No hay mal que por bien no venga y no hay mal que cien años dure son dos refranes muy usados, incluso se repiten ahora, en plena crisis internacional. El primero podemos referirlo, incluso, a esa noticia que ayer mismo nos presentaba ya el primer coche eléctrico de una firma japonesa que otras va a emular a toda prisa. Se podrá recargar como un móvil en casa en siete horas o en una gasolinera en media o menos, con lo cual ya tendremos metidas también a suministrar energía en carreteras y autopistas a todas las compañías eléctricas, incluida ésta que era andaluza y ahora radica en Madrid.
Cuando se fundó Sevillana de Electricidad, el impulso modernizador fue tan fuerte que la electrificación de Sevilla se realizó a velocidad de vértigo y, probablemente, fue hasta de buen tono y dio caché el que los cables recorrieran las fachadas y atravesaran las calles de acera a acera, como debían darlo aquellas lápidas o placas que sobre el dintel de las casas proclamaban que el edificio estaba asegurado de incendios. Puede que el cableado hasta sirviera para engrosar el ajuar de las cofradías con pértigas y otros artilugios y dar algún jornal.
De nuevo, por tanto, se hizo presente el refrán aplicado a la contaminación visoria como ahora lo vamos a aplicar al coche eléctrico; en cuanto entre en funcionamiento tendremos a la compañía realizando centenares de kilómetros de tendido y casi con toda seguridad bajo tierra. También casi con la misma certeza el ocultamiento del suministro urbano de electricidad en el centro de Sevilla quedará postergado a una mejor ocasión. No hay mal que por bien no venga encerrará una verdad como un templo, pero el otro no: hace ya tiempo que se cumplió el centenario de Sevillana. Quince años, más o menos. Al parecer este mal lleva todas las trazas de ser eterno.
Antonio Zoido es escritor e historiador
