Un vino con...

Un vino con... Antonio y Silvia Flores

El hacedor de vinos de González Byass con Tío Pepe en las venas

Carlos M. Montero monterogrove /
18 dic 2022 / 10:48 h - Actualizado: 18 dic 2022 / 10:51 h.
"Un vino con..."
  • Un vino con... Antonio y Silvia Flores

El día amaneció lluvioso y, aunque los nervios de lo que estaba por venir no me dejó descansar bien, cuando sonó el despertador salté de la cama como un resorte como si hubiera dormido diez horas seguidas. Me monté en el coche y puse rumbo a Jerez de la Frontera, en concreto a González Byass, la casa del Tío Pepe. Tenía una cita. Allí me esperaban Antonio y Silvia Flores, los enólogos de la bodega. Calificarles solo como lo enólogos de la bodega es una definición nimia. Realmente son el alma de González Byass con Tío Pepe en las venas. Ahora verán el porqué.

Un vino con... Antonio y Silvia Flores

Me recibe Silvia y damos un breve, pero intenso paseo por la bodega. Ha seleccionado dos sitios que me quiere enseñar antes de sentarnos a charlar. En todo momento tengo un sentimiento de pequeñez estando donde estoy y con quien estoy. A este sentimiento le sumo el de considerarme un privilegiado. Cruzamos la Bodega de Los Apóstoles y nos adentramos en una bodega de reducidas dimensiones y acceso restringido a la que, para acceder, hay que quitar una especie de cadena de tela y bajar unos empinados escalones de madera. Allí catamos a pie de bota. Eran las diez de la mañana y estábamos desayunándonos un Tío Pepe, aún en estado de plena juventud manteniendo aún el velo de flor vivo, pero con muy buena educación. Este joven promete. “Este es mi probiótico”, me dice Silvia sonriendo. Estábamos en Rebollo, justo debajo de donde nació mi otro invitado de hoy, Antonio. Después, nos dirigimos a realizar dos comprobaciones previas de camino a nuestro primer destino. Silvia es una mujer tremendamente perfeccionista y exigente. No deja nada al azar. Esa es mi primera impresión. Tras esas comprobaciones, me enseña el restaurante Nolasco que se encuentra ubicado en plena bodega, a los pies del hotel, que también pertenece a la bodega. El primer “sherryhotel” del mundo. Como en tantas otras ocasiones a lo largo de su centenaria historia, González Byass es pionera en algo. Las vistas desde la terraza del restaurante a la Catedral de Jerez son impresionantes, pero toca refugiarnos, que la agenda apremia, para empezar con nuestra entrevista. Es entonces cuando me hace un regalo. Otro más de los muchos que había recibido desde que entré por las puertas y con los que, sin ella saberlo, me estaba premiando. Nos sentamos en el botellero. Una sala privada, rodeados por más de tres mil botellas, que cuentan la historia de la bodega y de España a través de sus etiquetas. Se me salen los ojos. Las botellas, a través de esas etiquetas, no paran de hablar, pero ahora les ruego silencio, que le toca a Silvia.

¿Quién es Silvia Flores?

