«La amnistía no pondrá fin al independentismo catalán»

Entrevistamos al ex ministro del gobierno de Felipe González, Virgilio Zapatero, tras la publicación de su último libro ‘Aquel PSOE’, de la editorial Almuzara, donde hace un repaso a la historia del PSOE más reciente y a la actualidad política nacional.

Su etapa de Rector de la Universidad de Alcalá. Archivo Virgilio Zapatero.

Su etapa de Rector de la Universidad de Alcalá. Archivo Virgilio Zapatero. / Ezequiel García

Ezequiel García

Hablar con socialistas históricos es siempre enriquecedor. Desde las ponencias constitucionales, la llegada al poder en 1982, hasta el fin de la etapa de Felipe González en 1996, han sido protagonistas de los últimos cuarenta años en España.

Un capítulo crucial en la historia reciente de nuestro país. ‘Aquel PSOE’, escrito por Virgilio Zapatero (Cisneros, 1946), ofrece una visión detallada y exhaustiva de los logros y avances logrados durante ese tiempo, centrándose en los aspectos económicos, políticos y sociales. Zapatero, miembro del gabinete de Felipe González y rector de la Universidad de Alcalá, entre otros muchos cargos de responsabilidad, ha sido testigo de excepción y protagonista de aquel decisivo momento, mostrando cómo el gobierno de González impulsó una serie de reformas y políticas que transformaron el país y mejoraron la calidad de vida de la población.

El autor habla de aquello en lo que participó durante un período que va desde su ingreso en el PSOE en 1972 hasta su dimisión en 1993 como diputado y como presidente de la Comisión Constitucional. Su perspectiva está centrada en la obra legislativa, pues fueron más de quinientas las leyes, además de miles de decretos, que tuvo que coordinar en aquellos once años. Pero no ha querido dejar a un lado toda la actualidad política nacional, en plenas conversaciones para que Pedro Sánchez vuelva a ser presidente del gobierno de la nación.

Aquel PSOE dista mucho del actual. ¿Cuánta brecha se ha abierto?

Se trata de tiempos históricos con problemas diferentes a resolver y con líderes de biografías profesionales también diferentes. No sé si tiene mucho sentido la comparación. Tal vez la diferencia más profunda sea la distinta manera de entender la política; la forma de hacer política.

Para nosotros hacer política era dialogar con todos los partidos y buscar las soluciones que reunieran los más amplios consensos. Todo esto ha desaparecido. Hoy en día la política consiste en cavar trincheras y elevar muros; dividir a los españoles en dos bloques sarracenos y arrasar con todos los puentes. Y para mí esta distinta concepción de la acción política es la gran brecha entre aquel tiempo y este tiempo; también entre aquel PSOE y este PSOE.

Comencemos por los orígenes. El marxismo “nos sorbió el seso”. ¿De qué manera?

La desconexión con Europa, la falta de una tradición democrática tras cuarenta años de dictadura, la progresiva pérdida de la hegemonía moral e intelectual de la Iglesia en toda Europa y especialmente en España dados sus pactos y silencios con el franquismo... habían producido un vacío ideológico que en el 68 fue ocupado, sobre todo, por el marxismo. En cierto sentido, aquellos jóvenes éramos más marxistas que demócratas.

¿Y cómo se cambia del marxismo a la socialdemocracia?

Fue la propia democracia -nuestra acción en el parlamento y en los ayuntamientos- la mejor escuela. Fue practicando la democracia por primera vez como aprendimos los fundamentos mínimos de la misma: el pluralismo, la convicción de que no existen en política verdades absolutas sino arreglos provisionales, fórmulas de compromiso entre diferentes, la separación de poderes, la existencia de contrapoderes, etc...De ahí la importancia de aquel Congreso Extraordinario del PSOE en 1979. Tras aquel Congreso, éramos ya un partido aseado y europeo; un partido socialdemócrata.

¿Cómo acogieron sus compañeros de partido y usted mismo la llegada de la democracia?

Para muchos de nosotros fue el acontecimiento que cambió nuestras vidas. Muchos de nosotros abandonamos por unos años (otros lo hicieron definitivamente) sus profesiones y nos vimos arrastrados a la política activa. En mi caso, puse entre paréntesis mi carrera académica a la que no volví sino diecisiete años más tarde. Hubo en ello algo de honor y también algo de sacrificio profesional.

Llegan las elecciones del 77 y, a pesar de todo, triunfa la UCD. ¿Cómo sentó aquello?

