La derecha no consigue gobernar ni triplicando su incremento de votos con respecto a la izquierda

La suma de votos cosechados ayer entre PP y VOX es de 11.125.584, casi dos millones y medio más de lo conseguido en las elecciones de 2019, pero no les bastará pese a que el aumento de PSOE y Sumar (antes Podemos) ha sido solo de 863.413 votos. ¿La diferencia? La capacidad empática con el resto del arco parlamentario.

El presidente del Partido Popular y candidato a la Presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo (c). EFE/CATI CLADERA

El presidente del Partido Popular y candidato a la Presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo (c). EFE/CATI CLADERA / Álvaro Romero

Álvaro Romero

Que la democracia no va de números absolutos, sino de representación ciudadana y de pactos entre las fuerzas que se presentan a las elecciones volvió a quedar demostrado ayer, aunque algunos se empeñen (solo cuando les conviene) en repetir el mantra de que gobierne la lista más votada.

No funciona así la democracia, aunque Alberto Núñez Feijóo se agarrara durante la campaña a ese populismo que al PP le gusta solamente mientras no tenga que pactar con VOX para arrebatarles alcaldías o comunidades al PSOE. O a quien sea. Como ha ocurrido en las últimas municipales en Valladolid o en Burgos, o como ocurrió en la mismísima Andalucía en 2018. Fue así, precisamente, como el PSOE perdió su gran feudo andaluz hace solo un lustro. En aquella ocasión, la candidata socialista, Susana Díaz, consiguió 33 diputados frente a los 26 del candidato popular, Juanma Moreno. Es verdad que la candidata del PSOE había dilapidado la herencia de 47 diputados que le había dejado José Antonio Griñán incluso en la peor cresta de los ERE. Pero eran siete diputados más y su lista fue la lista más votada. De hecho, aquellos 26 diputados constituyeron los peores resultados del PP en Andalucía, y contrastaban sobremanera con los 50 obtenidos, por ejemplo, por Javier Arenas la década anterior. Sin embargo, fue con esos 26 diputados, más los 21 que puso sobre la mesa el partido Ciudadanos del luego absorbido Juan Marín –y hasta con el apoyo externo de 11 diputados de VOX-, con los que el PP conquistó la Junta de Andalucía, aunque luego llegara la remontada y una mayoría absolutísima que a los populares pareció afectarles de amnesia.

Ahora es razonable que Feijóo insista en la resaca electoral en que él ha ganado las elecciones, pero una cosa es ganar las elecciones y otra, bien distinta, formar gobierno. De hecho, el incremento del bloque de la derecha con respecto a las elecciones de 2019 es el más espectacular. Si sumamos los 8.091.840 votos que ha obtenido el PP de Feijóo y los 3.033.744 votos que ha cosechado ahora el VOX de Santiago Abascal, la cifra resultante de 11.125.584 votos le saca 2.421.565 votos a los obtenidos por ese mismo bloque en 2019. O sea, que la mejoría del bloque conservador en menos de cuatro años ha sido de 2,5 millones de votos, lo cual representa el triple del incremento que se registra en el bloque de enfrente, el del PSOE y Sumar, si lo comparamos también con el obtenido hace cuatro años entre PSOE y Podemos. En 2019, este bloque obtuvo 9.911.563 votos. Anoche, los socialistas de Sánchez y la coalición de Sumar liderada por Yolanda Díaz arrojaron un resultado de 10.774.976 votos. Exactamente, una diferencia de 863.413 votos, o sea, solo un tercio del increíble buen resultado del bloque de la derecha.

Entonces, ¿por qué se hace imposible un gobierno liderado por el PP, ahora que ha aumentado sus resultados en 47 diputados; ahora que ha cosechado 3.656.979 votos más que en 2019? La respuesta es diversa pero sencilla: en primer lugar, porque su socio natural, VOX, se ha dejado por el camino 19 diputados (¡nada menos que 623.235 votos!) y así ya no suman, pues la mayoría absoluta está en 176 diputados y estos dos partidos sumarían solamente 169. En segundo lugar, porque es precisamente VOX el único aliado posible del PP, pues las amistades políticas se hacen durante la legislatura –incluso durante la campaña- y cada partido, como en la vida, recoge lo que siembra. Incluso elucubrando con la posibilidad de que el PP consiguiera otros aliados posibles, podría pensarse que a esos 169 diputados se les podrían añadir la diputada de Coalición Canaria (CC) y el diputado de Unión del Pueblo Navarro (UPN), y a esos 171 añadir, a su vez, los cinco diputados del Partido Nacionalista Vasco (PNV), que no sería la primera vez en nuestra historia democrática que pactara, indiferentemente, con la izquierda o con la derecha. Pero resulta que el candidato del PNV, Aitor Esteban, ha repetido hasta la saciedad en la pasada campaña que no van a dar sus síes a un Ejecutivo en el que estuviera VOX o siquiera que llegue a la Moncloa con el apoyo de ese partido. Para colmo, y aunque pudiéramos pensar que no es infrecuente entre la clase política decir digo donde antes dije Diego, el PNV tiene en el horizonte inmediato unas elecciones autonómicas en las que podría ser castigado, en favor del ya aupado Bildu... Así que el PNV está ahora mismo en una situación de tentarse la ropa.

Enfrente, el PSOE tiene mucha más variedad de partidos con los que pactar. Viene de una legislatura en la que ha practicado de sobra. Y aún así le constaría llegar a la mayoría. A sus 122 diputados se le pueden sumar, muy naturalmente, los 31 de Sumar, su socio de coalición hasta ahora. Y eso arrojaría un resultado de 153 diputados... Todavía le faltarían 23 diputados más para llegar a 176. Si encontrara el apoyo de PNV (5), Bloque Nacionalista Galego (BNG) (1), los siete escaños de los partidos nacionalistas catalanes y los seis de Bildu, la mayoría absoluta quedaría rebasada con 179. Pero como todos votaron en contra de la reforma laboral, una de las leyes estratégicas del saliente ejecutivo, lo que le hace falta a Sánchez es que, incluso en esas circunstancias posibles, se abstuvieron por lo menos los siete diputados de Junts per Cat, y para ello ya depende de lo que ordene y mande, desde el exilio, Carles Puigdemont, que ya se ha encargado de poner sobre la mesa sus condiciones: amnistía y autodeterminación. El PSOE ha insistido este mediodía en que Puigdemont se vaya olvidando de eso. Pero el verano es largo y así es como funciona la democracia... De momento. Si no, tendremos que volver a votar en diciembre. Y en última instancia, pero no para hablarlo este año, habría que cambiar el sistema electoral con las segundas vueltas, como ya tienen instauradas otros países. Y seguiría siendo democracia.