Nacida en Jerez de la Frontera, asume con orgullo ser la hija de Antonio Flores, un referente de los vinos de Jerez. Desde pequeña, normaliza el mundo del vino en su casa y lo asume como algo cotidiano sin saber la repercusión real que los jereces tenían en el sector a nivel internacional. Nace vinculada a ellos. La tradición familiar era larga. Sin embargo, es precisamente esa normalización la que no deja que nuestra invitada se pueda plantear, ni por asomo, la posibilidad de dedicarse a esto. Es cierto que, desde muy temprana edad, por esa necesidad de ganar un dinerillo sin tener que pedírselo a Papá, Silvia participa en la vendimia. Era una buena forma de costearse sus gastillos de adolescente. Estudia Turismo, después Historia del Arte en Granada y descubre que poder ganarse la vida con la carrera elegida era poco menos que heroico. Es entonces cuando decide hacer un ciclo superior de restauración por la afición que tiene a la cocina. Sin embargo, el auge que estaba despertando en el sector en ese momento hace que no encuentre plaza en cocina, pero pueda ocupar una plaza en sala a la espera de alguna vacante en cocina y es aquí donde descubre un mundo maravilloso que no sabía que existía: la sala. Alemania, donde tiene la oportunidad de desempeñar diversas funciones dentro del sector hostelero; Barcelona en el Ritz Carlton con Sergi Arola ayudando al sumiller donde descubre un mundo de vinos, mucho más allá de los de Jerez; o Santceloni en Madrid, con un tremendo nivel de exigencia, son solo algunas paradas que Silvia realiza en su proceso de formación profesional constante trabajando junto a profesionales de reputado prestigio hasta llegar a El Club del Gourmet de El Corte Inglés de Sevilla donde, tras comprobar sus cualidades, deciden formarla con un Master Business Administration en Madrid para darle recorrido dentro de la marca. Sus cualidades la convirtieron en un referente. El caso es que ya había llegado el momento de echar raíces, o al menos eso creía ella. Un trabajo que le llenaba, con mucho recorrido aún por delante, en una ciudad que le gustaba y a tiro de piedra de su Jerez natal. ¿Qué más podía pedir?

La llamada de González Byass

Un vino con... Antonio y Silvia Flores

Es entonces cuando la vida decide platearle un reto y poner delante de ella una disyuntiva que hará que esa estabilidad que les cuento se tambalease. Llega la llamada de González Byass. La bodega, vista la formación recibida y su trayectoria profesional, decide hacerle una oferta para que se incorpore a la nómina de empleados. Lo primero que recibe es el abrazo de su padre para apoyarla respetando la decisión que tome, sea cual sea, sin que se sienta presionada. Créanme si les digo que, visto lo visto, Silvia toma la decisión correcta y empieza a trabajar con Antonio Flores como jefe. Su propio padre como jefe. Con las cosas buenas y con las cosas malas que eso conlleva, pero donde indudablemente pesan más las buenas. El caso es que han formado un sólido equipo. Silvia es la versión 2.0 de Antonio y aprende cada día a su lado viviendo momentos que se graba a fuego. Catas, paseos por la bodega... hacen de un día a día profesional y exigente, con el cariño paterno-filial, el mejor de los aliados de esta envidiable pareja profesional.

Llega el mediodía y nos servimos una copa. Matusalem es una fantástica opción. La entrevista ha terminado, aunque ahora me planteo si alguna vez empezó. Esto fue más una conversación de amigos que otra cosa, y que ahora toca transcribirla. Me llevo la misma imagen de Silvia que traía de casa. Es una mujer ambiciosa y trabajadora incansable con un nivel de pasión por lo que hace envidiable y una enorme capacidad de comunicar y formar. Una gran embajadora de los vinos del Marco en general y de González Byass en particular.

