Cultura

Agresividad versus sutileza

Lugar: Teatro Maestranza, Sala Manuel García. Obra: Babil / Benedetto Pacífico. Producción: Dame de Pic / Karine Ponties. Concepto y Coreografía: Karine Ponties. Interpretación y textos Babil: Eric Domeneghetty. Interpretación Benedetto Pacífico: Guillermo Weickert Molina. Música original: David Monceau. Calificación: ****

el 09 nov 2014 / 20:09 h.

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Un ser “abandonado al abandono”. Así es como la coreógrafa Karine Ponties define al espantapájaros, una figura en la que se ha inspirado para crear un ciclo del que forman parte los dos solos de danza que componen esta obra: Babil y Benedetto Pacífico. Para el primero ha contado con la interpretación del bailarín Eric Domeneghetty, responsable también de los textos, lo que sin duda supone todo un acierto.  Y es que la pieza gira en torno al cuerpo como materia bruta y su relación con la palabra. El objetivo es que la danza complete a las palabras y viceversa, de ahí que los textos alcancen un alto grado de compenetración con el movimiento corporal. En ese sentido cabe destacar cómo en bastantes momentos las frases del bailarín llegan a suplir a la música sirviendo de sostén a su particular baile, que es concebido como una suerte de lucha, agresiva y fatigosa, por alcanzar la verticalidad, repleta de elementos evidentes y lugares comunes.  Lástima que al ser dichos los textos solo en francés, y no contar con una traducción simultánea, los que no dominamos ese idioma nos quedáramos sin la posibilidad de alcanzar por completo su contenido. Como contrapunto a Babil, el solo de Guillermo Weickert destaca por su sutileza y su alto grado de contención. La danza se alía con la atmósfera turbadora  y etérea de la música de David Monceau con el objeto de describir el papel fundamental que tiene el movimiento corporal a la hora de proyectar el mundo. Tal vez por ello Ponties haya concebido esta coreografía como una partitura de movimientos que, aunque sutiles, son portadores de un enorme poder de evocación. Algo que se refuerza con un atrevido y radical diseño de iluminación que mantiene al bailarín durante la primera mitad en penumbras, casi a oscuras, consiguiendo así que percibamos, por encima de su impronta corporal, las imágenes que describe su movimiento. De esta manera, nuestra retina se impregna de un sinfín de figuras ondulantes cargadas de misterio que mantiene nuestra atención anhelante. Se trata de una propuesta sublime con la que Guillermo Weickert derrocha sensibilidad y virtuosismo.

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