La muerte de Eluana Englaro pone fin a uno de los episodios más tristes de utilización política de un caso en el que ha faltado comprensión hacia el enfermo y su familia y ha sobrado la impudicia de quienes se han rasgado las vestiduras en pos de un particular concepto de la vida cimentado en conceptos abstractos que al final sufren los familiares de las personas que se ven obligados a pasar los últimos años de su existencia en un estado vegetativo. La historia ha conmocionado a toda la sociedad europea. Eluana Englaro tenía 21 años en enero de 1992, fecha en la que sufrió un gravísimo accidente de tráfico que la dejó postrada en estado vegetativo en una cama. Hace ahora 11 años, su padre, en calidad de tutor, emprendió el proceso para acogerse a la ley italiana que permite la interrupción de la alimentación y la hidratación artificial de este tipo de pacientes. En todo este tiempo, Beppino Unglaro ha tenido que luchar con la sinrazón de quienes consideran que evitar un suplicio así es un crimen que sólo cometen los "verdugos" que no saben defender la vida. Daba igual que la ley le amparara. La Iglesia y los sectores más conservadores de la sociedad italiana presionaron a las instituciones de tal modo que sólo la decisión del Tribunal de Apelación, ratificada en noviembre de 2008 por el Supremo, permitió que se le retirara la alimentación a Eluana. Parecía que lo que menos importaba era la propia joven. El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, aprobó el martes una moción que obliga a hidratar a las personas que no pueden hacerlo por sí mismas y calificó de asesinato la muerte de Eluana. Su padre, el mismo que en todo este tiempo sólo permitió que se publicara una foto de su hija en la que se le veía vigorosa y sonriente que nunca dejó que se le retratase en su agonía, ha tenido que aguantar todo tipo de amenazas y de improperios. ¿Era tan difícil entender que sólo quería ahorarle tanto sufrimiento a su hija y a su familia?