Sevilla, ciudad de leyenda e Historia

Comienzo este particular paseo por la ciudad de Sevilla, entre aroma a azahar y el frescor del río, del río que la cruza y que le da vida, de nuestro Guadalquivir, de nuestro Baetis, de aquel río que navegaran desde los antiguos tartesios, íberos, fenicios, romanos, normandos... Descubridores, Conquistadores... Y voy de la mano de mi mejor guía, de aquel que me dio la vida y que conoce como pocos ésta ciudad de Leyenda y esta ciudad legendaria, esta ciudad llamada Sevilla.

01 sep 2019 / 07:05 h - Actualizado: 01 sep 2019 / 07:05 h.
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  • Sevilla, ciudad de leyenda e Historia

Mi padre es una de esas personas que conocen cada palmo de terreno de Sevilla, cada rincón, cada casa, cada pequeña historia o gran historia jamás contada de Sevilla, es de esos sevillanos que atesoran en el acervo personal un archivo documentacional, un archivo casi “akásico” que lo hacen poseedor de la otra historia de Sevilla, la historia particular de cada sevillano, o de cada visitante de esta ciudad eterna... Mi padre nos servirá de guía, de hilo conductor de muchos de los secretos populares, de las curiosidades, de las anécdotas, de los datos desconocidos, de cada una de esas pequeñas historias que todos tenemos y que quedan reservadas para el terreno de lo personal, de lo íntimo y que, sin embargo, a lo largo de las páginas de este libro se van a ir convirtiendo en algo cotidiano para nosotros, para ser las páginas de Vida de una ciudad llamada Sevilla.

El calor es sofocante, estas latitudes siempre han sido calurosas pero en los últimos años el calor se ha convertido también un martirio para el visitante y un pesado amigo que acompaña al sevillano casi durante todo el año, porque aquí el Verano dura casi siete meses, la Primavera tres y el resto es Invierno... corto Invierno.

Camino junto a mi padre por una de las arterias más concurridas de la ciudad, como nuestro líquido vital, el llamado Paseo de Colón está transitado a diario por innumerables vehículos que van y vienen haciendo posible la vida comercial en Sevilla, nos alejamos del amplio acerado y buscamos el refugio de un soleado chiringuito realizado en madera en medio del Paseo, allí, al fresco de su sombra miramos a esa otra ciudad dentro de Sevilla, esa otra ciudad llamada Triana, con su propia idiosincrasia y su propia filosofía de vida, entre medio nuestro río y una pregunta surge... “Papa, ¿Por qué se llama esta ciudad Sevilla?”.

Mi padre, complaciente, me dice: “Fíjate que el nombre de esta ciudad no siempre fue Sevilla, los musulmanes –que tanto nos dejaron- la llamaban Ixbilia, que a su vez era una derivación del nombre romano de la ciudad: Híspalis”.

-...Pero no creas que es fácil saber de dónde viene el nombre de Sevilla, se cree que la ciudad estaba construida en un terreno muy pantanoso en tiempos remotos, en lo que antes fue un lago llamado el Lago Ligustinos y que pillaba uno de los brazos del Guadalquivir, pues allí mismo, a sus orillas eligió un pueblo asentarse y sobre aquel lecho tan “movedizo” fijaron sus casas hincando palos sobre el terreno formando una gran “solería” de palos sobre los que irían las casas.

-¿Cómo es posible eso Papá?

-Pues incluso San Isidoro de Sevilla afirma que el nombre de Híspalis vendría de ahí, de ese origen del primer asentamiento de la ciudad. Luego, años después, siglos después, el profesor Blanco Freijerio dijo que al construirse el cine Imperial aparecieron en el subsuelo una gran cantidad de palos apilados como los que se describían para la construcción de aquel primer asentamiento en el lugar en el que se supone que estaría ubicada la orilla de aquel primitivo lado luego zona pantanosa.

Pero hay otros estudiosos que piensan que el nombre podría tener su origen en “pal” que significaría “llano”, ya sabes que a Sevilla le dicen: “Sevilla la llana”, que sería de origen fenicio, y así Sevilla vendría a significar “ciudad llana” como otras de origen fenicio como Palamós o Palafrugell.

Pero José, fíjate que curioso que los más heterodoxos dicen que el l nombre de la ciudad procede del tartesio “Spal”, que significa "tierra baja". Luego llegarían los romanos y lo latinarizaron por Híspalis y luego llegarían los musulmanes que dejarían su nombre en Isbilia o Ixbilia y de ahí Sevilla.