Un vino con... Antonio y Silvia Flores

Antonio Flores, Tío Pepe en las venas

Brindando por la familia con la copa recién servida, aparece por la puerta del botellero Antonio Flores. Vuelvo a asumir el papel de privilegiado que ya había olvidado charlando con mi amiga Silvia. Toca pasear por las instalaciones. Es de esos instantes en la vida en los que te gustaría tener contratado un cámara para que no se perdiera ni un solo instante de lo que estaba viviendo, pero me tengo que conformar con mi memoria. Antonio es un pozo sin fondo de sabiduría y no para de contarme cosas. Ahora entiendo a qué se refería Silvia con lo de “momentos grabados a fuego”. Empezamos por el hotel, ubicado en lo que antaño fuera su casa. Subimos a la azotea y disfrutamos de unas preciosas vistas de la ciudad, con la catedral en primera línea. De allí, damos un paseo por la bodega. Catamos a pie de bota las cuatro palmas de Tío Pepe, con seis, ocho, diez y más de cincuenta años de vejez. Me lleva hasta una bota donde, a tiza, viene marcado mi año de nacimiento, que también cato. Y terminamos en el bar de la bodega. Un impresionante espacio dedicado a Tío Pepe, con una decoración moderna y atrevida, con acceso para el público, y donde nos hacemos fuertes en una de sus salas para hacer la entrevista. Nos sentamos y nos traen una fantástica compañía: Tío Pepe y Viña AB con un poco de jamón y queso. Es entonces cuando empiezo a buscar el botón de pausa, porque no quiero que ese momento se acabe nunca. ¿Saben? Veo en Antonio mucha similitud física con mi padre. Pelo canoso, voz profunda y corbata siempre. Todo un caballero.

Un vino con... Antonio y Silvia Flores

Antonio Flores nace en una bodega, pero no en una bodega cualquiera. Nace en González Byass, que es como un pueblo dentro de una ciudad. De hecho, lo hace justo encima de la solera Rebollo, que fue la solera fundacional de Tío Pepe, y donde les contaba antes que Silvia me llevó nada más empezar la visita. De niño, jugaba entre botas mientras Miguel, su padre, trabajaba. Su vida transcurría en la bodega entre aromas de vinos. El pequeño Antonio fue creciendo y su cabeza empezaba a soñar con una profesión. Los planteamientos eran diversos. Desde guardiamarina hasta misionero pasando por periodista, mil ideas aparecían por la cabeza de un joven inquieto, aunque la ilusión de su padre era que Antonio, el mayor de los hijos, siguiera sus pasos dentro de la bodega. Afortunadamente para los amantes del vino, Antonio empieza a estudiar lo que entonces se podía conocer como enología y se incorpora al equipo técnico de González Byass en 1980. Siguiendo los sabios consejos de su padre, cambió el lápiz, la pluma o el bolígrafo por una tiza y una venencia escribiendo páginas de gloria que tenemos la suerte de beber. Además, ahora tiene la posibilidad de formar alumnos impartiendo clases y también de hacer catas para dar a conocer los vinos de Jerez que, me insiste, hay que conocer poco a poco, sin prisas. Muy activo en redes sociales y embarcado en el Juan Sebastián Elcano con sus vinos, parece que Antonio ha cubierto esas extensas aspiraciones profesionales que tenía de jovencito: guardiamarina con sus “vinos de ida y vuelta”, periodista en sus redes sociales y misionero llevando la palabra de las botas por todo el mundo.

La tercera generación

Antonio es emoción. La forma en la que habla hace que, sin querer, empieces a sentirte parte de González Byass creándote un sentimiento que, en mi caso, ya lo traía de casa. De hecho, en las reuniones familiares o en mi cumpleaños, siempre sale a colación la anécdota de que, una de mis primeras “palabras”, a la pregunta “¿Qué bebe Papá?”, mi respuesta, balbuceando aún era “Tío Pepe”. Me cuenta que se siente afortunado por haber tenido la oportunidad de “cerrar el círculo del vino” haciéndolo, promocionándolo y bebiéndolo. Sin embargo, su mayor satisfacción profesional fue relevar a su padre y que, ahora, sea Silvia quien le va a relevar a él. Que la tercera generación de la familia Flores forme parte activa de la bodega es un orgullo que lleva muy a gala. Eslabones fuertes en una irrompible cadena cuyo secreto es el cuidado del legado. Me sorprende que hable de su hija con la misma admiración que su hija habla de él. Ambos son el complemento perfecto, el uno del otro. Si la salud profesional de la marca jerezana fuera directamente proporcional a la emocional, esta bodega será eterna. Hacedor de vinos, hacedor de emociones, Tío Pepe en las venas, larga vida a González Byass, larga vida a la familia Flores.