Tal vez mis compañeros no estén de acuerdo totalmente en lo que le voy a decir. Pero yo considero que fue una suerte para España. Porque los dos principales partidos, UCD y PSOE, representando a la mayoría de la derecha y a la mayoría de la izquierda, formaron el núcleo duro del gran consenso que dio a luz la Constitución vigente integrando. Fue un resultado mejor que el que yo preveía

¿Cuál fue la legislatura que más hizo cambiar a España?

Sin lugar a dudas fue la Legislatura Constituyente (1977-1979) y la primera Legislatura socialista (1982-1986). Además de la aprobación de la Constitución, fueron años en los que se manifestó en toda su potencia la fuerza transformadora de la Carta Magna.

¿Cómo definiría al Felipe González entre 1982 y 1996?

Decía Ortega y Gasset que un hombre de Estado es aquel que tiene una idea clara en la cabeza de qué hacer con el país. Felipe la tenía, la exponía, la defendía y la llevaba a la práctica asumiendo los costes de gobernar con ideas. Los líderes de verdad no son los que halagan a los ciudadanos y les siguen; estos son los demagogos. Ha sido y sigue siendo uno de los grandes hombres de Estado que han aparecido en la historia de España.

¿Cuál fue el annus horribilis del PSOE?

1979. Fue el año en el que la oposición cuestionó gravemente y sin fundamento, como se vio, el resultado de las elecciones; comenzó a aparecer como recurso político la descalificación del adversario; apareció con fuerza un nuevo tipo de justicia (la justicia mediática) que condenaba al margen de la Administración de Justicia, en la que también comenzaron a aparecer los jueces estrella como héroes populares en busca de protagonismo... Todo ello nos sorprendió.

¿Realmente tan mal se llevaban Guerra y González como lo pintaban entonces?

Yo no lo viví así; y trabajé con ambos. Había diferencias respecto a cómo hacer frente al acoso al PSOE que comenzaba a aflorar y al tratamiento a aplicar a las tensiones internas del partido (entre los llamados guerristas y renovadores). Pero eran diferencias que nunca quebraron el respeto e incluso el afecto entre ambos. Al menos ese es el recuerdo que yo tengo de mis conversaciones y tratos con ambos.

¿Cuánto daño le hizo El Mundo y los GAL al gobierno de Felipe González?

Siempre estuvimos convencidos de que aquellos asesinatos de los GAL eran residuos de épocas pasadas que el Gobierno socialista estaba intentando desmantelar por todos los medios. Lo cierto es que se conocieron y se condenaron a los autores materiales de aquellos crímenes. Pero ya se había extendido en España la cultura de la sospecha y no faltaron quienes se empeñaron a situar la X en el Gobierno y en su presidente. El Tribunal Supremo puso las cosas en su sitio: allí no había ninguna X.

¿Y Filesa?

Sí; ahí creo que el PSOE cometió un gran error. Se embarcó en unos costes electorales (la OTAN) superiores a sus ingresos y recurrió a la financiación irregular. Esto fue demoledor para el prestigio del PSOE y quebró la unidad interna del partido en torno a las responsabilidades.

Hablemos del otro PSOE que comienza a gestarse desde 1999. ¿Fue Rodriguez Zapatero quien comenzó a borrar la socialdemocracia del partido?

Rotundamente no. Como toda obra política la gestión de Rodríguez Zapatero tuvo sus luces y sus sombras. Entre sus luces yo citaría la ampliación de los derechos civiles; y esto figurará siempre entre sus aportaciones a la historia de España y a la historia del socialismo. Sus sombras tienen que ver más con su optimismo natural que le llevó a desconocer la dureza de una crisis económica que ya se había abatido sobre España. Y, sobre todo, con la pésima gestión de la tramitación del Estatuto de Cataluña y que está en el origen de los presentes males.

¿Por qué se le ha concedido tanto siempre a los nacionalismos?

Porque no hemos querido aceptar que el nacionalismo sólo se sacia con la independencia. Todo lo que se le conceda será entendido por ellos como una parte nada más de lo que les corresponde. Fuimos ingenuos al pensar que el nacionalismo excluyente podía saciarse con concesiones crecientes. No ha sido así y nunca lo será.

Lo vemos ahora con su exigencia de amnistía. A lo largo de la historia las amnistías han sido recursos útiles para hacer posible el tránsito de una dictadura a una democracia o para acabar con guerras civiles o movimientos rebeldes. Son el último acto con el que se pone fin a dichas crisis y se reintegra a todos en el orden constitucional. Esta amnistía no pone fin a nada. Los amnistiados aseguran que volverán a hacerlo, pero mantienen vivo el conflicto para avanzar hacia la independencia.

¿Qué opinión le merece Pedro Sánchez y su llegada a lo más alto del PSOE?

