El compositor César Camarero en su estudio. / Pepo HerreraEl silencio y el ruido, dos extremos entre los que bascula buena parte de la música contemporánea. El compositor César Camarero

(Madrid, 1962) conculca al primero de ellos en su nueva obra orquestal, Entreacto y luz magenta, que conocerá su estreno absoluto el próximo miércoles en el concierto de la Orquesta Sinfónica Conjunta de la Hispalense y el Conservatorio Superior (Auditorio de la ETS de Ingeniería, 20.00 horas, entrada libre con invitación, a recoger en el Cicus).«Tengo mucha curiosidad por ver cómo suena, es una obra arriesgada, lenta, con muchos silencios», dice de su recién nacida partitura el compositor. Una creación que es, a su vez, una adaptación de la obra para acordeón solo Entreacto [que puede ver y escuchar aquí

]. «Es una adaptación sinfónica de aquella y está pensada para una orquesta juvenil porque es bastante sencilla, a pesar de incluir acordes no consonantes pero muy afinados y sostenidos en el tiempo, sin vibrato y sin cambios de dinámicas», argumenta.Siempre con las seminales figuras de Morton Feldman y John Cage al fondo, el compositor, renuente a explicar su música, desliza que la breve Entreacto y luz magenta –regalo al director que la estrenará, el sanluqueño Juan García– introduce al oyente en un «universo muy particular», a lo que ayudará la lectura pública previa de un poema de Ildefonso Rodríguez. «Es una composición muy desnuda (...) me hace pensar en las Constelaciones de Joan Miró, y en Feldman, claro, pero también hay otras cosas...», reflexiona el músico.

Antagonistas de la voz queda de Camarero, sonarán obras de Bernstein (In the waterfront) y Dvo?ák (Sinfonía nº8). Creador inquieto y siempre atento a la música de su presente, confiesa su redescubrimiento del legado sonoro del francés Jean Barraqué a la vez que muestra su total despreocupación por estar o no en el foco de la modernidad musical. «No pienso qué pasaría si viviera en París o Berlín, me tomo la vida como viene. Bueno, a veces lo pienso, pero lo pienso poco. Cuando viví en Nueva York me decían ‘qué suerte tienes’ y yo les decía que no sabía, que no podía comparar. Estoy en Sevilla, si hubiera sentido la necesidad, me hubiera ido».