Una gigantesca cabeza de Venus italicense mira, al mismo tiempo, en el antiguo hospital de Los Venerables, la calle Jamerdana y la placita del instituto: un magnífico reclamo de una exposición que, aunque hable de la antigüedad, es innovadora por su diseño y por su discurso. En realidad, más que de la antigüedad, trata de establecer un diálogo entre el resto arqueológico del pasado y quienes lo salvaron. En el intento de apropiarse del esplendor del viejo imperio entran quienes querían imitarlo después de haberlo destruido, los que intentaban refundarlo en el centro de Europa, aquellos que buscaban afanosamente genealogías?

En la exposición se mezclan las piezas arqueológicas con los nombres, cuadros y estatuas de los Ribera, Rodrigo Caro, Francisco de Bruna, Antonio Ponz, Regla Manjón, Jorge Bonsor, Huntington, García Bellido, Joaquín María Navascues, Pérez-Embid? El retrato de Bruna nada nos dice de ese señor del gran poder, como lo llamaban, los de figuras mucho más cercanas no hablan de su currículo franquista, los de más tras de sus guerras. El devenir de Andalucía en este campo se presenta como un producto uniforme cuando, en realidad, es un proceso lleno de intencionalidades diversas y llevado a cabo por mentalidades muy diferentes: sólo del resultado es excepcional.

Nunca sabremos cómo podría haber sido el rescate de la antigüedad de haberse hecho de otro modo, si -al girar el mundo de otra manera- la recuperación hubiera sido el fruto de una educación general y no mediante incursiones o expolios en busca de trofeos. Siempre nos quedará la duda de si lo que de Itálica tiene el palacio de la Condesa de Lebrija habría llegado hasta nosotros permaneciendo en Santiponce. Una cosa es cierta: lo que allí parece lineal tiene en realidad tantos bucles como la cabellera de la diosa.

Antonio Zoido es escritor e historiador