-Papá, y... ¿es verdad que Hércules fundó Sevilla? Preguntaba ilusionado creyendo que un superhéroe había motivado el lugar donde hoy viven miles de sevillanos.

-Si, pero antes decirte que Romualdo de Gelo en su “Historia de Sevilla” dice: “La primera referencia escrita que tenemos del nombre de Sevilla la hace Julio César en su Bellus civile (La Guerra civil) y la cita Híspalis. Es posible que la cita más antigua sea en realidad la de Estrabón, pues seguramente la tomó de sus fuentes griegas habituales para la Turdetania, como Artemidoro o Asklepíades. En textos griegos de Ptolomeo y Dión Casio figura ISPALIS, mientras en otros de los latinos Cayo Plinio Segundo, Pomponio Mela y Silio Itálico, se cita HISPAL.

Que el nombre signifique ciudad construida sobre "estos palos" his palis es una aportación de san Isidoro en sus Etimologías (XV,1,71): Híspalis autem a situ cognominata est, eo quod in solo palustri suffixis in profundo palis locata sit, ne lubrico atque instabili fundamento cederet. Y no hay que desecharlo, como expresa A.M. Canto, primero porque era hombre culto y "leído"; segundo, porque era sevillano; y tercero, porque en realidad se ha comprobado arqueológicamente, como la posición de la ciudad además sugiere, que realmente tenía zonas palafíticas. Yo siempre he preferido la explicación por "palus, -udis": "laguna, terreno pantanoso", que es donde se ubicaba Híspalis. Y en realidad se ubica, como demuestra el Guadalquivir cada vez que le da la gana. Por muchas "cortas" que hagan "el agua busca su camino"... Y, después de todo, "palus, -i" y "palus, -udis" tienen una raíz común.

Quizá sea esta acepción la más acertada y compartida en la actualidad dado el origen lacustre de la ciudad, evidente y demostrado arqueológicamente, por su proximidad al río y sobre todo, porque en los tiempos en que se iniciaron los primeros asentamientos humanos en este entorno, (c. 3500-4500 a.C.), el Lago Ligustino aún no se había reducido de manera sensible, (los últimos vestigios de aquel antiquísimo lago son las marismas del Coto de Doñana).

De la etapa visigoda, por la numismática se conoce su denominación, pues en una moneda acuñada en el reinado de Leovigildo, (568-586) figura escrito SPALIS, en tanto que en otra del reinado de Recaredo, (586-601), hijo y sucesor del anterior, se graba ISPALI.

Cuando en el verano del 712 Muza Ibn Nusayr y su hijo Abd al-Aziz toman la ciudad no hacen otra cosa que pronunciar en su lengua el nombre visigodo que esta tenía, pero como en su lengua no existe el sonido P lo pronunciaron B y nació el ISBILIYA, pues la terminación YA es muy común en los topónimos árabes.

En el s. XVI Benito Arias Montano con conocimientos profundos sobre varias lenguas antiguas sostuvo que Híspalis era latinización de una denominación anterior de origen semítico, SPAL, que en fenicio significa "llanura", tesis muy compartida en la actualidad por muchos investigadores.

Algunos árabes y marroquíes invasores la llamaron HIMS. Sobre el año 742-743 llegó a Al-Ándalus una tercera oleada compuesta por emigrantes de distintas zonas dominadas por los musulmanes a fin de colonizar los campos de las regiones ocupadas. Los procedentes de Damasco ocuparon la zona de Granada; los que venían de la región del Jordán se establecieron en Archidona y Málaga; los que partieron de Palestina fueron a ocupar Medina Sidonia; los de Egipto se repartieron entre Murcia y el Algarve portugués, los venidos de Quinastín se quedaron en Jaén y por último los que salieron de Siria se quedaron en Isbiliya y Labla (Niebla). Aquellos emigrados fueron los que se propusieron, en recuerdo de la hermosa ciudad siríaca de Hims llamar a nuestra ciudad Hims Al-Andalus, pero el cambio duró poco tiempo, de la misma manera que tampoco perduró el que siglos antes Julio César decidió denominarla JULIA ROMULA HISPALIS, pero eso era muy largo para los sevillanos”.