Me rechina que se hable de sanchismo. Hay políticas de Sánchez que han sido positivas y otras políticas que no comparto. Sánchez ha gobernado en momentos bien difíciles. Ha afrontado con notable éxito la crisis económica, la pandemia del Covid y la política económica en general. Pero ha incurrido en el mismo error (agravado) que Rodríguez Zapatero. Dividir el país en dos bloques, buenos y malos, y pensar que se puede armar una mayoría de progreso con nacionalistas excluyentes y neo-carlistas sediciosos como Puigdemont. ¿Qué está pasando en la izquierda para que haya sustituido su estrella polar -la lucha por la igualdad- por políticas identitarias? No lo sé.

¿Con qué líder histórico del PSOE lo compararía y por qué?

Con ninguno. No sé si tendrá quien le imite en el futuro, pero no encuentro en el pasado a ninguno que le sea comparable.

¿Cree usted que, a la larga, el PSOE pagará los platos rotos de gobernar con Bildu o los separatistas catalanes?

Sí; creo que el PSOE pagará un precio muy alto. Si el socialismo une su suerte a esa confederación de minorías identitarias, de nacionalistas e independentistas corre el riesgo no solo de perder el rumbo marcado por su estrella polar – la igualdad- sino también de convertirse él mismo en un problema para la España constitucional. Ojalá me equivoque.

¿Hace falta una refundación en el PSOE?

No. Lo que esperamos los ciudadanos es que encarrile su proyecto de nuevo en lo que mejor ha sabido hacer: unir a una gran mayoría de españoles en un proyecto reformista, no rupturista, de la Constitución.

Sin embargo, el pueblo no le retira el apoyo en las urnas.

Claro. No tenía partido alternativo al que confiar su voto. No olvidemos que, aunque el PSOE ha aprobado los indultos, eliminado la sedición y reformada la malversación, el PP ha mantenido bloqueada la Constitución con la no renovación del Consejo General del Poder Judicial. ¿Cómo confiar, pues, en él como alternativa?

¿Qué opina de la expulsión del partido de compañeros como Joaquín Leguina y Nicolás Redondo?

Lo lamento sinceramente por el PSOE. Es hacerse daño a sí mismo arrancándose parte de su historia.

¿Ve la reforma de la Constitución factible en un plazo corto de tiempo para dar cabida a las amnistías y a los referendos?

Veo deseable la reforma de la Constitución para hacer de la misma la casa más grande y habitable posible. Pero no veo, ni a corto ni a largo plazo, deseable ni posible la reforma para dar entrada a referéndums de autodeterminación. Y no es posible conseguir cualquier reforma de la Constitución sin contar con el PP.

¿Volverá a ser el PSOE un partido socialdemócrata?

No creo que lo haya dejado de ser. Ahí están sus políticas sociales en los años muchos años que ha gobernado. Lo que tiene que recuperar es su compromiso inequívoco con la Constitución y presentarse como un proyecto autónomo con vocación mayoritario.

¿Cómo se recuperará el espíritu de 1982 dentro del Partido Socialista?

No lo sé. Pero, más pronto o más tarde, lo tendrá que recuperar si quiere ser parte de las soluciones que España necesita.

Sobre el Autor

Virgilio Zapatero Gómez (26 de junio de 1946 en Cisneros). Realizó estudios en la Facultad de Derecho. Doctor en Derecho por la Universidad Complutense y Doctor Honoris Causa por la Universidad Ricardo Palma de Lima (2003), por la Universidad Nacional Autónoma de León de Nicaragua (2005) y por la Universidad Autónoma de Santo Domingo de la República Dominicana (2008). Catedrático de Filosofía del Derecho. Rector de la Universidad de Alcalá (2002-2010), Presidente de la Conferencia de Rectores de Madrid (2009-2010), Ministro para las Relaciones con las Cortes y Secretaría del Gobierno (1986-1993), Secretario de Estado (1982-1986), Presidente de la Comisión Constitucional (1993-1994), Representante español en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (1993), Miembro de la Comisión Constitucional que debatió el Dictamen de la Constitución Española y Diputado por Cuenca (1977-1993). Catedrático emérito de Filosofía del Derecho de la Universidad de Alcalá, entre sus obras destacan «Inventando la democracia. Soberanía popular e imperio de la ley en Atenas» (Tirant lo Blanc, 2020), «The Art of Legislating» (Springer, Alemania, 2019), «El derecho como proceso normativo» (en colaboración con Isabel Garrido. Universidad de Alcalá, 2010), «Fernando de los Ríos. Biografía intelectual» (Pre-textos, 2001), «Socialismo y Etica. Textos para un debate» (Debate, 1980) y «Escritos sobre democracia y socialismo de Fernando de los Ríos» (Taurus, 1975).

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