural situada a cinco kilómetros de Navalacruz, concretamente en el paraje donde tres años atrás se habían encontrado los otros huesos.

Los agentes han explicado al tribunal que la extracción de los huesos supuso un "trabajo arqueológico" por la dificultad que supone el paso del tiempo de hasta dos décadas, teniendo en cuenta que desde entonces ha podido haber riadas u otros fenómenos meteorológicos influyendo también la acción de la fauna en la zona.