Con lo cual, sonreía complaciente mi padre, no estaba yo muy equivocado en mi explicación mientras aliviaba su sed con aquella “rubia espumosa” que a mí me parecía de sabor tan agrio...

-Y papá... ¿Fundó Hércules esta ciudad?

-La primera persona que se asentó en Sevilla fue un navegante de origen fenicio que se llamaba Melkart. Este era una persona curtida, que desafío a todos y a todo por llegar a las orillas de esta ciudad remontando el Guadalquivir. Este mismo río, con alguno cambios, que ahora ves cruzar por los piragüistas y los barcos de recreo para turistas, el mismo río teñido por la verde pátina del tiempo y que nos dice que lleva aquí desde que Sevilla no era ni tan siquiera una ciudad... Pues ese mismo navegante fenicio fue el que se asentó en Sevilla y abrió los canales de comercio con otros pueblos de la vieja Iberia y de aquella remota Andalucía. Melkart habría conseguido el comercio de las pieles, de todo, e incluso de la plata de las minas de Almadén..., de la plata, de ahí el nombre de esta bonita localidad.

Pero cuando Melkart murió ya había otros muchos colonos fenicios en Sevilla y la figura de Melkart era casi mítica, una leyenda viva así que se comenzó a exagerar su vida, hazañas y aventuras, casi idealizando un héroe y llegó el momento en el que el bueno de Melkart da un salto su nombre de latiniza a Herakles, y de ahí a Hércules, quién, fíjate en este detalle... Se apoderaría de los toros del rey Gerión en uno de los “trabajos” o “pruebas” que los dioses someten a Hércules, guardando relación con el monopolio de las pieles de toros y Sevilla.

Parecía cosa del destino, parecía algo guiado por los sutiles hilos del azar pero al darme la vuelta, contemplé como hablando de toros y de Sevilla, tenía a mis espaldas el templo taurino de la ciudad, la Real Maestranza, el coso del Baratillo...

Mi padre notó mi sorpresa, la sorpresa con la que un niño de deja llevar por las historias reales o no, de una ciudad como Sevilla y siguió:

-Melkart es Herakles, es nuestro Hércules, el que está en lo alto de las columnas de la Alameda de Hércules, hay dos figuras, una es Hércules, como fundador, el otro es Julio César como gobernador que fue de Sevilla, dos personajes muy importantes que no debes olvidar nunca. Para los griegos y los romanos Herakles o Hércules fue un dios, para nosotros un fundador, y Julio César fue un emperador que salvó a Sevilla y le dio el estatus a los sevillanos de “ciudadanos de Roma” en el año 45 d.C... Eso, en la Historia, tendría una repercusión importantísima ya que permitió a sevillanos como Adriano o Trajano.

Sevilla además está íntimamente relacionada con Turdetania y con Tartessos, si bien el término turdetanos sólo aparece a partir del siglo III a.C., con la presencia del Imperio Romano en la península ibérica. Son diferentes autores los que usan esos dos nombre para llamar a toda esta zona, y no unos autores cualquiera, serían personajes de la talla de Polibio, Apiano, Mela, Plinio, Estrabón y Livio, así los turdetanos serían los herederos de los tartesios que luego serían absorbidos por la cultura fenicia y que serían ubicados en la parte occidental de Andalucía, entre Huelva, Cádiz y Sevilla, en la desembocadura del Guadalquivir o en sus proximidades, siendo los turdetanos una cultura diferente a la íbera.

Fue el griego Estrabón quién más escribió sobre Turdetania, hacía el año 1 d.C., realizando una semblanza histórico-geográfica sobre todo ello. Así Estrabón describía en su “Límites de la Turdetania y las ciudades” (III, 2, 1): “La Tourdetania, a la cual riega el río Baítis, extiéndese al interior de esta costa por la parte de acá del Anás; al Oriente, por parte de los karpetanoí y algunos oretanoí; hacia el mediodía, por los bastetanoí, que habitan la estrecha faja costera que se extiende de Kálpe a Gádeira y del Mar Exterior hasta el Anas. También pueden adscribirse a ella los bastetanoí, de los cuales dije ya que habitaban en la Tourdetanía, así como las gentes que ocupan el otro lado del Anas y gran parte de sus vecinos. Tanto en su latitud como en su longitud, el tamaño de esta región excede de los dos mil estadios (unos 400 km. en ambas direcciones axiales). Las ciudades son, empero, numerosísimas, pues dicen ser doscientas. Las más importantes por su tráfico comercial son las que se alzan junto a los ríos, los esteros o el mar. Entre ellas destacan Kórdyba, fundación de Markéllos, y por su gloria y poderío, la ciudad de los gaditanoí... La más ilustre después de esta ciudad y la de los gaditanoí, es Híspalis”.

Estrabón menciona igualmente (en III, 2, 2), a Itálika (Italica), Ilipa (Alcalá del Río), Mounda, Atégoua (Ategua), Oúrson (Osuna), Toukkis (Tucci o Itucci, que podría ser Martos), Oulía (Montemayor), Aígoua, Keltikoí o Konístorgis (Algarve) y Asta que sería “Mesas de Asta”, en los esteros de Jerez de la Frontera en el Bajo Guadalquivir. Todas originadas en la llamada edad de Bronce final con rasgos orientalizantes de la influencia de fenicios y tartésicos.

Tendrían como límite occidental al río Guadiana, y a oriente son los carpetanos y oretanos que limitaban la Turdetania, es decir, la antigua frontera de Tartesos. La costa sería bastetana, cuyos pobladores habitaban la Turdetania, y podrían corresponderse con antiguas factorías o colonias fenicias.

Estrabón habla de la vida en las orillas del Guadalquivir y escribe de esta zona: “se llama Bética, del nombre del río, y Turdetania, del nombre del pueblo que lo habita; a estos habitantes se les llama turdetanos y túrdulos que unos creen que son los mismos; más según otros dos pueblos distintos. Polibio está entre estos últimos, pues dice que los turdetanos tenían como vecinos por el norte a los túrdulos. Hoy día no se aprecia diferencia entre ambos” (III, 1, 6).

Sobre Hércules escribía igualmente: “Pero es mejor aun lo que vamos a recordar: la expedición de Heraklés y la de los phoinikes a estos parajes diéronle (a Hómeros), de sus habitantes, la idea de un pueblo rico y de buena condición; así, pues, su sujeción a los phoinikes fue tan completa, que hoy día la mayoría de las ciudades de Turdetanía y de las regiones vecinas están habitadas por aquellos” y prosigue: “pero las primeras noticias fueron debidas a los phoinikes, que dueños de la mejor parte de Ibería, de la Libyé, desde antes de la época de Hómeros, quedaron en posesión de estas regiones hasta la destrucción de su hegemonía por los rhomaíoi”. (Estrabón, III, 2, 13).

Para Estrabón, Herakles era un fenicio y un dios posterior que se incorporó a la mitología de otros grandes pueblos navegantes, guerreros y conquistadores como los griegos o los romanos. Así pues se reconoce a través de sus crónicas el influjo orientalizante del pueblo fenicio en esta zona de Andalucía y no la helenización griega, igualmente la importancia fenicia en la protohistoria del Bajo Guadalquivir.

Y luego serían otros muchos los que escribieron sobre Hércules y Sevilla, por ejemplo Beroso quién decía en sus crónicas: “Hércules el egipciano fundó Sevilla cuando vino a esta comarca”. Diodoro Sículo: “Hércules recorrió África y llegó al Estrecho de Gades por donde penetró en España y fundó Sevilla”. Heródoto dice: “Gerión fue muerto por Hércules” identificando a Gerión como rey de los tartesios cuyo reino tenía en las proximidades de Sevilla y podría tener alguna correspondencia con la propiedad del “Tesoro del Carambolo”.

En otras culturas también se habla de Hércules así Hamed Ar Razi o “el Moro Razis”, historiador, escribía: “Yo he visto los libros de Hércules, y consta en ellos que fundó a Sevilla”.

En las crónicas de Alfonso X “el Sabio”, en la “Crónica General de España” del maestro Florián de Ocampo o en la “Historia de Sevilla” del presbítero Alonso de Morgado, o el mismo Rodrigo Caro, el historiador de Sevilla, que decía: “La tradición dice que Hércules fundó Sevilla, es tan admitida que no parece digna de ser reprobada”. Y así es admitido por el propio Ayuntamiento sevillano y por la Real Audiencia de Sevilla otorgándole credibilidad y honor a este hecho legendarizado.

Sevilla, una ciudad con mil leyendas y no menos Historias, sólo hay que descubrirlas.